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- AFRAID -

Soyeon se lanzó contra el cómodo colchón de su cama, suspirando de alivio por estar en casa después de una larga mañana. Pero había algo que no estaba bien, algo que se estaba despertando.

Aquel agudo dolor de cabeza se despertó de nuevo, quemándole por dentro. Notaba como los latidos de su corazón apretaban su pecho. Su caja torácica haciendo presión contra sus pulmones y su respiración cortándose en su garganta. Se estaba ahogando, sin más se estaba ahogando. En menos de un minuto la situación había dado una vuelta de ciento ochenta grados, donde miles de ráfagas de luz le inundaban la mente. Ella sabía perfectamente a que pertenecían, por lo que intentó retener con todas sus fuerzas los recuerdos de aquella noche, pero fue imposible. Por más que tratara de alejarlos de su cabeza, al final acababan venciéndola, a si que optó por reproducir una de las tantas canciones del repertorio del móvil. Cerró los ojos en el acto, concentrándose en la letra. Lo cierto es que no era la primera vez que la música la ayudaba a relajarse, donde la profunda voz del cantante conseguía calmar su pulso errático. Pero aveces, simplemente, no era suficiente.

Los gritos, las luces, el frío, el miedo. Tan solo para convertirse en; silencio, oscuridad, calidez. Menos el miedo. El miedo nunca desaparecía, era eterno. Incluso Soyeon juraba que la mismísima muerte huía de él. Una fuerza mayor que la hundía en lo más hondo del más hondo pozo, donde solo existía el silencio de la soledad, junto con las lágrimas saladas de sus ojos. Se sentía frágil, y las voces de su subconsciente volvieron a hablar.

"Voy a por ti escoria."

"Deberías haber muerto, con ellos."

"Suplica al destino. Porque vas a sufrir escoria."

"Escoria, escoria, escoria..."

Aquellas frías palabras haciendo más ruido que un cañón, rebotando en su oído interno, arañándole el tímpano a su paso. Soyeon había olvidado la última vez que pasó por uno de sus ataques, ya que hacia muchos años que no tenía esa ansiedad tan intensa. Solo cuando era una niña, donde gritaba en la oscuridad de su habitación, la tensión de su pecho bajaba y subía sin control alguno. Y como años atrás, Akira irrumpía en su cuarto, abriendo desesperada la puerta y apoyando su cuerpo sobre el colchón, sujetando los brazos de la pelinegra. De nuevo el pasado viajaba hacia el presente, repitiéndose otra vez la misma historia, el mismo miedo. ¿Pero porqué? Ni siquiera ella lo sabía, nadie lo sabía, tan solo el tiempo lo diría.

— ¡Soyeon! ¡Soyeon! — Vociferaba la mujer mientras agitaba nerviosa el cuerpo de la chica. — Mi niña despierta, despierta por favor...

El cuerpo de la pelinegra estaba ardiendo, y empapado en sudor. Temblaba entre los brazos de Akira, a la vez que soltaba algunas palabras sin sentido, totalmente en trance. Dejándose dominar por sus peores pesadillas.

— Mi amor, despierta, vamos abre los ojos... — Susurró dulcemente, meciendo a su nieta para calmar su pulso. — Vamos mi niña, sé que puedes hacerlo, sé que puedes...

Los párpados de la pelinegra se abrieron abruptamente, moviendo descontroladamente sus ojos, los cuales no tenían un rumbo fijo. Soyeon se había despertado, pero sin llegar aún a ser consciente de lo que ocurría a su alrededor. Tan solo se aferraba a la rebeca de su abuela con fuerza, hincando sus uñas en la tela. Tragó saliva, notando lo seca que tenía la garganta y la sed que tenía.

— ¿Mamá? — Susurró débil la pelinegra, consiguiendo al fin calmar su pulso.

Akira acarició maternal la frente húmeda de Soyeon, cerciorándose de que su nieta hubiera vuelto realmente en sí y no siguiera en aquel profundo trance. Se fijó en las pupilas de la pelinegra, suspirando resignada al ver que estos se encontraban dilatados por la adrenalina.

• O F T E N •    {SoJin/2So}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora