Capítulo 9

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La razón

Mara

Iba caminando por los pasillos de la universidad, esos que conectaban las facultades de Ciencias Jurídicas y Ciencias Exactas.

Estaba bastante preocupada por Luca. Hacía dos días había comenzado su nuevo trabajo y se lo veía más agotado, tanto que apenas llegaba a su casa y ya se echaba a dormir.

¿Que cómo lo sé?
Hace dos noches que no toca.

Y, aunque era lo que deseaba desde un principio, se sentía vacío. Las madrugadas eran aburridas sin su música, ¡ni siquiera podía concentrarme en lo que leía! Me ponía a mirar el cielorraso como si fuese lo más interesante del mundo.

Y en mis desvelos nocturnos que ocupaba pensando en él y su salud, me retrasé con un trabajo de la escuela.

Ahora corría de aula en aula buscando a la profesora para dárselo y que no me reprobara la maldita materia.

—¡Mara!

Detuve mi andar de golpe y vi a Martín acercándose con apuro.

—Qué bueno que te encontré —sí, quisiera poder decir lo mismo pero mis ganas de golpearte no me dejan—. ¿Estás muy ocupada?

—Demasiado, chau —pero apenas di un paso y él ya me agarraba fuerte del brazo—. ¿Qué te pasa, gil? Soltame o te doy una patada en las bolas.

—Te extraño, Mara —uy, sí, qué chiste—. Mi vida no es la misma sin vos. Intentémoslo de nuevo.

—¿Y qué pasó con tu amiguita, eh? —pregunté con odio en mi voz—. ¿A ella también la hiciste cornuda?

Martín se acercó a mí lentamente mientras yo me alejaba. Los alumnos que estaban en receso nos miraban como si fuésemos un espectáculo.

—Yo te amo, Mara. No seas mala y dame un besito que la gente nos mira.

—¡¿Y a mí qué mierda me importa que nos miren?! —estallé, mis ganas de escupirle no me faltaban—. Si lo hacen es porque sos un ridículo necesitado de atención, mujeriego imbécil.

—A mí no me hables así, zorrita —me amenazó aparentando los dientes, haciendo más fuerte el agarre en ambos brazos—. Por tu orgullo de mierda ando en boca de todos. Me ven como el gil que jugó con tus sentimientos.

—Uy, ¿por qué será? —pregunté con sarcasmo. Él se lo tomó mal y me sacudió—. ¿Y ahora sos violento? Felicidades, vamos escalando niveles.

—¿Estás bien, nena? —una mujer que estudiaba conmigo se acercó, mirando de reojo al tipejo frente a mí—. ¿Necesitas que llame a algún profesor?

No pude siquiera responderle a la amable mujer porque ya Martín me tenía acorralada contra la pared de ladrillos.

Escuché que algunos chicos le decían desde lejos que me soltara o llamarían a la policía. Las mujeres ya lo andaban insultando.

Sin embargo, el continuó presionando mis muñecas. Me dolía horrores.

No podía quedarme sin hacer nada. Nadie vendría a ayudarme, los profesores estaban impartiendo clases en el piso de arriba. Los que estaban alrededor solo lo amenazaban, pero él no era de esos tipos asustadizos.

Como pude, liberé mi pierna derecha y le di de lleno en sus partes con mi rodilla. Él respondió con un gesto de dolor, soltándome al tiempo que lo empujaba lejos de mí.

No me detuve a ver cómo había quedado o si las personas me estaban viendo. Solo tomé mis cosas y corrí hacia la salida.

A las afueras, choqué contra alguien que pasaba casualmente por ahí.

Todos los sueños mueren en Buenos Aires [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora