C A P Í T U L O 29.

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Kellie.

Ya había pasado el horario en que a Krystal le hubiera gustado que yo estuviera en casa, estudiando, y oscurecía más al segundo, pero realmente no me importaba en el momento.

No había nadie más en la tienda de libros de la señora Wu que Zach, un señor mirando con admiración cada uno de los libros por los que me había preguntado, y yo.

No podía dejar de sonreír como una idiota mientras Zach hablaba al otro lado del mostrador, apoyado con sus antebrazos en él e inclinándose hacia adelante, hacia mi. Estaba diciendo muchas cosas, pero, para ser sincera, ni siquiera estaba escuchándolo del todo. Y no podía culparme. Con esa sonrisa, ¿cómo pretendía que me concentrara en sus palabras?

Él resopló, poniéndome los ojos en blanco.

—No estás escuchando una palabra de lo que te digo, ¿cierto? —preguntó, con una ceja elevada pero sin perder la sonrisa.

La mía se agrandó inocentemente.

—¿Puedes culparme? No puedo concentrarme si tú estás sonriendo así, realmente no es mi culpa. —se me escaparon mis pensamientos antes de que pudiera contenerme. Él sonrió aún más, volviéndolo algo todavía más placentero de ver. Por el rabillo del ojo vi una silueta acercarse al mostrador, y, agradecida por tener una distracción de mis mejillas enrojecidas, me giré hacia dicha persona con una sonrisa.

La sonrisa y la razón de ella desaparecieron al segundo en que mi cerebro procesó lo que estaba sucediendo, y ahogué un grito al ver el pasamontañas que cubría su rostro y el arma en la mano de aquel hombre.

Zach no demoro más de dos nanosegundos en girarse en dirección a la causa de mi repentino miedo, todo tipo de bromas y diversión olvidados.

El hombre con el arma se dirigió directamente a mi, apuntándome con el arma, mientras el otro, el cual no había visto hasta el momento, registraba la tienda.

Oh, Dios. 

Oh, Dios, iba a morir. Ese era mi último momento, y lo único en lo que podía pensar era en que no le había dicho a Zach lo mucho que lo amaba, que no había arreglado las cosas entre nosotros. Que no había arreglado nada con mis amigos, ni con mi hermana.

Cerré los ojos con fuerza, ahogando un grito que murió en mi garganta apenas el frío barril del arma tocó mi frente y escuché la grave voz de Zach gritar algo.

Pronto, el frío no estaba más sobre mi piel y yo me había tambaleado unos pasos hacia atrás. Al abrir los ojos vi que quien ahora estaba mirando directamente al barril de aquella arma era nada más y nada menos que Zach, ocupando mi lugar previo.

El pánico inundó mi cuerpo de pies a cabeza, apretando mi garganta y bloqueando el pasaje de oxígeno a mis pulmones.

—Yo puedo darte el dinero. Yo lo haré —dijo, con las manos elevadas a la altura de sus hombros, su voz firme, sin un rastro del terror que estaba ahogándome a mi —. Yo lo haré, no la toques.

De pronto estaba paralizada del miedo. No podía moverme, no podía hablar, no podía respirar.

El hombre al que amaba, por el cual mi corazón latía, estaba mirando el barril de un arma por mi, y había grandes posibilidades de que el psicópata sosteniéndola disparara.

El tipo del pasamontañas le quitó el seguro al arma, aún apuntando directamente hacia el pelinegro frente a mi, imposibilitando aún más mi respiración, pero Zach solamente me miró por sobre su hombro, con una mirada de calma en sus ojos tras el asentimiento del hombre que lo apuntaba con la razón por la que todo en mi temblaba.

—Dame la llave, Kells —murmuró, estirando su mano en mi dirección —. Esta bien, solo dámelas.

Mi respiración era tan irregular que me sorprendía seguir de pie, pero, con mi temblorosa mano y mis ojos aguados, dejé la llave sobre su palma extendida.

Él, con el pulso firme, insertó la llave en la rendija y abrió la caja registradora con un cling.

Los dos hombres rápidamente dieron vuelta el mostrador, saqueando la caja a la vez que Zach daba el paso que nos estaba separando y me envolvía entre sus brazos protectores. Sabía que él estaba mirándolos a ellos mientras me abrazaba, pero me negaba a abrir mis ojos y salir de la burbuja protectora que implicaba estar entre sus brazos, sintiendo su corazón latir desesperado contra mi mejilla.

De pronto, Zach se tensó aún más a mi al rededor, sus brazos apretándome contra su pecho, y lo escuché hablar con su voz fría, dura como nunca la había escuchado.

—No tenemos nada más, eso es todo. —dijo.

Abrí los ojos con el miedo tensando mis músculos, y vi que ambos hombres estaban mirándonos.

Todo el cuerpo de Zach estaba frente a mi, protegiéndome mientras le daba la espalda a aquellos hombres y los miraba por sobre su hombro, lo que probablemente no era buena idea.

A lo lejos, como si hubiesen estado escuchando mis plegarias, se oyeron las sirenas de la policía, pero no sabía si eso estaba tranquilizándome o poniéndome aún más nerviosa.

Los asaltantes se miraron entre ellos, y quien sostenía el arma volvió a dar uso de ella, apuntándonos sin dudar.

—¿Hay una salida de emergencia?

Negué con la cabeza pero aún así no dejaron de apuntar.

—¡No! —casi chillé cuando insistieron con un movimiento de la mano y un paso hacia nosotros.

En menos de lo que pensé, salieron corriendo con el dinero en sus bolsas sin darnos una segunda mirada a nosotros.

No podía creer el hecho de que hasta el momento no me había dado un ataque de pánico, que seguía de pie.

En un período de solo veinte segundos después de que los ladrones se fueron, la policía entró.

Y a pesar de que sabía que estaban hablándome a mi, no escuchaba nada de lo que estaban diciéndome. En ese momento no quería nada más que los brazos de Zach a mi al rededor y escucharlo decirme que todo estaría bien.



3/4

Un capítulo un poquito diferente. ❤️️

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 Disfruten

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Midnight Blue Eyes  [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora