Él no ha sido capaz de dejar de robarle miradas en todo este tiempo, y ella todavía no ha logrado controlar los latidos de su corazón cada vez que lo veía hacerlo.
Después de cuatro meses de lo que solo podría ser considerado un helado infierno, un...
Mi buen humor no había siquiera aminorado en todo el día, incluso ahora que se estaba dando por terminado.
Kellie, con sus dedos entrelazados a los míos y su cabeza apoyada en mi brazo mientras caminábamos sin apuro alguno, tampoco había perdido la sonrisa en todo el día.
Comenzaba a oscurecer cuando el pensamiento de todo lo previo a nuestras alocadas noticias volvió a mi mente y me detuvo casi de golpe.
Ella me miró confundida, alejando su cabeza de mi brazo.
—¿Qué pasa? —preguntó, frunciendo el ceño, sus hermosos ojos recorrieron mi rostro en busca de algo que delatara lo que sucedía.
—¿Qué pasó con Krystal? —pregunté, dándome cuenta de que no lo había hecho antes.
Kellie se encogió de hombros.
—No lo sé, hablamos y me explicó por qué lo hizo. Supongo que no estoy de humor como para seguir molesta, o peleando, o resentida. Está perdonada pero... a prueba, podría decirse. No lo sé.
Hice una mueca, y sin poder evitarlo me incliné hacia ella y dejé un beso en su frente.
—Lo siento —murmuré, con nuestras manos aún tomadas a cada lado de nosotros.
—No tienes por qué. No por esto, al menos —respondió en el mismo tono que yo, apoyando su barbilla en mi pecho —. Fue ella quien comenzó todo esto, pero en serio ahora estamos bien. En camino a estar bien, al menos.
Solté su mano con un suspiro y, una vez la mía estuvo libre, pasé un mechón de cabello detrás de su oreja y dejé mi mano en mis centímetros favoritos de su cuerpo: la curva de su cuello. Aunque, si era honesto, no podía elegir un solo lugar de todo su cuerpo que pudiera declarar como el favorito cuando toda ella me volvía loco.
—Ojalá todo salga bien.
—Ya verás que si —respondió ella, poniéndose de puntillas y besándome con suavidad, como si intentara hacerme saber que en verdad lo haría.
Cuando se alejó, me fue imposible no sonreír ante la sola vista de ella frente a mi, con aquella sonrisa tan hermosa y sus brillantes ojos mirándome solo a mi.
No podía creer que la había recuperado, que ella había aceptado estar conmigo de esta manera de nuevo, y que realmente no la había perdido para siempre. El sentimiento de alivio que había tomado lugar en todo mi cuerpo hacía un par de horas aumentó en ese momento; con ella mirándome de esa manera, con sus ojos tan llenos de cariño que me hacía ahogarme con mis propias palabras.
—Eres tan hermosa —susurré sin poder evitarlo, acariciando con mis nudillos su mejilla ahora caliente por mis palabras y sin alejar mis ojos de los suyos.
Su sonrisa se agrandó, dando un apretón a la mano que aún sostenía.
—Tú también lo eres —murmuró, en un intento de desviar la atención lejos de ella, lo cual, obviamente, no funcionó. Ella era lo único en lo que podía pensar en ese momento.
Hasta que mi madre y mi hermano aparecieron en mi cerebro, recordándome que ellos no sabían si iba a irme al otro lado del continente o no.
—Tengo que ir a casa a decirle a mamá y a Jake que me voy a mudar —dije, ansioso nuevamente.
Kellie me dio una sonrisa algo tímida, pero se le notaba en el rostro la emoción.
—¿Puedo ir contigo?
Sonreí, dándole un corto beso.
—¿Tienes que preguntarlo?
Su sonrisa perdió parte del nerviosismo que la había teñido apenas unos segundos antes, y presionó un beso en mi mejilla antes de seguir caminando.
Entre sus tontas bromas y lo idiotizado que me tenía, las cuatro cuadras que nos separaban de mi casa se me hicieron las más cortas del planeta, y, antes de que siquiera me diera cuenta, estábamos ante la puerta de donde vivía.
Solté un suspiro, sintiendo un nuevo apretón en mi mano de parte de Kellie, y entré a mi casa, viendo apenas unos pasos más tarde a mi madre y a Jake sentados en el sofá con un pote de palomitas de maíz entre ellos y una película en la televisión.
Apenas una mirada de parte de mi madre en nuestra dirección fue suficiente para darme cuenta que a quien tenía que darle las noticias no era a ella, sino al niño a su lado.
Mi madre nos miraba con aquella mirada que decía "te lo dije" y a la vez se mezclaba con un "yo lo sé todo", que no estaba muy seguro si lo agradecía o si me ponía más nervioso.
—¡Zach! ¡Kellie! —saludó Jake, levantándose de un salto, con toda la energía que siempre parecía tener.
—Hola, enano. —le sonreí, despeinando su cabello sin siquiera pensarlo antes de que el pequeño humano se abrazara a las piernas de mi novia con más entusiasmo que al verme a mi.
—Mamá y yo estábamos por ver otra película —dijo, y por la mirada que la mencionada le dio supe que eso no era cierto —, Kellie y tú pueden quedarse.
La miré, encontrándola haciendo lo mismo en mi dirección, con una sonrisa en su rostro.
—Trato hecho. —respondió ella, y se sentó en el sofá a su lado.
—Mamá me dijo que quizás te vas a ir a California con Kellie —dijo el niño, como si nada, mirándonos con sus inocentes ojos esperando una respuesta —. ¿Lo harás?
Me aclaré la garganta, asintiendo con la cabeza con un tirón en el estómago y evitando mirar hacia la acusadora mirada que Kells me estaba enviando, como reprochándome sin intenciones que ya había tenido casi asegurado que me iba a ir con ella, o que ella iba a aceptarme.
—Sí, lo haré —solamente respondí.
Jake hizo un tierno puchero y pasó por encima de Kellie sin siquiera mirarla dos veces para abrazarme con fuerza.
Debo admitir que me sentí un poco mejor, como si eso lo redimiera por haberla saludado con más entusiasmo que a mi, a pesar de que siempre iba a ser así con esos dos. Sonreí sin poder evitarlo, pensando que lo único que quería era que Jake y Kellie siguieran teniendo esa relación en unos cuantos años.
—Te voy a extrañar —murmuró.
Lo apreté aún más contra mi, sintiendo lo mismo que él.
—Yo también, pero nos veremos bastante seguido. Vendré a visitar y más vale que ustedes también —bromeé, y él se desprendió de mi abrazo con una sonrisa —. Ya verás, te olvidarás enseguida.
Él se rió y volvió a su lugar en el sofá, esta vez acurrucado a mi lado.
Kellie pasó su mano por el respaldo del asiento, acariciando mi nuca suavemente sin alejar su vista de la película que comenzaba.
Esa imagen, de esas tres personas en un sofá conmigo, era todo lo que podía pedir por el resto de mi vida.
—
Finalmente llegamos al último capítulo. No olviden votar si les gustó seguir este camino con Zach, Kellie, y conmigo❤️
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