Epílogo

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¡Hola! Sé que han pasado siglos, pero tardé tiempo en encontrar las ideas correctas para concretar este Epílogo. Espero que lo disfruten, y que cierre definitivamente en sus mentes la idea de Madison y Grayson.

Disfruten.

———
Cuatro meses después,
Grayson.

Veo a Madison agacharse frente a la reciente sepultura. La tierra aún está fresca, como si el entierro hubiera sido ayer.

Pero ya fue hace más de cuatro meses.

Mad deposita la rosa blanca sobre la tierra, que aparte de eso sólo tiene una lápida de cemento que dice "JONATHAN B. AUSTIN". Ni siquiera pone el año de nacimiento, ni el que murió. Nada.

"Sus padres no deben de haberse enterado aún." Dice ella.

Supongo que ella lo conoció bastante. Suficiente como para perdonarlo, y haber venido a visitarlo ahora.

"¿Estás bien?" Le pregunto. Desde aquí escucho un suspiro, y tras varios segundos me contesta.

"Sí, lo estoy. ¿Qué hay de ti?"

Yo miro la tierra desde aquí. Ahí está reposando el cretino que hizo sufrir a la chica que yo más amo.

Le hizo un daño que ella no merecía. La hizo sufrir.
Le hizo la vida miserable por años. Pero de igual forma... es la persona es a quién prefiero no guardarle rencores.

Flashback.

Me bajo de la moto a toda prisa, intentando aprovechar los minutos extra que tengo. A ver si Madison está atendiendo aún.

Antes de entrar, veo un auto antiguo que logro reconocer. Es el del tipo que sale con ella, Jona.

Ruedo los ojos, abriendo la puerta, y ahí está lo que no quería ver.

El idiota está sentado en una mesa, que da directo al mesón en donde Madison está secando unos vasos con un paño. Yo entro, y paso por su lado, mirándolo de reojo.

Suelto un resoplo por lo bajo, cuando noto que ni siquiera está sirviéndose algo. Sólo está mirando a Madison de forma directa.

Dejo a ese tipo atrás, y camino a la mesa en donde siempre estoy. Esta vez yo también miro a la morena.

Sé que sabe que yo he llegado. Lo sé, porque se ha puesto nerviosa, y porque ha estado secando el mismo vaso todo el rato que he clavado mis ojos en ella.

Por un momento, ella dirige sus ojos a mí. Sus pupilas color caramelo están sobre las mías, y me pone los pelos casi de punta. Es que es hermosa.

Para saludarla, le regalo una media sonrisa. Ella me da una también, con sus labios sellados, pero luego baja la mirada y sigue en lo suyo, rompiendo el contacto conmigo.

Luce tensa y asustada.

Y es obvio. Ese imbécil no la deja tranquila, ni siquiera en su trabajo. Tanto así que Mad no me ha dirigido la palabra en todos estos días, en los que he notado que él ha venido por ella a dejarla y a buscarla.

Señorita | Grayson Dolan | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora