Capítulo 4

75 21 26
                                    

Trabajos deplorables

Mara

No paró de tocar hasta que dieron las cinco de la madrugada.

A este punto ya me estaba volviendo un zombie.

Observé mis espantosas ojeras en el espejo una vez más. Mi pelo enmarañado no daba tregua al cepillo que ya había perdido un par de dientes.

Me pregunté qué estaría haciendo el vecino de arriba.

No es que me importase, pero me daba curiosidad el cómo podía sobrevivir en una ciudad como esta.

¿Tendrá trabajo? ¿Está pensando estudiar alguna carrera?

¿Por qué alguien como él quiso desperdiciar su tiempo en un lugar tan tétrico y complicado?

No lo entendía. Jamás lo haría.

Si tuviera el dinero suficiente, ya me habría mudado a Europa, Estados Unidos, ¡incluso a algún país asiático!

Pero como dije antes: la vida tenía otros planes para mí.

Existen personas tan afortunadas que pasan el resto de sus felices vidas en mundos privilegiados. No deben preocuparse por el mañana porque su futuro ya está resuelto.

Para mi infortunio, no soy una de esas personas.

Yo me levanto cada día pensando que tengo que dividir mi tiempo entre el estudio y el trabajo.

Vivo preocupada porque no sé qué me deparará el futuro. No sé si mañana estaré tan bien como lo estoy hoy.

Ser una luchadora es difícil.

Pelear por algo es difícil.

Así que, querida persona privilegiada cuya vida ya está planeada, da gracias por lo que tenés porque en un mundo tan basura como este el estrés solo ataca a los que menos se lo merecen.

(...)

—¡Mara!

Mi jefa me llamó desde la caja registradora.

Trabajar en un supermercado local era deprimente. La paga apenas cubría los gastos de mi departamento. Las expensas estaban por las nubes, y un trabajo de medio tiempo no era lo ideal por así decirlo.

—Te dejo la caja registradora por diez minutos que me tengo que ir a buscar a los chicos al colegio.

Sabía que esos diez minutos se traducían a media hora, sumado a que la mujer se quedaría charlando con las otras madres de la escuela donde sus hijos asistían.

Luego de que se marchara solo quedábamos la otra empleada, cuyo nombre no sabía ni me importaba, y yo.

El ambiente era tranquilo.

Hasta que él cruzó la puerta haciendo tintinear la pequeña campanilla que colgaba del marco.

De todos los supermercados de la zona, ¿justo este tenía que elegir?

—Bona día —se notó que estaba practicando el español, todavía no era bueno—. Io estoy buscando una pasta e tomate... Salsa de tomate, ¿sí?

Sus intentos por pronunciar correctamente se me hicieron tiernos.

Por otro lado, mi compañera de trabajo se limitó a reír soltando una sonora carcajada.

Ridícula.

— Son noventa pesos — le mencioné una vez puestos los productos dentro de la bolsa reutilizable.

—¿Y cuánto es eso?

Iba a responderle cuando la otra mina dijo:

—Si no sabés cuánto es, ¿para qué carajo venís a comprar acá?

Sí. Mi vecino nuevo podía ser insoportable, ruidoso e incompetente pero ella no tenía ningún derecho de tratarlo así.

—Che, vos —se señaló a sí misma con confusión—. ¿Y quién más sino? Hay cajas en la bodega que necesitan ser desempacadas.

—Pero estoy etiquetando estos productos.

—Mensajear con tu ex no es etiquetar productos —escuché cómo bufaba, había sido descubierta—. Aparte no te pregunté. Anda antes de que la jefa llegue y te dé una patada en el culo por no hacer bien tu trabajo.

Cabizbaja y un poco avergonzada, se marchó a la bodega.

El tano seguía parado frente a la caja registradora, como si no hubiese presenciado lo anterior.

Sus ojos oscuros se veían tan brillantes que sentía quemarían mis sensibles retinas. Parecía un chico alegre, inocente, algo perdido y desorientado.

Era como un pequeño Bambie en el tenebroso y denso bosque.

—La casa invita, tano —sabía que luego me arrepentiría de esto porque la casa no invitaba un carajo, todo salía de mi bolsillo de pobre—. Llevate eso y rajá antes de que cambie de opinión.

Y, aunque estoy segura de que no entendió ni la mitad de lo que le dije, ver esa sonrisa sincera de oreja a oreja alegró un poco el horrible sábado que estaba sobrellevando.




¡Hola, mis brujitos!
Acá un nuevo capítulo sobre la horrible vida de Mara jaja.

¿Qué les pareció? No olviden comentar y votar💜

Todos los sueños mueren en Buenos Aires [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora