Capítulo 2

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Entre México y China, me voy a Argentina

Luca

Estaba en el aeropuerto, eufórico por la aventura que comenzaba en terreno desconocido.

El problema: no sabía cuál sería aquel terreno.

Los demás países de Europa no eran una opción. Un solo tren de distancia no era para nada arriesgado.

Quería empezar a tomar riesgos, a ser independiente y osado. No podía hacerlo si estaba a unas estaciones de la casa de mis padres.

Vi el tablero gigante que indicaba los horarios de cada vuelo, las aerolíneas y sus respectivos destinos.

Eran tantos nombres que mi cabeza comenzó a dar vueltas, una laguna de desconocimiento se hizo presente en cuanto quise ubicarlo en un mapa imaginario.

¿Estados Unidos? Demasiadas trabas para extranjeros.

¿China? Demasiadas personas.

¿México? La comida picante me inflamaba el intestino.

Cada opción era menos adecuada para mí que la anterior. Así que me aferré a mi poco equipaje y tomé asiento en una de las bancas, donde una familia charlaba a un par de metros de distancia.

No podía entender con claridad qué decían pero deduje que era español el idioma que hablaban.

Un detalle en el bolso de la madre de familia me llamó la atención: la bandera celeste y blanca bordada con lentejuelas brillantes.

Creí haber visto antes esa bandera. Quizás en algún evento deportivo que mi padre solía poner en la tele. Básquet, polo, quizás fútbol.

Mi recuerdo se esclareció y todo parecía querer mejorar.

Argentina sería mi próximo y único destino.




El avión arribó en el aeropuerto de Ezeiza varias horas después.

El aire limpio puliendo mis fosas nasales. Soñaba despierto las maravillas que me encontraría en aquella ciudad que tanto anhelaba visitar.

Ya había oído que Buenos Aires era una ciudad hermosa, con arquitectura que le hacía justicia a la historia colonial y espectáculos dignos de admiración.

Después de pedir instrucciones a un hombre local, tomé el primer autobús que se detuvo en la estación.

Con mis pocas facultades en el habla hispana, le señalé al conductor mi destino.

Me aferré a mi maleta y al enorme violonchelo en su respectivo estuche. A partir de ese día, mi aventura comenzaba oficialmente.

Lejos de casa pero no me iba a arrepentir justo ahora. Ya la decisión estaba tomada, nadie podía detenerme en mi afán de alcanzar mis sueños.

A mitad de camino mi teléfono empezó a sonar.

Madre.

Controlé mis impulsos de darle al botón de «responder»
Mi madre podía estar preocupada al darse cuenta que me había marchado del país. Esta vez de verdad.

Pensé en la expresión que mi padre posiblemente había hecho al enterarse de mi repentino deseo por irme de Sicilia.

No quiero que me malentiendan, pero a veces las ciudades más bellas a la vista son las que más oscuras se vuelven al cerrar los ojos.

—Che, tano —el chofer me llamó, me levanté de mi asiento y caminé hacia donde él estaba—. Bajate que ya llegamos. Pero por acá no, por atrás que sino me armas un bolonqui*.

Asentí de forma veloz y agradecí antes de bajarme a tropezones del vehículo.

Me quedé boquiabierto.

Los edificios, los locales, la composición entre lo antiguo y lo moderno.

Simplemente hermoso.

Bien, ya estaba aquí.

¿Y ahora qué?

No tenía donde quedarme, los hoteles estaban carísimos y los pocos ahorros que llevaba conmigo tenía que cambiarlos primero en el banco.

¡Demonios! Tengo que organizar mejor mis asuntos antes de lanzarme de lleno a la boca del lobo.

Tonto, tonto, tonto.

—¿Estás perdido?

Esa extrañamente gentil voz me sacó de mis pensamientos. Y la sonrisa de una anciana desdentada abrazó a mi desesperante soledad.

Scusami, non ho visto che eri lì*.

—No te entiendo, querido —pese a ello, ella seguía sonriéndome—. ¿Estás por turismo?

—Eh, no —hice memoria para ver cómo hacer esto menos vergonzoso—. Io* busco posto* donde quedarme. Io no busco turismo.

La mujer me dio un vistazo de arriba a abajo con sus ojos saltones, como intentando examinar qué tipo de persona era.

—Mi hijo acaba de mudarse de su viejo departamento. Puedo mostrarte si tan apurado estás.

Confiar en una anciana que acabo de conocer e ir a su supuesto departamento. Arriesgarme a que sea una traficante de órganos por eBay que lo único que quiere es aprovecharse de un pobre desconocedor de los alrededores.

O irme corriendo y exponerme a pasar la noche que se acercaba lentamente en un banco de la plaza, como un sucio vagabundo ante los peligrosos delincuentes que podrían matarme solo para arrebatarme mis objetos materiales.

Justo ahora, la posible traficante de órganos no parecía tan malévola.




*Bolonqui: modismo argentino que significa lío, desmadre.

*Scusami, non ho visto che eri lì: Disculpe, no vi que estaba ahí.

*Io: yo.

*Posto: lugar.

Todos los sueños mueren en Buenos Aires [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora