Capítulo 5. La sorpresa.

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Pasaron dos días desde aquel beso con Peter en el parque. Se me habían hecho muy largos porque no había vuelto a hablar con él. Coincidió que esos dos días fueron sábado y domingo, y yo el fin de semana no trabajo en "Angel's Cake". ¿Habría ido Peter a buscarme allí? ¿Se habría olvidado de mí? Tal vez para él había sido un beso más, una chica más... Mi cabeza estaba llena de dudas que no podría disipar de momento. No sabía qué hacer, tenía ganas de volver a verlo... 

Ese fin de semana lo dediqué básicamente a ver películas y comer palomitas de mantequilla con Mar. Solíamos hacerlo de vez en cuando, pero esta vez, cada rato Mar intentaba interrogarme sobre Peter y nuestro pequeño paseo del otro día. Una parte de mí no quería contárselo, pero al final acabé cediendo, al fin y al cabo, era mi mejor amiga. 

Lunes por la tarde, no nevaba pero un frío helador subía por las piernas y congelaba todo el cuerpo. Me gustaba el invierno pero ya me estaba cansando del frío. Mis manos estaban congeladas, decidí ponerme guantes de camino al trabajo. Cuando estaba llegando pude observar una figura apoyada en la puerta de la tienda. Era él. 

- ¿Hace frío, verdad? - ¡Cómo había extrañado su voz, sus miradas...! No me gustaba tener este tipo de pensamientos, me hacía quedar como una desesperada, una chica débil, y yo no era débil ni desesperada. Solo... me gustaba.

- Sí, bastante frío. - Respondí con una voz queda, mientras el humo salía de mi boca. 

- No sabía que no trabajabas los fines de semana, me quedé esperando un buen rato aquí, el sábado... ¡Con el frío que hacía! Ya podías haberme avisado. - Me regañó entre risas.

- Ay, lo siento, no pensé que vendrías. - No era verdad del todo, una parte de mí lo creía, tenía la esperanza de que vendría a buscarme. Nos quedamos mirándonos a los ojos un rato. Cuando me di cuenta aparté la mirada y abrí la tienda. - Vamos, entra, estarás helado.

- Pues la verdad es que sí, Maddie. - Parecía una tontería pero me encantaba que dijese mi nombre. 

Me metí rápidamente en la trastienda, de mala gana me puse el uniforme y salí al mostrador. Y ahí estaba él, sentado en la mesa de siempre, con esa carita de bueno que ponía siempre. No podía pensarlo dos veces porque me volvería loca... ¡Seguía siendo un desconocido! Y yo lo había besado... No era propio de mí. Pero me gustaba ser así, él me hacía ser así.

- Maddie, ¿podrás ponerme un refresco, por favor? - Preguntó alzando la voz. Llevaba puesto un abrigo que le hacía parecer muy sexy. ¿A quién le sienta bien un abrigo? A nadie, ¿verdad? Pues a él sí. Todo le quedaba bien, era... perfecto. ¡Ay, basta ya! Parecía tonta pensando este tipo de cosas.

- Sí, ahora mismo te lo pongo. - Le respondí con mirada dulce. Ya está, estaba perdida, no sabía controlarme delante de él. De pronto empezó a entrar gente en la tienda, mucha clientela. Para el negocio, genial, para mí en ese momento, una molestia.

- Hola, ¿podría ponerme una magdalena de chocolate?

- Buenas tardes, ¿me sirve un café y un trozo de pastel?

- Buenas, ¿tendría tarta de frutos secos?

¡AAAHHH! Me estaban poniendo enferma, hablando todos a la vez. Durante 20 minutos estuve tan ocupada sirviendo platos y atendiendo mesas que me olvidé completamente de Peter. Pero, cuál sería mi sorpresa, que al pasar el follón, él seguía ahí, mirándome con ojos tiernos. Me acerqué a su mesa y le susurré unas disculpas, me parecía grosero haberlo dejado allí solo.

- No tienes de qué disculparte, Maddie. Estás trabajando. - Su sonrisa me alivió, al igual que su respuesta. Entonces me dijo: 

- Tienes que decirme dónde vives, así podré ir a verte. No puedo pasar tantas horas sin ti. - ¿Me lo estaba imaginando todo? ¿O es que se pasaba de perfecto? Bueno, ya está, se acabaron estos pensamientos. Él es un tipo cualquiera y yo una chica del montón.

- Mmm... Sí, claro. - Me estaba poniendo roja, lo notaba. - Vivo en... - Una señora de la mesa de al lado requería mis servicios en ese preciso momento, por lo que le hice una seña a Peter y me marché a atenderla. - Luego hablamos. - Le susurré.

Después de otro largo rato de atender a gente desagradecida que no dejaba ni un céntimo de propina, me senté a descansar y miré hacia su mesa. ¡Peter! Ya no estaba... Seguro que se había cansado y se había ido... Me sorprendió, la verdad, aunque más bien me entristeció. Últimamente él era mi motivación a la hora de ir al trabajo. 

Regresé a casa cuando acabó mi turno. El frío había aumentado y en casa había calefacción, lo cual fue maravilloso, un calor muy agradable inundaba todos los cuartos. Mar estaba tirada en el sofá, mirando una revista.

- Hola, ¿qué miras en la revista? - Le pregunté curiosa. Mar tenía un aspecto bastante malo, para lo que suele ser ella. Normalmente, aunque esté en pijama o al salir de la ducha, está guapa, con una ropa bonita y un aspecto impecable. Hoy no. Su melena rubia parecía paja, su ropa no era del todo... normal y su cara estaba... rara. No sabía qué podía pasarle. - Oye ¿estás bien?

- Nada... miro por mirar. Estoy acabada. Mi vida es un asco. Ni si quiera me he peinado... Hazte una idea. - Mar hablaba con dejadez. No parecía ella, peinarse era un ritual para ella.

- ¿Qué te ha pasado, amiga? Cuéntame. - Me estaba preocupando. Me senté a su lado en el sofá. El salón lucía la nueva capa de pintura azul que Mar había comprado, ni eso parecía animarla.

- Hoy un perrito ha perdido una pata... Por mi culpa. - Ah, vale, ya está. Tenía que ser algo de eso. A Mar le encantaba su trabajo, pero más de una vez le había traído disgustos. 

- Oh... es una pena. Pero por lo menos está vivo. ¡Piénsalo! - No sabía cómo animarla.

- Sí... Vivo y sin una pata. Pobre perrito... - Mar rompió a llorar y yo no supe cómo reaccionar. 

- Mar, porque no te vas a dormir. Mañana será otro día, entenderás que todos los días animales y personas pierden miembros y no pasa nada. - Abracé a mi amiga que asentía sollozando.

- Vale... buenas noches. - Respondió con desgana y se fue a dormir. Yo fui también para mi habitación a ponerme el pijama y entonces, cuando me decidí a dormir, sonó el timbre. Fui lentamente para no despertar a mi afligida amiga y entonces, una sorpresa apareció ante mis ojos. 

¡Un ramo de flores con una nota! "Un clásico, me esperaba más de ti, Peter" pensé. Y entonces fue cuando vi, al lado del ramo, un periódico... Donde, en la portada aparecían nuestros nombres con letras recortadas de otro periódico. Una sonrisa se dibujó en mi cara, me había salido del alma. Cogí el ramo y la nota, deseando leerla. Estaba perfumada, olía a él. Decía lo siguiente:

<< Maddie, busqué tu dirección en la guía, no te preocupes. Cuando quiero algo, lo consigo. Espero que te guste ese periódico, para tu futuro quiosco. Un beso. Peter. >>

Después de todo, no estaba tan mal esto de estar enamorada...

Nací para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora