Capítulo 12. Las condiciones.

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Apenas pasaron un par de días y ya me estaba mudando a casa de Peter. Le había hablado sobre el tema y le comenté que quería probar un tiempo a vivir con él, sino funcionaba volvería a mi piso con Mar. En el fondo estaba ansiosa por ir a vivir con él, aunque me invadía un miedo irracional. Se me pasaban por la cabeza todo tipo de situaciones en las que yo quedaba en ridículo delante de él, como por ejemplo que yo estuviese cantando y bailando en ropa interior en el baño y él entrase de repente... Eso me avergonzaría mucho. Pero tenía que pensar en positivo. Vivir con Peter sería muy bueno para la relación.

- Bueno, esta es la última caja. - Dijo Peter dejando una de mis cajas de cartón en el suelo de su salón. Estaba guapísimo, como siempre, llevaba una camiseta de manga corta, porque para ayudarme a cargar con mis maletas y cajas, pasaba calor. Su pelo, ese día, tenía un color diferente, más suave. Entonces alzó las cejas de manera interrogante, como diciéndome si faltaba algo más por traer.

- Creo que ya está todo. Vivo oficialmente en tu casa. - Lo miré de arriba a abajo, nerviosa. Él se acercó a mí y me cogió en brazos.

- Desde ahora es "nuestra" casa. - Una sonrisa llena de atractivo se dibujó en su rostro. Siempre sonreía y eso me encantaba, me hacía sonreír a mí también, me contagiaba su buen humor constante. - Venga, vamos a colocar todas tus cosas. - Me dejó cuidadosamente en el suelo y me besó en los labios, un beso corto pero lleno de amor. 

- ¿Tienes alguna estantería libre? Es que me gustaría poner algunas fotos y... - Me callé de repente. No sabía realmente si me atrevía a contarle esa minucia a Peter, porque pensaría que era una cría... 

- ¿Y...? - Me miró fijamente sorprendido y abrió la boca para decir algo, pero al instante la cerró.

- Nada, da igual. - Intenté dejar el tema a un lado aunque estaba empezando a sonrojarme. ¡Qué tontería! A Peter le contaba todo ¿por qué esto no? 

- Me lo vas a decir... - Su sonrisa apareció de nuevo. Me mordí el labio dubitativa y entonces decidí decírselo.

- Peluches. Tengo muchos; pequeños, grandes, perritos, osos... ¡Me encantan! Me recuerdan a mi infancia y les tengo cariño... ¿Tendrás un hueco para ellos? - Entrecerré los ojos en señal de petición y Peter se acercó a mí en medio de una carcajada. Pero no una carcajada como cuando alguien se ríe de ti, sino como cuando alguien se alegra por ti.

- ¿Peluches? Maddie, tienes más de 20 años pero tu mentalidad es de 2. - Dijo entre risas. - Me encanta que tengas peluches, pero vas a tener que hacerles sitio entre mis trofeos de rugby. - Añadió con un toque de soberbia. - ¡Son muchos, eh! - Miré a Peter con incredulidad, seguramente no tendría tantos trofeos, pero sí los tenía. Ay, odiaba que fuese tan engreído, pero me gustaba tanto tener un novio que jugaba al rugby que se lo pasé por alto. 

Su habitación era muy amplia, tenía las paredes blancas y por una parte estaban llenas de diplomas, cuadros y fotos colgadas. Una cama de matrimonio ocupaba el medio del cuarto, era tan grande que cabrían 3 o 4 personas. Una máquina de escribir y un montón de libros estaban apoyados sobre una mesa. 

- Creo que... Deberíamos poner unas condiciones. - Soltó Peter de repente. Me quedé un tanto sorpendida y a la par, confusa. No entendía bien a qué se refería. - Unas condiciones de convivencia, quiero decir. - Sonrió levemente, pero esta vez era una sonrisa cargada de temor, porque no sabía cómo me iba a tomar eso de las condiciones. 

- Vale... - Seguía extrañada, no sé qué condiciones quería imponerme. Él era desordenado, su habitación estaba organizada, pero el resto de la casa era un desastre. ¿Me quería enseñar a mí cómo cuidar una casa? - ¿Qué tipo de condiciones?

- Bueno... Por ejemplo que a partir de las 10, a menos que vayamos juntos, no se sale de casa. Lo digo porque anochece y puede ser peligroso. O también que los domingos me dejes ver el rugby en la tele, por favor. - Me eché a reír. ¡Vaya condiciones más estúpidas! Pero tendría que aceptarlas si era lo necesario para convivir bien con mi novio.

- Está bien, esas cosas me dan igual. - Puse un gesto agradable. - ¿Qué más? - Cuestioné esperando que no pidiese mucho más.

- Solo un par de cosas... En esta habitación te dejo poner los peluches - echó una pequeña risita. - Y las fotos, tu ropa y lo que quieras, pero mis trofeos, mis diplomas y mis libros se quedan aquí. 

- Lo veo aceptable. Es una habitación compartida, así que puede quedarse todo aquí. - Asentí de acuerdo con lo que acababa de decir. Respiré hondo y continué escuchando. 

- Bien, eres genial Maddie. - Me besó un largo rato en los labios, lo cual me maravillaba tanto que me desconcentraba durante unos minutos, pero cuando acabó me di cuenta de que, tal vez, me besaba para ablandarme, porque la siguiente condición que me iba a proponer no me iba a gustar nada. 

- Otra cosa... - Lo sabía. Lo conozco demasiado... - Las tareas. - <<¡Oh no! Ahora vendrá la típica pelea de parejas, yo tendré que hacer todas las tareas y él será un vago machista... Pues no. >> Eso pensé. Pero entonces Peter me comentó algo inesperado. - Tengo contratada a una chica que viene a limpiar. Se llama Melody. - Mi cara en ese momento parecía un poema. Puse los ojos en blanco y alcé las cejas, poniendo un gesto serio y empezando a enfadarme por dentro. 

- ¿Melody? ¿Por qué? ¿No sabes hacer tú mismo las tareas? - La intensidad de mi voz empezaba a ser más alta y Peter se acercó a mí y me abrazó muy fuerte. Pude notar los músculos de su espalda en el abrazo... ¡Tenía un cuerpo increíble! Pero eso daba igual, porque durante estos 5 meses de relación, una chica... "Melody" había estado haciéndole la cama a MI NOVIO. Estaba rabiosa... Ardía de celos en mi interior. ¿De qué la conocía? ¿Habían tenido algo? En cuanto pude me desprendí del abrazo de Pitt y miré para el encolerizada. Decidí calmarme, los celos nunca me llevaban a buen puerto. - Bueno, me voy a sentar y me voy a calmar. - Cogí aire y lo solté, con los ojos cerrados. Entonces Peter empezó a hablar. En esos momentos su voz me resultaba irritante.

- Venga, tranquila Maddie, solo es una limpiadora. Viene aquí por las mañanas, mientras yo doy clase en la Universidad. Me hace la cama, limpia las ventanas, los suelos, pasa el plumero... Lo típico. No me sale muy caro, pero si lo hiciese yo, no tendría nada de tiempo libre. Solo viene dos días a la semana y casi nunca la veo. - "CASI" nunca... O sea que alguna vez sí que la vio. ¡Quién sabe si se besaron! ¡¡O algo peor!! Bueno tenía que relajarme... Una chica que limpia... ¡Qué necesidad! - Sabía que te ibas a enfadar, por eso pensé en no decírtelo... - ¿Cómo sabía él si estaba enfadada o no? Mi cara debería estar mostrando todo lo que sentía en esos momentos. 

- No estoy enfadada... Solo que... Me fastidia un poco que una chica venga tanto a tu casa. - Dije intentando no parecer molesta. 

- No viene tanto... Ya te dije que nunca coincido con ella. Pero es lo que te iba a decir, si quieres ya la despido. Hacemos las tareas entre los dos. - Peter mantenía esa voz pausada y el tono tranquilo de siempre, no entendía cómo lo conseguía. Yo estaba en plena ebullición.

- Como quieras... - <<POR FAVOR, QUE NO VUELVA A PISAR ESTA CASA>> pensé. - Por mí bien. 

- Perfecto, pues asunto zanjado. Nos ocuparemos nosotros. Tú por la mañana y yo por la tarde. - Y otra sonrisa de galán. Este tipo lo arreglaba todo así, sonriendo, como sabía que me encantaba...

Coloqué todas mis cosas en su habitación, en el baño y en el resto de la casa. Todavía se notaba que era el piso de un chico, pero mi objetivo era que con el tiempo pareciese el hogar de una joven pareja. 

Hicimos galletas, vimos una peli, nos dimos un baño de espuma y nos fuimos a dormir. Se podría decir que el primer día de convivencia estaba superado. La parte final me había encantado, pasar tiempo con él siempre era gratificante, pero los celos seguían traicionándome. Lo mejor hasta ese momento: dormir con él. Sentir que durante la noche me abraza, me protege... Nos une mucho dormir juntos. A mí me hacía levantarme llena de vida. Ojalá esta felicidad durase mucho...

 

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