Dulces

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Mis hombros estaban tan tensos que habían comenzado a temblar y tenía la cabeza tan caliente por el esfuerzo, que sentía que en cualquier momento se me freiría el cerebro en el cráneo. Duncan me estaba observando mientras comía de un tazón de cereales, completamente relajado. Apreté la mandíbula del enojo y cuando hablé mi voz salió extremadamente rasposa y ahogada.

—¿Cuánto falta? —Duncan observó su reloj y siguió comiendo.

—Un minuto y veinticuatro segundos. —Blaze ladró en mi espalda y mis brazos flaquearon ante su repentino movimiento. Duncan me observó con cuidado mientras una gota de sudor se escapaba de la piel de mi frente y caía al césped. —Podrías rendirte en cualquier momento. — Soplé un mechón de mi cabello que casi se había metido en mis ojos y rogué para que mis dedos no volvieran a dormirse como la semana pasada. Este era, probablemente, uno de los ejercicios de resistencia más difíciles que Duncan me había dado, consistía simplemente en mantener el peso de mi cuerpo sobre mis pies y mis manos, casi como si estuviera haciendo una flexión, pero sin moverme en absoluto, y como la semana pasada había podido mantenerme de esa manera por ocho minutos, Duncan había decidido que era muy simple, y que por lo tanto tener el peso de Blaze en mi espalda sería un nuevo obstáculo que pasaría sin problemas. No lo era, para nada, de esa manera. Sentía como si estuviera a punto de dar a luz a un niño del esfuerzo que estaba haciendo.

—Yo no me rindo. —Más gotas de sudor caían al césped, y temí arruinarlo. —¿Cómo está Gina? —Pregunté intentando pensar en otra cosa que no fuera el esfuerzo corporal que me estaba matando. Tal vez si pensaba en otra cosa, el tiempo pasaría mucho más rápido. Duncan suspiró rápidamente y se limpió las manos con su camiseta.

—La verdad, no quiero hablar de eso. —Gina no salía de su habitación hacia un poco más de tres días. Jonathan era el encargado de llevarle la comida a su habitación y como tenían un baño en su propia recámara, era mucho más fácil hacer como si su casa, solo constara de esas cuatro paredes. Jonathan ignoraba a los chicos, apenas les hablaba cuando ellos preguntaban cómo estaba su madre, y la situación con los Lawrence no cambiaba mucho. Chad se había instalado en la habitación de Alex desde la pelea que había tenido con Connor, este se negaba a contarme lo que sucedía y solo salía de su habitación para comer la poca comida nutritiva que había en la casa, puesto que el único que debía hacer las compras era Jonathan, pero, aunque yo lo amaba, no sabía diferenciar entre un pote de helado, y uno de crema batida. Alex, por su lado, ya no llevaba la sonrisa que solía cautivarme, y ni siquiera tenía ganas de estudiar cuando la semana entrante tendría un difícil examen de química, a nadie le preocupaba mucho, sin embargo, ya que lo más probable era que pudiera pasarlo sin estudiar en lo más mínimo. Duncan, por su lado, estaba un poco más distante que lo normal, y el único que parecía no afectarse con toda esta situación, era Aaron, que, igual de insensible y sin corazón, se escabullía de la casa cuando creía que nadie lo estaba viendo, probablemente para ver a la estúpida de Janet, en vez de intentar que su familia volviera a ser como antes.

—Pues yo no quiero hacer este jodido ejercicio, pero ya me ves aquí, con Blaze en la espalda, así que me importa un comino lo que quieras o no, Gina está muy mal, nunca la había visto así. — Blaze, al escucharme decir su nombre, comenzó a tirar de mi cabello pensando que eran divertidas sogas con las que jugar. Gemí del dolor mientras Duncan intentaba tranquilizarlo dándole de sus galletas para perro. —Tris me dijo... Que se había enterado antes que todos, porque encontró la prueba de embarazo en la basura de la cocina, y la única opción viable de la casa, era Gina. Me dijo que la estuvo convenciendo todo el día para que se los dijera a todos, pero que cada vez que lo intentaba, Gina se largaba a llorar y le decía que todos se enojarían. —Duncan no me miraba fijamente como solía hacer, en cambio, observaba el piso como si fuera la cosa más interesante del planeta. Lo fulminé con la mirada intentando que su atención volviera a mí. —¿Por qué todos se han vuelto locos, Duncan? ¿Qué no me has contado? — Dejó el tazón de cereales en el césped y se acostó justo a mi lado, observando el cielo.

Aaron II - FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora