#16: "Odios y temores'

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CAPITULO 16:

Los momentos en los que más nos invade el sentimentalismo son aquellos en los que nos encontramos solos en una habitación y lo digo por experiencia propia. 

Amaba mi espacio personal, porque así podía pensar y aclarar cosas que en mi cabeza daban vueltas, creando nudos en ella.

Me la había pasado estos días pensando en lo tanto que cambió mi vida; papá murió, cambiamos de barrio, casa y escuela, encontré una nueva amiga (a este punto consideraba a Camila como a una. Ella en estos días me había defendido de los ataques de Maria, jessica y otras mas) y por si fuera poco encontré a un hombre que me gusta de verdad, y no lo decía por su físico sino también por la gran manera de tratarme y protegerme. Si, ese chico me había protegido en incontables ocasiones, y lo seguía haciendo aunque yo no me daba cuenta, se preguntaran porque lo sé, pues fácil, cada vez que salía de casa me sentía más segura que cuando caminé a conocer el barrio. Díganme loca, lo sé, lo soy, pero en este caso sentía que Matías estaba en cualquier parte donde me encontraba yo. 

Definitivamente mi vida había dado un giro realmente fuerte, un giro donde el eje central era mi Zac Efron y amaba esa parte.

Bueno, no amaba al chico, pero me gustaba como nunca me gustó otro (no es que me hayan gustado muchos).

- Señorita McArthur vendrá a trabajar o le colocó el uno de una vez - Oí la voz del profesor de deporte sacándome de mis pensamientos. Amaba el deporte, pero todo era tan diferente allí.

- Si señor, ya voy a trabajar - respondí sinceramente.

Las chicas solo TRATABAN de hacer ejercicios pero no lo hacían correctamente y eso irritaba. ¿Por qué carajos les costaba estirarse perfectamente? Eso les podría ayudar con su figura.

Comencé con mi trabajo con las miradas de los hombres del otro lado observándome. Eran unos pecadores

Minutos después el profesor Winston nos dejó descansar, así podríamos reposarnos y no llegar a la próxima clase sudados.

¿pueden  creer que allí no habían unos malditos pero condenadamente necesarios vestidores?

- ¿Profesor podemos jugar un rato fútbol? - preguntó uno de mis compañeros de clases, ni siquiera sabía su nombre. El aludido asintió.

Quedé boquiabierta. Los equipos de fútbol no eran una obligación formarlos. 

Esto era diferente maldita sea. 

- Oiga teacher, ¿sabía usted que hay un intercolegial de fútbol en la ciudad? - pregunté. Tenía ganas de jugar y aquí lo iba a hacer como fuera. No soportaba no patear un balón. 

El hombre me miró extrañado a mi pregunta y algo me decía que si lo sabía.

Claro Nathalie, que tonta eres, él es el profesor de educación física y deportes, debe saberlo.

Existen Imbéciles y Nathalie.

- Por supuesto señorita. ¿A qué viene todo eso? - Preguntó Winston.

- Usted verá profesor, yo quiero hacer parte del equipo femenino del colegio. Claro, si usted lo permite. - dije en tono dulce. Bueno, al menos en lo que pude.

- Yo también Profe - llegó mi Lindo y bello hermano a mi lado.

- ¿También quieres ser parte del equipo de futbol femenino hermanito? – Pregunté en tono burlón.

- No jodas Nathalie. – irritado contestó.

- Ok, dejen las discusiones. Debo decirles que este año no tenemos uno. La directora se aburrió de perder siempre y…

- ¿Usted no puede convencerla de permitirnos organizarnos? - intervino nuevamente Lucas interrumpiendo al profesor.

Jodido maleducado

- Creo que ese tema está censurado para ella. - dijo el educador.

- Oh vamos Winston. Podrías hacer un esfuerzo. - esta vez habló Camila. *Que confianza.*

Otra cosa que compartía con ella, al igual que con Laura era esta pasión por el fútbol.

- Está bien. - cedió - Pero no les garantizo nada.

Sonreí notablemente. Me faltaba la pelota para sentirme menos cambiada.

- Estaba segura que usted sabía lo que le conviene al colegio - hablé feliz.

A pesar de que el profesor se había resignado antes, ahora mostraba una mirada feliz.

Miré donde se encontraba la hija de puta de Jessica y vi las burlas que dirigía hacia a mí. 

Odiaba a esa chica, y eso que el odio para mí no existía. No sabía qué demonios le pasaba a ella conmigo, bueno, si sabía que le gustaba Matías, pero eso no era razón para que me odiara tanto.

Había sudado como una cerda, algo que me fastidiaba mucho. Odiaba el hecho de pasar el resto del día sudada y olorosa a lo mismo. Era asqueroso.

Caminando hacia casa, luego de terminar la jornada escolar, comencé a pensar otra vez en mi vida, básicamente mi cabeza estaba siempre en ello, en mi vida y sus cambios locos, quería que esto pasara rápido, quería estar en la casa donde crecí, y aunque sonara estúpido, quería volver a la escuela de donde me echaron.

Cada vez más, extrañaba a George McArthur, el hombre de mi vida y mis sueños, mi héroe y mi príncipe, eso era mi padre para mí. Además de, ser mi primer amor. Odiaba no tenerlo para contarle mis cosas y que mientras lo hacía, él molestaba mi cabello escuchando atentamente para después opinar.

Si, losé, últimamente estaba odiando muchas cosas.

Momentos después, mis piernas temblaban, mis manos no reaccionaban para así sea tratar de libérame. 

Quien fuera que sea me estaba ahorcando. Tenía su brazo al rededor de mi cuello, haciendo que mi espalda chocara su pecho.

- Elegiste mal mamasita - susurró en mi oído. A pesar de que Matías lo hacia constantememte, este susurro me causó miedo en vez de excitación. 

Estaba asustada, mi corazón latía a mil. Sólo podía notar que me llevaban a rastras mientras me decía de cuantas cosas asquerosa se supiera el hombre.

A continuación tapó mi boca con su mano, impidiendo así que algún grito saliera como aviso de mi boca.

Eso era exactamente lo que intenté hacer, pero no pude. 

Mis ojos se llenaron de lágrimas que fueron difíciles de retener. Estaba muy nerviosa, asustada y...

¿A dónde diablos estaban todos? LOS NECESITO AHORA - Gritaba en mi cabeza como si alguien podría escuchar desde ahí.

Ahora lamentaba no aceptar que mi bello hermano me acompañara de regreso a casa, también que Matías se llevara a Camila a no sé qué parte.

Mi cerebro procesó cada pensamiento que tenía, me mostró que no había salida por ningún lado, no podía intentar porque simplemente fracasaría.

Sentí mi corazón parar de latir cuando me subieron a un carro... ¿rojo? Mierda... Ese era mi auto.

Fue entonces cuando me di cuenta que ese era mi fin.

En mi mente sabía que de esta no saldría jamás, que por fin me encontraría con mi padre y que ahora si no podría hacer nada por mi madre, se quedaría solos las dos personas que mas amaba en mi vida, y yo no podría despedirme de ellos, por el simple hecho de dejar atraparme por hombres monstruosos y psicópatas como los que estaban llevándome. 

Giro InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora