• O F T E N • {SoJin/2So}

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- WHERE IS MY MIND? -

Aspiró profundamente, sintiendo como el humo quemaba su garganta; una bola de fuego arañándole sin pudor alguno. Gruñó inevitablemente, tosiendo por culpa de la asfixiante calada. Minnie sonrió divertida, llevándose el canuto a los labios, aspirando tranquilamente de este para luego soltar el blanquecino humo sobre el rostro de la pelinegra. Tan solo ella, de las tres chicas, era capaz de aguantar el ardor de la intensidad de la calada, de hecho estaba más que acostumbrada.

Soyeon en ese momento sentía como cada una de sus barreras se venían abajo; los muros de piedra rompiéndose en mil pedazos. Su cuerpo relajándose ante la suave caricia de los efectos de la droga, entregándose complemente a ella. Soltó una tonta risita, dejándose llevar por la nueva sustancia en su organismo, el cual empezó a hacer efecto con demasiada rapidez. Lo cierto es que el alcohol ayudó en ello. En un movimiento impulsivo, la pelinegra agarró ambas manos de sus amigas, arrastrándolas hacia el centro de la sala. Entre miradas furtivas y sonrisas ladinas, las tres chicas unieron sus cuerpos, quedando Soyeon en el medio. Empezó a mover de delante hacia atrás sus caderas, rozando así el abdomen de la rubia, quien se encontraba con uno de sus brazos rodeándole la cintura, pegada a su espalda. La música no dejaba de sonar, y la aterciopelada voz del cantante volvía el ambiente más pesado, más sensual.

La pelinegra tan solo quería desconectar de la realidad, dejar que su mente volara y que cada recuerdo de mierda desapareciera por unos minutos. Y entre el calor y la adrenalina del momento, Soyeon agarró los laterales de su sudadera, alzándola sobre sus hombros y dejando al descubierto su aceitunado torso. Poco le importaba el encontrarse semidesnuda con el sujetador de tela negra como única prenda superior. No era la primera vez que lo hacía y tampoco iba a ser la última. Minnie, quien se encontraba justo enfrente de ella, abrió levemente los ojos, para luego sonreír cínicamente, acercándose aún más al cuerpo de la pelinegra. Dejó descansado sus brazos en los hombros desnudos de Soyeon, y acercó sus labios hacia la oreja de su amiga, sin dejar las dos de bailar en ningún momento.

— ¿Quieres mi chaqueta? — Ofreció la tailandesa, pero Soyeon negó rápidamente con la cabeza. — ¿No? — Río divertida. — Vale...

Sin previo aviso, la tailandesa hincó sus uñas en los costados de Soyeon, tensándola por aquel acercamiento tan repentino. Minnie relamió sus labios, impactando su aliento contra la boca de la pelinegra, tentándola por segunda vez aquella noche.

— Estás borracha. — Dijo Soyeon, en un fallido intento de lucidez por su parte.

— Tú también. — Respondió la tailandesa, con la voz ligeramente ronca.

Tragó saliva nerviosa, sabiendo que tanto ella como la tailandesa no eran conscientes de sus actos y que en cualquier momento podía perder el control de sí misma, cayendo en la tentación. En aquella tan dulce y prohibida tentación. Pero se sentía tan sola, que ya nada le importaba, siquiera las consecuencias que aquello le conllevaría. Así que Soyeon acabó por unir sus labios con los de Minnie, mezclando su sabor con el de ella. Enterró sus dedos entre los cabellos de su delgada nuca, sintiendo como acariciaba con estos su suave piel. Sus labios se movían al compás del otro, donde jugaban con la punta de sus lenguas y la calidez de sus cuerpos se unían. Soyeon suspiró al ver que la tailandesa se había desconectado de sus hinchados belfos, su respiración se volvió más pesado e inconscientemente se mordió el labio inferior.

¿Los amigos se besan? Si, por supuesto que si. Era divertido y no significaba nada para ellas, almenos no en ese preciso momento.

— ¿No tenéis hambre? Yo me muero de hambre. — Soltó de repente la rubia, abrazándose a la espalda de su mejor amiga.