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- MISTAKE -

Abrió los ojos con agresividad, respirando abruptamente y apretando con desesperación el cuello con una de sus manos. Por un instante sintió que sus pulmones dejaron de recibir aire, que ya no llegaría el oxígeno al cerebro y su corazón dejaría de bombear sangre. Solo por un segundo lo llegó a creer. Pero no, ahí la podías ver, con algunos mechones pegados a su sudada frente y la mirada perdida.

Soyeon estaba aturdida, tenía las palmas de las manos totalmente empapadas y la retina de los ojos enrojecidas. No era capaz de enfocar bien la vista, y el constante murmullo del fondo que sonaba como un eco en su interior empezaba a desorientar todos los sentidos de la pelinegra.

— ¿Soyeon? — Resonó una melodiosa voz a través de su oído interno. — Esto va a ser más difícil de lo que pensé...

La pelinegra estiró el brazo, en busca de esa voz que la nombró, que hablaba a escasos centímetros de ella. Hasta que un suave roce en su mejilla consiguió hacerla despertar.

Los grisáceos orbes de Akira brillaban entre las sombras proyectadas por las velas de la pared. La mujer se hallaba en un silencio ensordecedor, totalmente acongojada por los hechos ocurridos anteriormente. Tenía miedo. La escena de su nieta temblando sobre su sillón de lino blanco, semidesnuda, con las pupilas dilatadas y el cuarzo rosa sobre sus manos, la tenía completamente aterrada. ¿Cómo lo pudo permitir? Ella, quien juró solemnemente nunca más hacer uso de aquellas piedras malditas. La mismas piedras mágicas que la condenaron de una manera tan ruin y miserable de por vida. Akira bajo ningún concepto aceptaría tal bochornosa derrota, era un acto totalmente vil por parte del destino y la mujer tras duros años de sufrimiento no se dejaría aplastar de nuevo. Antes preferiría morir a ello.

— Este no fue el trato, no señor. — Vociferaba la mujer mirando fijamente la piedra brillante. — Prometo que acabarás recordando cada letra de mi nombre, te acordarás de mí. — Enfatizó con furia.

Pero cierta pelinegra la sacó de sus pensamientos.

— Mamá que está pasando. — Dijo en un hilo de voz Soyeon, clavando las uñas en sus desnudos muslos. — Dímelo. — Suplicó desesperada. — Porfavor dímelo ya.

Akira le dedicó una melancólica mirada. Intentaba encontrar las palabras correctas con las que decirle la verdad a su nieta. Lo iba a hacer, estaba más que dispuesta, pero el nivel de energía de la adolescente era totalmente nulo, estaba exhausta. Y no fue de extrañar para la mujer el que acabara cediendo al cansancio, al menos durante unos escasos minutos. Akira sabía perfectamente que Soyeon se encontraba confusa, sin llegar a entender que aquella turbada situación le estuviera pasando a ella, que el hecho de presenciar un jodido salto en el espacio tiempo en realidad se tratara de un mal sueño. Un salto que ella misma había provocado. Pero era tan joven para saber de la existencia de todo aquello que la rodeaba, que sintió el inevitable deseo de dejarlo pasar. Como si nada hubiera pasado. Tan solo olvidarlo, hacerlo desaparecer.

Imposible. Era totalmente imposible. Antes o temprano lo acabaría descubriendo, y si eso ocurría entonces todo terminaría peor de lo que ya estaba.

— Vale, pero esto no es fácil de procesar Soyeon. No es ningún juego, ¿me entiendes? Es la realidad, una muy peligrosa. — Empezó diciendo la mujer, avisando a la menor por lo que estaba a punto de confesar esa noche. — ¿Recuerdas la historia que te contaba cuando eras una niña? ¿La que tanto te gustaba antes de dormir?

Afirmó rápidamente la pelinegra, intentado calmar su respiración errática.

— Cuando cumplí los dieciocho mi madre me obsequió mi primera 'Caja del Destino', con las tres piedras mágicas en su interior, la cual una de ellas la tienes justamente entre tus manos. — Akira señaló con los ojos la piedra, apreciando el bello color que poseía. — El cuarzo rosa es un mineral con mucho poder en su interior y por ende no es sencillo de manipular. Es necesario ser un Saltador desarrollado para llegar a hacerlo funcionar. 

• O F T E N •    {SoJin/2So}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora