C A P Í T U L O 6.

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Zach.

Mi mente daba mil vueltas por segundo, casi podía escuchar los engranajes girar mientras la maldita ecuación frente a mi no tenía una solución real, pero, por supuesto, siendo testarudo como yo lo era, me negaba a dejarla sin resolver.

—Entonces... —dijo ella, girando el lápiz entre sus dedos —, ¿no tiene solución?

Mis ojos no dejaban la hoja ni por un momento, con miedo de que quizás si dejaba de verla iba a perderme de algún número, alguna coma, algún signo. Algo que estaba haciendo mal.

—Pero es... no puede...

Ella soltó una carcajada, causando que frunciera el ceño y la mirara. Mi ceño fruncido poco duró una vez que la vi, con la cabeza echada hacia atrás y sus hoyuelos marcándose en ambos lados de su boca, con los ojos brillantes por la risa.

—Zach, no todo en el universo tiene una solución. Acéptalo, es una ecuación.

Todo en mi me pedía que refutara lo que la castaña estaba diciendo, pero mi cerebro parecía haberse parado ante las primeras cuatro letras de su frase; mi nombre. Ella ni siquiera había mencionado mi nombre en las últimas cinco veces que nos habíamos visto, y el hecho de volver a escuchar aquello salir de sus perfectos labios con su melodiosa voz había causado que mi cerebro entrara en cortocircuito.

Sonreí de lado, intentando que no se notara lo idiota que me ponía su sonrisa, o su presencia en general, o el hecho de que realmente acababa de llamarme por mi nombre.

—Bueno, pero es bastante frustrante que no tenga solución —dije, bajando el lápiz —, a pesar de que sea una ecuación. ¿Acaso me conoces?

Kellie sonrió de lado, burlándose de mi obsesión con encontrarle una solución a todo.

—¿Frustrante? Parece que te has vuelto loco. —dijo, lanzando el lápiz en mi dirección, el cual rebotó una vez sobre mi cuaderno y cayó justo al lado de mi mano.

Me reí, tomando el lápiz y lanzándoselo a ella.

—Quizás finalmente ha sucedido —dije, con aquel sentimiento de calidez que me daba verla sonreír como en ese momento, y seguí hablando dramáticamente —. Finalmente he perdido la cabeza.

Volvió a reírse, acodándose sobre su rodilla flexionada.

—Créeme, cariño, eso ha sucedido hace mucho tiempo.

A pesar de la burla en su voz, me fue imposible no sonreír.

Me sentía un idiota sonriendo con cada pequeño detalle; cada palabra, cada sonrisa, cada gesto, todo lograba revolucionar mi sistema entero, sin dejar nada como estaba previamente.

Solamente nos mirábamos, sonriendo en un cómodo silencio, como antes. Mi mente volvió cuatro meses en el tiempo y tuve que buscar todo mi autocontrol y sujetarlo con las dos manos para no soltarle un "te quiero" por solamente mirarla, para no acercar mi mano a su rostro y acomodar aquel mechón rebelde de cabello detrás de su oreja.

Solo los dioses sabrán cuánto quería decirle que la adoraba en ese momento, pero si yo abría mi bocota y le soltaba eso en medio de una conversación sobre ecuaciones y locuras, ella iba a salir corriendo, y eso era lo último que quería que sucediera. Ahora solo quería quedarme así, en ese momento, en ese silencio, en esa mirada que estaba dándome, por el mayor tiempo posible, sin arruinarlo y sin que ella se fuera corriendo.

Se me escapó un suspiro mientras la miraba. 

¿Qué sucedería si se lo decía todo? ¿Si le contaba el por qué de lo que había hecho? 

Nadie tenía que responder eso, yo ya tenía mi respuesta y no necesitaba más que medio segundo para saber que, si las opciones eran odiarme a mi o a una de las personas más importantes en su vida, la respuesta era clara. Porque sabía que ella iba a explotar si se enteraba, y sabía que no iba a ser bueno.

¿Estaba siendo algo dramático? Sí, pero eso no significaba que su relación con dicha persona no iba a tener una grieta que muy dudosamente repararían en el tiempo que les quedaba con Kellie en la ciudad, y no podía permitir que ella, la chica frente a mi que aceleraba mis latidos y revolucionaba mi estómago, se fuera al otro lado del país estando en malos términos con la persona que más le importaba en el mundo.

Sus mejillas enrojecieron de pronto, y yo hubiera dado lo que fuera por saber qué cruzaba su brillante mente en aquel momento, cuando bajó la mirada de nuevo a sus manos, jugueteando con los anillos que decoraban sus dedos.

Busqué el familiar destello plateado entre los dorados y, al no encontrarlo, fruncí el ceño.

No había forma de que ella se lo hubiera quitado, no algo tan importante.

Antes de poder pensar en lo que hacía, hablé.

—¿Dónde está tu anillo? —pregunté —. El de la golondrina.

Ella estiró sus dedos y miró el anular, en el que siempre había estado, con una mueca en el rostro.

Se encogió de hombros, como si no importara, pero yo podía notar incluso después de cuatro meses sin que ni siquiera me mirara que le importaba.

—Me lo robaron —dijo, haciendo otra mueca —. Lo guardé en mi mochila para ir al gimnasio y me robaron la mochila entera —explicó, y luego bromeó —. Mala toma de decisiones.

Mi ceño fruncido no se fue ante su broma.

Yo sabía cuánto le importaba ese anillo, y me dolía ver que a ella le dolía. Incluso más ardía cuando intentaba que no me diera cuenta.

Vamos, Kells, quise decir, ¿cuándo no me di cuenta yo?

—¿No lo denunciaste? —pregunté en vez de lo que quería decir, levantando la mirada de su delicada mano a sus ojos, los cuales ya estaban mirándome.

—Intenté. No le dan mucha importancia a robos menores como de mochilas. Incluso menos cuando solo llevan una botella de agua y un anillo.

Quise levantarme de mi lugar e ir a recorrer toda la ciudad hasta que encontrara el bendito anillo, pero solo pude hacer otra mueca.

Esta vez, yo no iba a poder encontrar una solución a esto.

Esta vez, yo no iba a poder encontrar una solución a esto

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Midnight Blue Eyes  [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora