Capítulo 5 - Trampa gatuna.

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Hermione despertó nerviosa aquella mañana, no podía parar de dar vueltas

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Hermione despertó nerviosa aquella mañana, no podía parar de dar vueltas. Las sábanas que en un principio le habían parecido gélidas la noche anterior ahora ardían bajo su piel.

Con prudencia tanteo la mesilla de noche hasta dar con su varita y su reloj. Eran las seis y media de la mañana, todavía le quedaban más de dos horas para el primer día de Academia.

Extrañaba bastante su antigua varita. Aunque el diseño fuese similar y Ollivander le hiciese el favor de fabricarle una con las mismas características, no se sentía igual. La principal diferencia era el color, un tono bastante más oscuro al que había estado acostumbrada durante años a ver, pero en cierto modo se asemejaba bastante a ella, su alma estaba oscurecida debido a los sucesos de la Guerra.

Se puso una fina bata de satín beige para cubrir su infantil pijama y salió a la terraza para tomar un poco de aire. Las luces de la plaza comercial a la que daba la vivienda estaban completamente apagadas, sin embargo, el cielo comenzaba a deshacerse de la oscuridad y estaba lo suficientemente claro como para distinguir objetos. Al acercarse a la barandilla un agradable olor a pan recién hecho inundó sus fosas nasales y activó su apetito.

Al cabo de unos minutos escuchó un leve sonido provenir del interior de la gran casa. Con curiosidad se dio la vuelta para descubrir una luz encendida a través de una ventana. Una mancha borrosa se veía dentro.

Hermione se murió de vergüenza al caer en cuenta qué estaba presenciando, aunque no viera nada. Entonces cayó en cuenta que la ventana a su lado derecho estaba abierta y su mente se iluminó, no tendría otra oportunidad y siempre se había preguntado como sería la habitación de su profesor. Con rapidez se dirigió hacia aquel hueco pasando por la ventanilla del cuarto de baño de su profesor y se asomó.

Para su suerte, el hombre había dejado una pequeña lampara encendida en la mesilla de noche más alejada a la ventana.

La habitación era bastante sencilla, paredes blancas, un armario grande y una cama grande y deshecha en el cetro, con dos mesillas a cada lado, un simple cabecero caoba y sabanas grises. Se esperaba algo más lúgubre y negro, pero simplemente era frío, quizás esperando a que alguien se decidiera a darle más vida a la habitación y ocupara aquel armario.

A los pies de la cama, sobre una sábana puesta de cualquier manera, estaba el reloj del profesor y su cinturón. En un lado de la cama, en el suelo, se encontraba ropa hecha una bola y una sobre otra. Hermione no era capaz de imaginar que había dormido tal y como llegó y la ropa se la acababa de quitar para ducharse.

Cuando no percibió el sonido del agua huyó despavorida hacia su anterior posición. Ya había visto más que suficiente, siquiera llevaba allí veinticuatro horas.

Al cabo de unos interminables minutos volvió a mirar de reojo, ya estaría vestido. Se encontró al profesor con una mano en la ventana y observándola intensamente, como si con solo una mirada fuera a desentrañar su mayor secreto.

Encuéntrame ~ SevmioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora