III. Nadie me escucha.

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Día uno.

Me despierto sobresaltada al escuchar los gritos que provienen del cuarto de mis padres. Creo que algo malo acaba de suceder, ellos nunca pelean tanto. 

Pero cuando finalmente los observo, intento calmarme. No me gusta ver a la gente pelear, siento que no hay nada tan terrible como para llegar a decirse cosas que luego pueden llegar a lamentar. Lo peor es cuando empiezan a remover cosas del pasado para herirse mutuamente. Por eso nunca en mi vida me quejo o comparto mi opinión con los demás. Puedo parecer un poco estúpida cuando no logro defenderme pero es que no lo consigo. Soy demasiado buena, creo.

—¡Dejen de gritar!

Pero no me escuchan. Estoy parada frente a ellos pero siguen gritándose, como si no estuviera ahí. 

—Nunca te preocupas por nosotros, lo único que haces es pensar en ti. No te importa si alguno de nosotros esta sufriendo... todo el mundo debe girar alrededor de ti.

—¿Como puedes decir eso luego de que deje todo por ustedes? —Manuel, su padre levantó la voz— ¡Lo único que hago en esta vida es trabajar! Soy quién paga todos tus caprichos y todavía quieres más...

—Siempre te quejas de todo, criticas a los demás, vives envidiando lo ajeno. Es como si no tuvieras algo mas importante que hacer...

—¡Ya basta!

Pero siguen sin escucharme. No me extraña, sigo siendo invisible para todos. Hasta para mis padres.

—¿Y vos qué haces? Estás todo el día en casa viendo televisión, nunca salís del barrio... una ermitaña a la cual le encanta...

—¿Estás insinuando que soy una vaga? Eso no te lo permito. Después de todo, soy yo quién se encarga de mantener esta casa impecable.

—Ya esta, me canse de que todo el tiempo quieras darme ordenes. No pienso escuchar ni una palabra más...

Entonces decidí alejarme de ellos. Mi hermanito Ciro estaba en su habitación, sollozando. Ninguno de los dos se detuvo a pensar en él y en como podía afectarle su pelea.

—Tranquilo, te prometo que esto va a pasar.

—¿Me das un abrazo? —preguntó su hermanito.

Ella asintió mientras se acercaba a él y intentaba consolarlo. Ciro todavía era muy pequeño para comprender que sus padres tenían problemas muy serios y aunque deseara que arreglaran sus diferencias para volver a estar en paz como familia, probablemente no ocurra. Cuando los padres pelean por mucho tiempo significa que las cosas no están bien. Ni todo el amor del mundo podría hacer que pudieran recomponer su relación. 

* * * 

¡Vaya ejemplo!

De camino al colegio pensé que lo mejor seria prender la radio, para que mis padres no pudieran seguir hablando entre ellos. Aunque funcionó, ninguno volteaba a verse. No querían hacer contacto visual. Papa se distrajo en el camino y mamá prefirió leer una revista. 

Cuando dejaron a mi hermanito en la escuela, empezaron a discutir de nuevo por lo que busqué mis auriculares. Puse mi tema favorito hasta el máximo y me olvide de sus voces por un rato. Luego, me di cuenta que había llegado tarde a clases por lo que tuve que sentarme junto a Blas. 

—¿Y esa cara?

—Es la única que tengo...

—Tranquila, amiga —susurro Blas—. ¿Qué paso?

¡Al fin! La primera persona en todo el día que se preocupa por mi. Porque al parecer, a nadie le importa como me siento...

—La verdad es que...

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