- ¡Buenos días dormilona! - desperté a Mar con ímpetu, la saqué de la cama tirándole del brazo y sonreí decidida a empezar un nuevo día. Me había levantado despejada, con ganas de comerme el mundo. Esa mañana salí a correr media hora, me duché y después hice tortitas y café para desayunar, y, al acabar todo eso, Mar seguía durmiendo, por lo cual me decidí a levantarla con la música a tope. Estaba contenta, animada, no había pensado en... en nada de lo que había sucedido el día anterior. Dormir me había sentado genial.
- ¿Pero qué hora es? ... - dijo Mar entre bostezos. - Yo quería seguir durmiendo...
- Es la hora de empezar un día lleno de alegría. Todo va bien... ¿quieres tortitas? - Parecía eufórica, era una felicidad forzada, aunque yo en ese momento no me daba cuenta.
- Uh ¿pero qué te ha pasado? Pareces demasiado... contenta. Y ¿qué te has puesto? Ese vestido no lo llevabas desde el año pasado. Te parecía muy... ¿Cómo decías? ¿Atrevido? Además con el frío que hace... te vas a congelar. - Mar se rió, esperando mi respuesta y yo la miré de reojo. Llevaba puesto un vestido blanco, palabra de honor, por encima de la rodilla, con lentejuelas en la cintura. Era un vestido de verano y siempre me había parecido... demasiado.
- Sí, me parecía atrevido, pero para estar en casa no está tan mal. No pienso salir a la calle con él, pero me vi guapa... no sé... - Mar soltó una carcajada y se quedó mirándome un largo rato, de arriba a abajo. - ¿Qué pasa ahora? - Puse los ojos en blanco y suspiré.
- Que estás en la fase de negación. Sí, esa fase en la que te crees que haciéndote la superada conseguirás olvidarte del chico. Estás negando que te encanta - su mirada parecía saberlo todo pero no quería que se diese cuenta de que... en el fondo... tenía razón.
- ¡Qué dices! Mira... deja de analizarme y vete al trabajo, que se te hace tarde. - Mar trabajaba de veterinaria, iba de lunes a viernes a una asociación de perros abandonados y curaba a los nuevos perros que encontraban en las calles.
- Está bien, está bien... Pues tú mientras, negadora, vete pintando algo del piso, que el salón me quedó a medias ayer. - Mientras Mar se vestía yo me dediqué a preparar la pintura, pasar la mañana haciendo algo productivo me entretendría.
Cuando empezó la tarde y llegó la hora de irme a trabajar, decidí hacerlo como cualquier otro día. Coger mi abrigo y marcharme, sin avisar a Mar, para que no pudiera nombrarme a Peter ni nada relacionado con ese tema.
Conseguí salir de casa sin que me viera y, al llegar a la tienda, todo parecía normal. Las calles seguían nevadas pero el frío había disminuído. Había muchos clientes así que tuve que trabajar sin descanso; llevar dos magdalenas de arándanos a la mesa 3, poner un zumo y un pastel de piña en la barra, recoger los platos usados de la mesa 5... ¡Acabé agotada! Cuando la tienda empezó a vaciarse, decidí darle un bocado a una magdalena de chocolate. Mi jefe no vendría ese día y ya no quedaba casi ningún cliente, nadie se daría cuenta. Empecé a comérmela y... me supo a gloria. ¡Qué rica estaba esa maldita magdalena! Pero entonces, se abrió la puerta.
- Hola Maddie, ¿qué tal el día? - Peter. Otra vez esa voz, esa carita... Y yo con la boca llena. ¡Qué vergüenza, por favor! Mastiqué lo más rápido que pude y tragué de golpe. Una sonrisa apareció en mi cara, parecía una tonta comiendo aquella magdalena... ¿quién me manda?... Ay.
- Hola... Peter. ¿Te llamabas así, no? - Levanté una ceja en señal de confusión, aunque realmente me acordaba perfectamente de su nombre, y era precioso. Bueno ¡basta!
- Ya sabes que sí... Como si no te acordases de mi nombre. - Su mirada de superioridad que me ponía enferma había vuelto a aflorar. ¡Pero quién se ha creído que es! Seguro que es así con todas las chicas.... Eso, por una parte, me decepcionaba...
- Pues no mucho, la verdad. ¿Querías algo? - Intenté parecer seca pero me estaba derritiendo por dentro. Era el chico más guapo que había visto en toda mi vida. Y ese día llevaba camisa. Parecía que supiese que me pierden los hombres con camisa.
- Además de verte... mmm... sí, bueno no estaría mal otro pedazo de pastel de queso. - Verme... quería verme.... ¿Le gustaré? No, qué chorrada, seguro que le dice eso a todas. Un chico tan guapo no se va a fijar en ti.
- ¡Marchando! - Serví un trozo de pastel en un plato y se lo llevé a su mesa. En ese momento las dos últimas personas que estaban en la otra mesa se marcharon. Estábamos solos en "Angel's Cake", otra vez.
- Muchas gracias, morena. Perdón, Maddie, recuerdo que me dijiste que te molestaba lo de "morena".
- Yo no dije eso exactamente.
- Pero conozco a las chicas, sé cómo pensáis y sé que te molestó.
- Pff... ¿te escuchas? "Conozco a las chicas" POR FAVOR, ¿qué te has creído? Eres insoportable. Venga tómate el pastel, paga y vete de aquí, me ponen de los nervios los chicos que se creen que, con una sonrisita, consiguen todo lo que quieren. - Pero... ¿Qué acababa de decir? Me había salido de dentro. ¡Este chico era insoportable! Pero tal vez me había pasado... me asustaba su reacción...
- Vaya, vaya... eres peleona ¿eh? - Una risita leve salió de él, como si nada de lo que dije le hubiese importado lo más mínimo. - No soy de esa clase de chicos, "era" de esa clase de chicos. Ahora espero a encontrar una chica que me gusta para utilizar mi "sonrisita".
- Perdona, ha sonado un poco desagradable... Yo... - No sabía qué decir, había insinuado que ¿le gusto? No, no es posible. Yo nunca le había gustado a nadie. Y ahora de repente...
- No te preocupes, a los chicos guapos nos pasan estas cosas. - Resoplé al oir eso, se creía tan... y la verdad, era tan...
- Cómo vuelvas a poner esa sonrisa te... - puse los ojos en blanco y se me escapó una risita.
- ¿Me... qué? Oh, te has reído, lo he conseguido, te he hecho reír. Ahora ¿te vienes a dar una vuelta? - La propuesta sonaba tan tentadora... pero no podía dejar la tienda sola.
- Está bien, vamos. - Los ojos de Peter se abrieron como platos, la verdad, no era algo común en mí, hacer lo que siento, lo que me apetece y dejar las obligaciones de lado. Estaba haciendo una locura... Pero no podía evitarlo. - Dejaré la tienda cerrada, por hoy no pasará nada.
- Me está gustando cómo eres Maddie ¿qué más esconde esta chica misteriosa? - Su voz era tan masculina, tan perfecta...
- Ya lo irás descubriendo. Igualmente, aquí el misterioso eres tú. - Sonreí y salí de la tienda delante de él. Él me cogió de la mano y me susurró: - Eres preciosa.
En ese instante me quise matar. No sabía qué hacer, cómo reaccionar... Nadie me había dicho antes que era preciosa. No sé qué se responde cuando te dicen eso.
- Eh... bueno... gracias. - Me estaba poniendo roja a niveles inimaginables. Parecía una tonta y él un experto en el amor. Y es que era tan guapo cuando sonreía, siempre está sonriendo...
- Vamos, te llevaré a un sitio que me encanta. - Los dos nos abrochamos bien nuestros abrigos, porque el frío nos acompañaba siempre y empezamos a caminar. Su olor era increíble, me engatusaba... Si me paraba a pensar por un momento qué estaba haciendo... me volvería loca, daría media vuelta y se acabó esta locura. ¡Había cerrado la tienda y me estaba yendo con un desconocido guapísimo a... ¿pasar la tarde?, qué me pasaba! Pues, tal vez Mar tuviese razón y me estaba enamorando.

ESTÁS LEYENDO
Nací para amarte
RomanceHace unos años me sucedió lo peor, y al mismo tiempo lo mejor, que me pasó nunca; enamorarme. Sí, ese sentimiento del que todos hablan... cuando llega te destroza por dentro, no sabes qué hacer, a dónde ir, qué sentir... porque solo eres capaz de pe...