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Era sábado por la noche, Horacio había recibido un mensaje de parte de su superior informándole que el lunes a primera hora retomaba sus labores como oficial y que con ciertas restricciones podría participar en la investigación del asesinato de su hermano, se sentía aliviado de que por fin podría aportar algo y ayudar en el caso que estaba destruyendo su cabeza, cuando recibió la noticia se encontraba en su piso acurrucado en los brazos de Claudio mientras miraban una película de terror. Salto y dio un grito agudo que sobresalto a su acompañante, con ilusión le conto que regresaría a trabajar, incluso unas lagrimas rebeldes se escaparon de sus ojos y fueron limpiadas casi de inmediato por la mano de el doctor. 

– Hay que celebrar esto, ¿no lo crees? – Propuso el doctor con una sonrisa.

– ¿Como? – Pregunto el moreno, contagiándose de su sonrisa y tomando la mano del doctoro entre la suya, acariciándola con suavidad.

Pareció pensarlo un segundo antes de responder con la mirada picara.

– ¿Te mola bailar, cierto? – Horacio asintió ladeando un poco la cabeza. – Conozco un lugar, es una discoteca. Debes aprovechar antes de centrarte al cien porciento en el caso, además de que puede servir para que te distraigas un poco, que desconectes de todo lo malo y te pierdas. –

Horacio no tardo en aceptar la propuesta, convencido de que lo que Claudio decía era verdad. Una noche de desestres no le vendría mal, cambio su ropa a una sudadera de crop top color blanco, jogger negro y unas zapatillas blancas. Maquillo un poco sus ojos y reafirmo su preciada cresta, recordando una vez mas la historia detrás de ella, mostrando una sonrisa triste al reflejo del espejo. 

Claudio que lo observaba desde el marco de la puerta del baño se acerco para abrazarlo por la espalda, pegando sus cuerpos, logrando que Horacio se alejara de sus pensamientos y que echara su cabeza hacia atrás para que descansara sobre el hombro del doctor que comenzó a acariciar la cintura del menor. Horacio se dio media vuelta, alejando sus manos y sonriendole.

– Eh, perro. Guárdate  las manos para cuando estemos bailando. – Lo miro soltar una risita y negar con la cabeza.

Ambos salieron del apartamento, bajaron hasta el lobby del edificio tomados de las manos donde para su mala suerte, cierto personaje ruso entraba por las puertas principales con la mirada clavada en el suelo y cojeando, cruzaron fugazmente miradas pero ninguno hizo mas, pasaron de largo el uno del otro sintiendo como sus corazones se estrujaban. El de Horacio al verlo lastimado y no poder ayudarlo, mientras el de Volkov por no ser el quien sostuviera la mano del chiquillo y no poderle decir lo lindo que se miraba esa noche. Claudio inmediatamente noto la repentina incomodidad de Horacio, quien soltó su mano y se alejo un poco de el, frunció un los labios y dio una rápida mirada a sus espaldas, el comisario y el doctor se dedicaron una mirada molesta, antes de que la pareja despareciera por las puertas.

(...)

Dentro del establecimiento la música sonaba a todo volumen, retumbando en sus oídos, el olor a sudor y alcohol penetraba sus sentidos, asqueándolo un poco. Avanzo entre empujones hasta la barra junto a su acompañante.

– ¿Qué vas a querer? 

– Quiero chupitos, para entrar en ambiente. 

El del tatuaje el el rostro arqueo una ceja divertido, antes de pedir unos shots de tequila para Horacio y una cerveza para el. Una vez tuvo los tragos frente a el, Horacio los tomo de golpe, sintiéndose aturdido y un poco mareado. Unos shots después se comenzó a soltar, meneando sus caderas al ritmo de las canciones que sonaban por el lugar, tomo al doctor del brazo y se adentro a la pista de baile dándole la espalda y continuando bailando. 

Horacio con HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora