La vecina más amargada del mundo
Mara
Odio mi vida.
Odio no tener dinero.
Odio a mi madre que se la pasa de casino en casino.
Odio que mi novio pase más tiempo con sus amigos que conmigo.
Odio a los profesores de la universidad.
Odio esta ciudad llena de gente desalmada. A veces creo que se ponen de acuerdo para joderme la existencia cada maldito día.
Pero no siempre me siento así.
Todo cambia cuando llego a mi departamento, mando al carajo los mensajes que me llegan al grupo de chat de estudiantes, cierro los libros sobre Derecho y me tiro sobre la cómoda cama.
Si dormir es gratis, con gusto lo hago para toda la vida.
Paz, tranquilidad, silencio.
Es lo poco que necesito para ser completamente feliz.
O eso creía hasta que él llegó.
Ese tano rancio que no paraba de tocar el violonchelo. ¿Acaso la vieja decrépita esa no le mencionó que por las noches no están permitidos los disturbios?
Y esa melodía.
La música clásica me sacaba de mis casillas.
A otros los relaja, los duerme. A mí me desespera.
Las vibraciones sobre mi cielorraso me hacían perder los estribos. ¡Callate de una vez, la que te parió!
Una, dos, tres noches seguidas tocó su instrumento hasta las cuatro de la madrugada.
Por más que me incrustase los auriculares en los oídos, el molesto ruido me atormentaba.
No podía relajarme.
Si no podía relajarme, no podía leer.
Si no leía, no entendía de lo que hablaban luego en las clases de la universidad.
Jodida carrera.
Jodidos textos con palabras rebuscadas.
Jodido tano rompe bolas.
(...)
—Che, amiguito —y el camionero en mi interior salió para luchar—. ¿Te jode si te pido que le bajes a la música?
El chico estaba bajo el umbral de la puerta, la cual tenía apenas abierta.
Me miraba con extrañeza, como si no entendiera una sola palabra de lo que decía.
Uh, ¿cómo le explico a este pibe*?
—Bajar la música —comencé a hacer mímica rara con mis manos a medida que hablaba—. No tocar cuando el sol se va. ¿Sí?
—Mi scusi*.
—Salud.
Le eché una última mirada sobre el hombro y caminé hacia las escaleras de emergencia.
El edificio era algo antiguo así que su único, pequeño e incómodo ascensor no era la mejor opción para mí.
Ya en mi hogar, me dispuse a adelantar la lectura de las materias que cursaba el siguiente lunes.
Era viernes y, mientras mis otros compañeros aprovechaban para disfrutar de los placeres de la vida, yo me la pasaba leyendo y haciendo puro resumen.
Tenía un lema de vida: «Planea todo antes de que suceda. Sorprende a la vida antes de que te sorprenda»
Silencio absoluto.
Ya podía relajarme.
Agarré el manual y lo abrí en la hoja cuya esquina había dejado doblada.
«Monstruo» me dirían ustedes «¿Cómo te atreves a doblar la preciada hoja de un libro?»
Es un libro académico, no una novela bestseller con una trama asombrosa y llamativa.
En cuanto terminara la carrera, quemaría todos estos jodidos manuales y...No.
No.
¡No, no, no!
El tano de arriba había comenzado a tocar nuevamente.
*Pibe: chico, muchacho.
*Mi scusi: perdone.
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Todos los sueños mueren en Buenos Aires [✔]
Short Story«Bienvenido a la ciudad donde ningún sueño se cumple» _________________________________ Luego de abandonar a su familia en Sicilia, Italia, Luca Mancini llega a la capital de la Argentina para perseguir su sueño de convertirse en un famoso músico. T...