De camino a casa, pude notar como hacía mucho mas frio que el primer dia que nos mudamos.
Al entrar, mi madre habia hecho la comida. Ella me puso un plato sobre la mesa y se fué hacia el salón.
-Mamá, ¿hay noticias sobre la investigación?
-No hija. Me dijo con un hilo de voz.
-Pero..
-Sally, en la casa del vecino no habia nada.
-¡Eso es imposible! Dije llevandome las manos a la cabeza. ¿Seguro que ha mirado bien?
-Es su trabajo. Si el policia dice que no habia ni rastro de Ana por casa de Saimon será porque no lo hay.
-¡Joder! Dije gritando y llorando.
-¡No me hables a..
Llegué y cerré la puerta de mi habitación dando un portazo antes de que mi madre acabara la frase.
Me tumbé boca abajo sobre mi cama.
Cuando estaba a punto de dormirme, me acordé de que habia quedado con Kevin en su casa.
Entré al baño para ducharme. Me miré en el espejo. Mi rostro estaba rojo, mis mejillas ardian y mis ojos estaban muy brillantes.
Al acabar me puse unos baqueros azules, una sudadera blanca mis zapatillas negras y una chaqueta oscura por si me entraba frio.
-Mamá he quedado en casa de una amiga.
-¡Pero casi no has comido!
-No tengo hambre. Le dije mientras cojia un bolso.
-Bueno, me voy ya. Dije abriendo la puerta.
-Ten cuidado hija.
-Si mamá.
Cerré la puerta y me fuí.
Como aun era demasiado pronto para ir a casa de Kevin y Sam, me fuí por los alrededores a dar una vuelta.
Andé durante unos cinco minutos mas o menos, cuando me encontré un pequeño cartelito que casi estaba tapado por las ramas de un arbol muy frondoso.
Me acerqué a este y con cuidado aparté las ramas para leer lo que ponia.《Hermita I》
No dudé ni un segundo en ir hacia donde indicaba el cartel.
Habia como una especie de camino de piedras y arena. Todo era muy verde gracias a los altos arboles. Era muy bonito. Ojalá hubiese encontrado antes este lugar.
Al acabar el largo camino de piedras, todo estaba marchito y descuidado. Era como un universo totalmente diferente.
Me giré para volver a ver la diferencia. No lo entiendo, todo tendria que estar igual. Pero no lo está.
Por fin, encontré la hermita. Una especie de casa, enorme y vieja.
-Hola? Dije nerviosa.
Nada. Nadie contestó. A si que me acerqué mas. Cuando estaba a un par de centímetros de la gran puerta de madera, miré hacia el suelo.
-Habia muchas flores, todas marchitas, excepto un hibiscus rojo, que estaba perfectamente cuidado.
Esa era la flor preferida de mi hermana. Cojí la flor y la metí en el bolso.