Capítulo 1. El cambio.

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  • Dedicado a Marianella Rinaldi
                                    

El invierno en mi ciudad era realmente frío, las calles se cubrían completamente con una capa de espesa nieve blanca y el viento helador provocaba que la mayoría de las personas se quedasen en casa, al calor de la chimenea. Yo, por suerte o por desgracia, trabajaba por las tardes en "Angel's Cake", una tienda de pasteles y magdalenas en el centro de la ciudad. Durante las tardes el frío aumentaba y yo me congelaba en el trabajo, donde nos obligaban a llevar un uniforme ¡¡DE MANGA CORTA!! En pleno invierno ¡dónde se habrá visto semejante cosa!

No me entretuve más, cogí un abrigo y una bufanda y me decidí a salir hacia mi trabajo. Vivía con mi mejor amiga, Mar, una chica cuya vida era de todo, menos normal. Al contrario que la mía, la vida más aburrida y normal que nadie pueda imaginarse. A veces me preguntaba porqué sería mi amiga, no tenemos absolutamente nada que ver. Somos opuestas; ella tiene el pelo rubio y yo castaño, ella es bajita y yo alta, ella es aventurera y yo más hogareña, ella jugaba con los chicos (literalmente jugaba, los usaba, cada noche uno diferente) y yo nunca había tenido novio... Lo que nos unía era la música, a las dos nos encantaba cantar, y por supuesto lo mucho que nos queríamos.

- ¡Maddie! ¿Ya te marchas a trabajar? Creía que hoy ibas a ayudarme a pintar el piso - Mar entrecerró los ojos pidiéndome con la mirada que me quede a ayudarla. Sus ojos eran enormes y negros, muy profundos, me gustaban mucho y siempre ponía esa carita cuando quería conseguir algo... Esta vez no se lo permitiría.

- Lo siento Mar, tengo que irme, si falto mucho al trabajo mi jefe se enfada, ya lo sabes. - Mi tono de voz había sonado áspero y un tanto desagradable, así que decidí añadir algo. - Además, hoy me pagan... y nos íbamos a ir de compras ¿recuerdas? - A Mar se le dibujó una sonrisa al instante, si había algo que realmente le gustaba, a parte de los animales, era la ropa.

- Está bien, pues intenta pasarlo bien, yo empezaré a pintar el salón. - Mar me despidió con un gesto de su mano y salí de casa bien abrigada. ¡Qué frío hacía! Ojalá que no haya mucha gente en la tienda, es un aburrimiento estar atendiendo.

- ¿Hola? Qué vacío está esto... - miré a mi alrededor y no había nadie, ni clientes ni mi jefe, nadie. Entonces la puerta se abrió.

- Buenas tardes - era el chico más guapo que había visto en toda mi vida, moreno, ojos claros, alto, sonriente, bien vestido y con una voz que clasificaría como viril y seductora. - ¿Está abierto, no? Es que vine antes y no había nadie... pero ahora estás tú. - Al instante me guiñó un ojo... Hablaba seguro de sí mismo, sin miedo. Pero ¿qué se habrá creído, guiñándome un ojo? No iba a soportar que el típico "niño pijo y ligón" venga a molestarme en mis horas de trabajo. 

- Sí está abierto, puedes sentarte si quieres. Yo ahora vengo. - Había sonado muy seca y tajante, tanto que el chico misterioso abrió los ojos como si estuviese sorprendido y se sentó en una mesa cerca del mostrador. Entré en el almacén a ponerme el uniforme, me miré al espejo, me coloqué el pelo... Ay estaba realmente despeinada, pero ¿qué me importa? Parecía tonta poniéndome guapa para un desconocido... ¡Basta! Saldría ahí, atendería al chico, se iría, yo conseguiría mi dinero y me iría a mi casa con Mar, todos contentos. 

- ¡Ey, morena! ¿Me atiendes o qué? - gritó el chico y soltó una risita, como creyéndose superior por estar al otro lado del mostrador. No lo conocía de nada y ya me estaba poniendo enferma.

- Me llamo Maddie, no "morena"... - dije enfadada. El chico esbozó una sonrisita. - ¿Qué te hace tanta gracia?

- Que ahora ya sé tu nombre; Maddie, la morena que se ha levantado con el pie izquierdo. - ¡Pero qué se creía! Está bien, se me había escapado mi nombre, sinceramente, no quería que lo supiera, no quería que supiese nada de mí... Ese maldito desconocido.

- Bueno... - notaba cómo me estaba poniendo roja. - ¿Qué vas a tomar entonces? 

- Pues... puedes ponerme un trozo de pastel de... ¿qué me recomiendas, Maddie? - su mirada de creído me estaba poniendo de los nervios. Y que supiera mi nombre era tan...

- El pastel más rico de "Angel's Cake" es el de queso. Te pondré ese... 

- Perfecto, pastel de queso. Ponte otro para ti y lo tomamos juntos, si quieres claro. - Me encantaba la voz de este chico... pero no... ¡Qué me está pasando! Siento algo en el estómago cada vez que miro para él. Sí, es guapo, pero es insoportable. 

- No puedo, estoy trabajando, no sé si te das cuenta. - Forcé una sonrisa y me di la vuelta para servirle el pastel de queso. "Que se lo tome y que se vaya" era lo que rondaba mi cabeza en ese momento, cuando de pronto, oigo un ruido. Al darme la vuelta vi que el chico había tirado el servilletero, con todas las servilletas, por el suelo. Aun encima su cara decía: "¡Ups! Lo siento, fue sin querer pero recógelo tú."

- Te prometo que fue sin querer - masculló el chico entre risas. ¡Es que aun ecima se ríe! Respiré hondo, estaba agotando mi paciencia... 

- Deja, ya lo recojo yo... - le dejé el trozo de pastel encima de su mesa y me agaché a recoger el servilletero. No era nada de esfuerzo recogerlo, pero todo lo que viniese de este chico me hacía saltar el doble de lo normal.

- No, por favor, te ayudo... ¡Qué menos! Si se me han caído a mí. - el chico se agachó y me ayudó a juntar todas las servilletas. Nuestras miradas se cruzaron un momento y sentí una conexión. Puede parecer absurdo, porque acababa de conocerlo, pero al mirarlo a los ojos, algo se encendió en mí. Nos quedamos unos instantes mirándonos fijamente. De cerca era aún más guapo. Aparté mis ojos y continué recogiendo. No podía distraerme... 

- Tienes unos ojos preciosos ¿sabes, Maddie? - lo peor de ese comentario, a parte de que me puse roja como un tomate, fue que... me pareció sincero. Lo dijo con un tono de inocencia, diferente al tono de antes, ese de superioridad, ahora parecía más serio. ¿Le parecerían bonitos mis ojos? ¿De verdad? ... Bueno ¡ya está bien! Parecía una tonta preguntándome esas cosas...

- Emmm... bueno, gracias. Tengo que volver al trabajo. - Tragué saliva y respiré hondo, intentando calmarme. Ya se me había pasado el enfado, pero ¿por qué? 

- Pero si no hay ningún otro cliente, tienes que dedicarte a mí, que soy el único. Y el cliente siempre tiene la razón. - Y ahí estaba otra vez su voz de "me creo el mejor del mundo y ligo a todas horas". Puse los ojos en blanco y me puse detrás del mostrador. 

- Me llamo Peter, por cierto. - añadió el chico justo antes de meter en su boca un pedazo de pastel de queso. - Tenías razón, está muy bueno. - Apareció de nuevo esa sonrisita de superioridad en su rostro. ¡Pero qué guapo era! 

- Te lo dije - asentí con la cabeza y en ese momento, entró mi jefe por la puerta. Era un cincuentón con la barba negra y los pies planos, bastante gordo y despistado.

- Buenas tardes Maddelaine. Hoy es día de cobro. Aquí tienes. - Recibí con tanta ilusión el dinero del mes, con la cantidad de cosas que tenía que comprarme...

- ¡Gracias! - mis ojos se giraron automáticamente hacia la mesa donde estaba Peter... ¿Se había ido? Ya no estaba... Bueno, me da igual. Si no lo conocía de nada...

Nací para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora