Prólogo

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–___... ¡___!–oigo la voz de mi profesora a mi lado. Levanto la cabeza del dibujo que estaba haciendo en la libreta, para mirar esa cara de besugo que no hace más que interrumpirme. ¿Acaso alguna vez he bajado del notable? No, y nunca atiendo. ¿Por qué esta vez iba a ser diferente?– Es la tercera vez que te llamo la atención.

–Pero profe, no molesto a nadie. ¿No puede simplemente ignorarme?

–No. Tienes unas responsabilidades, debes dejar de atender a esos estúpidos dibujos que haces y empezar a centrarte en tu futuro académico, no siempre tendrás la suerte de sacar buenas notas sin haber tocado un libro. Además, di profesora, no solo «profe»– termina dirigiéndose de nuevo hacia el frente de la clase.

–Y estos estúpidos dibujos tienen más futuro que su relación con su marido y yo no digo nada– susurro en el último momento, haciendo que varias risas suenen alrededor de mí y que la profesora me mire con furia. Ah... ya la cagué.

–Salga de mi clase ahora mismo y quédese fuera. La esperaré al acabar la hora, más le vale no escaquearse de su castigo, señorita.

Vuelve a mirar al frente y va hasta la pizarra como toda una diva. Yo en mi sitio suelto un gran suspiro, resignada a mi destino, y cojo con pesadez la mochila para salir del aula. Una vez sentada en el pasillo y pensando en lo que dije no puedo aguantar una risa que tengo que ahogar tapándome la boca con las manos.

Tras un rato de jugar con las largas mangas de la sudadera extra grande que llevaba por encima del uniforme, de hacerme una gran cantidad de trencitas en mi pelo azabache y violeta, y de volver a revisar la enorme cantidad de dibujos que tengo en la libreta de matemáticas, veo que la puerta de la clase se abre de nuevo.

Al principio creo que vienen a decirme que puedo volver a entrar, así que empiezo a recoger todas las cosas que tenía tiradas por el suelo. Dios mío, no sé cómo es posible desordenar tanto en... ¡¿15 minutos?! ¡¿Solo han pasado 15 minutos desde que me echaron?! Miro al frente desesperada al oír la puerta cerrarse, y veo que no es la profesora quien está ahí. Es otro chico. Sí que debió irritarle mi comentario.

El chico me mira y se sienta como a 1 metro mío, apoyando la espalda en la pared y mirando hacia arriba. Es entonces que me doy cuenta de que es Akaashi Keiji, la persona más tranquila de la clase, ¿por qué carajos lo echarían? Viéndolo así de cerca me doy cuenta de que realmente sí que es guapo, pero no entiendo como una persona te puede gustar solo por su aspecto, es decir... ¿Y si es un mafioso?¿O un miembro de alguna secta rara? «Keiji el Illuminati» Ya me lo imagino en prensa.

–¿Está de mal humor, eh?– pregunto tras unos minutos de silencio en los que estuve mirándolo fijamente. Me sorprende que no se incomode con la pinta de acosadora loca que tengo ahora mismo.

Suelta una pequeña carcajada y me mira de lado con una sonrrisilla.

–No sé qué le dijiste, pero pareció afectarle bastante.

–Oh... bueno... verás... solo un inocente e inofensivo comentario sobre el éxito de su matrimonio...– río llevándome un mano a la nuca– ya sabes... lo normal en las relaciones alumno-profe.

–No creo que fuese lo más apropiado– me responde tranquilo mirando de nuevo al frente.

–Pues yo creo que sé por qué la dejó su marido– miro hacia delante yo también, cruzando los brazos.

Aún así, no sé por qué, este Akaashi me cae bien. Lo sé desde principios de año, aunque me esté guiando por las pocas veces que lo oigo hablar. Parece alguien de quien puedes fiarte.

La gran mayoría de personas me caen mal ya sea por hipócritas, pesadas, estúpidas o simplemente porque les guardo rencor. La primera impresión es fundamental para mí, y sé que no sonará correcto por eso de no fiarte siempre de lo que piensas, pero suelo acertar en la gran mayoría de casos.

–¿Y por qué estás fuera?– vuelvo a preguntar yo, animada de nuevo. Mis cambios de humor a veces son más rápidos que alguien corriendo con calcetines de Rayo McQueen y a veces puedo estar enfadada dos semanas por una tontería.

–Me «vio hablando» con Kumagai-san– dice haciendo comillas con los dedos–. En realidad solo hablaba ella y yo intentaba atender, pero estaba bastante molesta y a ella no iba a expulsarla.

–Esa chica es una perra, se cree que puede hacer lo que quiera solo por ser la hija del director– frunzo el ceño indignada, siempre era igual con esa clase de personas–. Y lo peor no es eso, lo peor es que todos se lo permiten. Seguro que solo estaba intentando ligar contigo por ser el chico de moda.

–Deberías dejar de insultar a la gente, Nakamura-san– me responde, aunque igualmente oigo como se ríe un poco por lo bajo. Eso hace que una sonrisa orgullosa aparezca en mi rostro, aunque no parezca sorprenderle eso de ser «el chico de moda».

–Si no insultase a la gente, ¿acaso me quedaría algo divertido en esta vida?– pregunto seriamente, volviendo la cabeza hacia el chico vagamente y fijándome en que él también me miraba– Lo más divertido es ver sus caras de sorpresa por escuchar que alguien se atreve a decirles la verdad a la cara.

–No sabía que el insultar a la gente podía ser un hobbie.

–No solo un hobbie, es todo un deporte que necesita mucho talento o años de entrenamiento.

–Ya.

–Es verdad.

–Todo el mundo puede insultar.

–Pero no con clase.

–No creo que la palabra «perra» tenga mucha clase– me río al escucharlo decir esa palabra.

–Porque ella no está aquí delante. Si estuviese me lo pensaría más– sonrío divertida–. Si no me expulsasen hasta le pegaba una patada.

–Entonces depende del contexto.

–Así es, pequeño saltamontes. Aún te queda mucho que aprender.

Me río abiertamente tapándome la boca con las manos y me dejo caer hacia atrás, quedando tumbada en el suelo con las piernas dobladas hacia arriba.

Me quedo así unos minutos, mirando al techo con los brazos en cruz e intentando pensar sobre alguna teoría conspiratoria. Es lo que más suelo hacer cuando me aburro, pero sentir la mirada del chico no me dejaba concentrarme. Aunque me la debía por lo del principio.

–Sé que estoy buenísima pero disimula un poco, galán– digo con una sonrisa de lado e incorporándome de nuevo.

–Solo me sorprende tu cambio de actitud con la gente– me responde simplemente, con la misma expresión seria de siempre.

–Jo, y yo que pensaba que me ibas a hacer un cumplido– vuelvo a tumbarme porque se está más cómodo y suelto una pequeña risa–. La mayoría de gente me cae mal, así que puede parecer que soy borde con todo el mundo. Pero en verdad con los que me llevo bien soy un amor. A veces– concluyo en un susurro.

–Entonces puedo suponer que no te caigo mal– no le veo la cara, pero estoy segura que me mira divertido.

–Sep– levanto una mano con el pulgar hacia arriba para que él lo vea y la vuelvo a dejar caer pesadamente.

–¿Entonces debería sentirme halagado?

–Tal vez. Si no me puedes soportar puede ser malo para ti.

–Me arriesgaré.

Sonrío aunque él no me vea y volvemos a quedar en silencio, cada uno pensando en lo suyo.

–Vosotros dos, os quedáis limpiando la clase hoy– oigo la voy de la cara-besugo desde la puerta.

Mierda, ya se me había olvidado el castigo.

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Bienvenidos y bienvenidas a mi primer fanfic! La verdad no soy muy experta en esto, pero intento hacerlo lo mejor que puedo y agradecería muchísimo que si os gusta dejéis un voto y comentéis :)

Espero que disfrutéis de mi humilde aportación a esta gran comunidad de wattpad ;3

Arriba, la ración de fanart del hermoso Akaashi que incluye cada capítulo. No sé quién los dibujará, pero los amo y admiro mucho.

Adiós!

Difícil || Akaashi KeijiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora