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- DARK PARADISE -

Aquella noche Soyeon no pudo dormir. Estuvo removiéndose incómoda entre las sábanas de la cama, con los latidos de su corazón inundado la habitación. No estaba preparada para lo que le venía, al menos no para la idea de afrontar de nuevo a la pelirroja. Se lanzó hacia un precipicio sin fondo al prometer una promesa que ella misma sabía que no iba a cumplir. ¿Sería capaz de hacerlo, de evitar que muriera? No estaba para nada segura de ello y el propio miedo empezó a hacer efecto en su sentido nervioso, bloqueándola. La pelinegra no quería el que hubiese un mañana, tan solo seguir durmiendo para así nunca despertar y encarar la cruda realidad.

Unos leves golpes en la puerta la hizo sobresaltar. Era Akira, avisándola. Lo cierto es que Soyeon, desde niña, siempre ha tenido el mal hábito de no despertarse a su hora, por lo que su abuela cada mañana se cercioraba de que se levantara a tiempo. Y con el sudor recorriendo su cuello, suspiró abatida abriendo al fin los ojos. Involuntariamente se levantó de la cama sin importarle el hecho de haber dejado las sábanas blancas sobre el suelo. Se metió directa en la ducha, abrió el grifo y dejó que el gélido roce del agua recorriera su bronceada piel. Elevó la cabeza hacia el techo con los ojos cerrados, intentado vaciar la mente de toda pesadilla posible, pero irremediablemente aún había demasiado ruido irrumpiendo en su interior como para siquiera alejarlo de ella. No pudo evitar golpear el mármol de la pared con los nudillos.

Tras salir del baño y volver de nuevo a la habitación, la ropa esparcida desordenadamente sobre su escritorio le llamó la atención. Entonces fue cuando cayó en la cuenta de que aquella noche tampoco había estado sola. Soyeon se dirigió rápidamente hacia la barandilla de las escaleras, asomando medio cuerpo con el fin de tener un mejor ángulo y divisar a cierta tailandesa sentada sobre el taburete de madera de la cocina. Pero ahí no había nadie, tan solo el agradable aroma a tostadas y café. La pelinegra buscó con la mirada a la chica con desesperación, hasta que se topó con los ojos de su abuela analizándola desde la entrada de la cocina con una taza de café entre sus manos.

— Cielo, ¿qué haces ahí? — Preguntó curiosa la mujer, entrecerrando los ojos. — Vistete y baja a desayunar. O llegarás tarde a clase, de nuevo. — Enfatizó Akira dando un largo sorbo al líquido amargo.

Soyeon tragó saliva nerviosa, desviando con avidez el rostro para así no afrontar la intuición divina de su abuela. Si tardaba demás en quitar su vista de la de ella, entonces acabaría bajo sospecha de Akira, a quien se le daba demasiado bien adivinar cualquier tipo de secreto.

Era miércoles, lo que quería decir que había clase. La noche anterior las chicas decidieron pasar todo el día en su casa, incluyendo la noche del martes, para así ir juntas al instituto una vez despiertas. Lo curioso es que Minnie estuvo con una sonrisa plasmada en los labios en todo momento, ignorando por completo lo sucedido entre ella y Soyeon en el aseo de la planta inferior. Y como era de esperar, la pelinegra no habló bajo ninguna circunstancia sobre el tema, aunque el remordimiento la quemara por dentro. No tuvo el valor de darle una explicación a la tailandesa, ya que en el fondo no había una sola que justificara lo que hizo. Sabía perfectamente que la usó para rellenar aquél vacío que inundaba su pecho, en un acto totalmente desesperado por camuflar la ansia de poseer a la pelirroja. Pero el deseo inexplicable que carcomía a Soyeon era más fuerte que ella. Incluso más fuerte que el propio miedo.

La adolescente dejó la toalla sobre la silla giratoria del escritorio, mojando el respaldo de este. Por lo general, Soyeon era una persona bastante desordenada, lo cual no era de extrañar el que dejara las cosas tiradas en mitad de la habitación sin llegar siquiera a importarle. En medio del caos hallaba su propio orden. Se entalló unos vaqueros grises holgados y un top blanco de tirantes corto con el estampado de las manos de Miguel Ángel dibujado sobre la tela. Siempre sintió cierto apego hacia el arte, por lo que le gustaba usar prendas que incluían sus obras favoritas. Agarró una camiseta ancha y larga junto con unos pantalones cortos más unas deportivas blancas antes de salir del cuarto y bajar a la cocina.

• O F T E N •    {SoJin/2So}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora