Capítulo 5

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¿Cuál es la habitación de Eun-na? —preguntó jimin, asomando la cabeza por la puerta del dormitorio. Vio una cama inmensa que ocupaba toda una pared. Tragó saliva y se volvió hacia Marabel. Tenía que hablar con Jungkook y arreglar todo ese asunto. ¡Compartir habitación no había sido parte del trato!

Está al lado del suyo.

Marabel avanzó hasta la puerta siguiente, la abrió y se hizo a un lado.

Jimin se quedó mirando la elegante habitación de la niña. La cuna parecía nueva, vestida con sábanas de colores muy alegres, y un móvil colgaba sobre un extremo. Junto a la ventana había una cesta llena de juguetes y una de las paredes estaba cubierta de estanterías atestadas de peluches, muñecos y libros. En un rincón había una mesa para niños y dos sillitas, y al lado una mecedora.

Es preciosa.

Jimin tenía a Eun-na en brazos.

Jungkook se encargó personalmente de escoger los muebles y los juguetes —dijo Marabel con orgullo.

Se acercó a la cuna despacio, se inclinó y depositó al bebé con cuidado. Eun-na miraba a su alrededor con los ojos muy abiertos, pero finalmente se quedó extasiada con el móvil.

Voy a ver si Hedley sube sus maletas —dijo Marabel.

Cuando el ama de llaves se marchó, jimin se paseó por la habitación, mirándolo todo, observando la reacción de Eun-na.

Esta es la diferencia entre tener dinero a montones e ir tirando —murmuró.

Se sentó en la mecedora y empezó a mecerse. Su hija era demasiado pequeña para recordar todo eso cuando fuera mayor, pero le complacería saber que había disfrutado de lo mejor durante una temporada.

Jungkook debía de querer mucho a su abuelo, pero el ni siquiera sentía compasión por él. En Busan tenía fama de ser un hombre duro y sin corazón.

El no había accedido a representar un papel para consolarlo. Y tampoco era por dinero, aunque desde luego le haría la vida más fácil. No, tenía algo que ver con
Jungkook y su deseo de hacer algo por su abuelo lo que lo había llevado a aceptar. A pesar de que el hombre había intentado que se casara con alguien que no lo amaba, Jungkook lo había perdonado, se había acercado a él al verlo enfermo y había querido alegrar sus últimos días.

Venga, bebita, vamos a explorar este dormitorio de cuentos. Disfruta todo lo que puedas porque no durará mucho.

Jimin se levantó de la mecedora y fue a sacar a su hija de la cuna. Contempló los
bellos jardines por la ventana y se preguntó cuánto tiempo se quedarían allí.

A la hora de la cena, listo ya para bajar, Jimin se puso muy nervioso. Había ido por la tarde a la cocina, para tomar una taza de té antes de darle de comer a Eun-na. Conoció a Rachel, la cocinera, y se quedó embelesado con sus bollos calientes con nata; después le prometió bajar a Eun-na en cuanto se despertara. Al menos el servicio era amable.

Cuando la niña terminó de comer, Jimin la bañó y le puso el pijama. Mecerla para
dormir era un placer tanto para el como para la niña. A Eun-na se le cerraron los ojos y Jimin la abrazó con ternura. Ella era lo único conocido en aquella casa tan grande, tan lujosa y tan formal para los gustos de Jimin.

Cuando Eun-na se durmió, Jimin la colocó en la cuna y la cubrió con la manta. Salió del dormitorio sin hacer ruido, preguntándose si Eun-na dormiría toda la noche de un tirón en una habitación extraña.

Claro que sí, los niños se adaptan muy bien a todo—murmuró Jimin mientras
avanzaba por el pasillo hacia la habitación que Marabel le había mostrado.

Padre Por Acuerdo KookMin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora