C A P Í T U L O 37.

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Kellie.

Mis mejillas ya habían aminorado su temperatura después de unos cinco minutos de Zach riéndose de ellas y disculpándose por su hermano.

Él me dio una mirada de pies a cabeza, aún sentada en su cama, y presionó sus labios en un intento de que yo no viera la sonrisa burlona en su rostro.

—¿Qué? —pregunté, entrecerrando mis ojos en su dirección con pura acusación, cruzándome de brazos.

Zach dejó escapar la sonrisa.

—Tienes la camisa al revés. —dijo, señalándola.

Ni siquiera miré hacia abajo.

—Mentira. —acusé, sin perder la expresión de regaño.

Se encogió de hombros.

—Verdad. —respondió.

Repentinamente dudando de la veracidad de mi acusación, miré hacia abajo, encontrando que realmente los botones de mi camisa estaban hacia adentro y las costuras hacia afuera. Mis mejillas enrojecieron nuevamente y mis ojos se abrieron como platos.

—Date la vuelta. —ordené, señalándolo a pesar de que él había sido la causa del estado de mi camisa.

Él se rió.

—Por favor —bufó, obedeciendo con una sonrisa y dándome la espalda —, como si nunca te hubiera visto con menos ropa de la que llevas debajo de esa camisa.

Como si no hubiese hecho más que solo mirar.

Sentí mis mejillas aún más calientes que antes y le lancé la almohada, golpeando su espalda y robándole una risa.

—Además —murmuró, y casi podía escuchar la sonrisa en su voz —, yo hice que tu camisa estuviera así.

—Cállate. —farfullé, quitándome la mencionada y poniéndomela como se suponía que tenía que ir.

Él volvió a girarse en mi dirección, con una sonrisa burlona ante el efecto que tenía en mi.

—¡Zachary, deja de traumatizar a tu hermano! —se escuchó al otro lado de la puerta el chillido de su madre.

Solté una carcajada ante sus palabras y el efecto que habían tenido ahora en las mejillas del mencionado.

Él entrecerró los ojos en mi dirección, pero luego su expresión cambió. Sus comisuras tiraron hasta formar una suave sonrisa sólo para mi, sus ojos tan dulces como la miel, mirándome de una manera que me hacía sentir la mujer más hermosa del planeta.

—Me encanta verte reír —dijo, y bajó la mirada al suelo, aclarándose la garganta ante el nuevo tono rojizo de sus mejillas por lo que estaba diciendo —. Realmente me hace feliz. Es como... como que brillas desde adentro.

Ya ni siquiera parecía sorprenderse con sus palabras, ni siquiera intentaba retenerlas en su boca y se veía totalmente convencido de lo que decía, soltándolas así como si no acabara de comenzar una revolución en mi interior.

La pura sinceridad en su voz lograba que me temblaran las rodillas.

Debía de verme como una completa idiota, con mis mejillas enrojeciendo al segundo y todo mi cerebro haciendo cortocircuito.

Antes de que pudiera encontrar una respuesta coherente a lo que decía, mi teléfono sonó con la foto de mi madre en la pantalla.

Atendí sin mirar a Zach.

—Mamá, ¿está todo bien? —pregunté.

—No estoy del todo segura —admitió —. Krystal está aquí, preguntando por ti.

Midnight Blue Eyes  [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora