Capítulo 30

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Al entrar en la habitación "secreta" me encontré a mi hermana. Tenia los pies y manos atados con una cuerda bastante gruesa.

-¡Ana! Dije mientras corria hacia ella para soltarla.

-¿Ana? Dije tocandole los hombros.

Estaba inconsciente, a si que desice los nudos como pude y me la llevé en brazos.

Al salir de la hermita, me fuí corriendo a casa. Al llegar, toqué el timbre nerviosa.

Al abrirnos la puerta, mi madre se quedó de piedra.

-¡Tom! ¡Rápido ven! ¡Esto es un milagro! Dijo cogiendo a mi hermana.

Miré a mi alrededor y entré a dentro para reunir a mis padres en el salón.

-¿Que le pasa? ¿Porqué no despierta? ¿Donde estaba? ¿No estabas en casa de tu amiga? ¿Por qué te sangra el ombro?

-¡Mamá! ¡Mamá! Dije para calmarla. Antes de ir a casa de mi amiga, fuí por los alrededores a dar una vuelta, y de casualidad me encontré una hermita.
Desde una ventana, ví la muñeca de Ana, entonces entré para comprobar si ella estaba dentro. Para entrar tube que romper la ventana, y me hice un corte sin querer. Al final la encontré, estaba metida en una habitación cerrada con un candado.

-Y como entraste? Me preguntó mi padre.

-Golpeando el candado con una piedra.

-¿Y que mas? Dijo mi madre curiosa.

-Ana estaba atada con una cuerda.
Y no se que le pasa ahora, pero antes de abrir la puerta, ella me habló. Les dije.

-Bien, tenemos que avisar a la policia de que ya la hemos encontrado.

-No.

-Como que no? Dijo mi madre.

-Como que no. Si el secuestrador se entera, volverá a por ella.

-Sally, no me hables así. Me replicó mi madre.

-Que tengo que hacer para que  os deis cuenta de que ha sido Saimon?

-No tienes pruebas. Dijo mi madre.

-¿Cuantas pruebas necesitais?
Saimon, es el único que vive por aquí y seguro que llevó a Ana a la hermita porque de alguna forma se enteró de que iba a ir un policia a su casa.

-Todo encaja, pero, ¿como se ha enterado? Dijo mi padre.

-Porqué en el insti le pregunté que si fué alguien a su casa y creo que se dió cuenta y..  un momento..

Subí las escaleras para mirar si las ventanas de la casa de Saimon seguian tapadas. Pero no. Las ventanas ya no estaban tapadas. Otra prueba mas.

-Mamá, Papá, el vecino a veces tapa sus ventanas con algo oscuro.
El dia que desapareció Ana, las tenia tapadas, y hoy que vino el policia no.

-Rápido. Hay que irse de aquí, antes de que Saimon vea que Ana ya no está en la hermita. Dije mirandoles fijamente a los ojos.

Después de un rato, por fín mi padre dijo algo.

-Tienes razón. Vamos a hacer las maletas. Dijo el.

-Sally, tumba a Ana en el sofá, y si se despierta me avisas.

-Vale.

A los dos minutos mi madre volvió hacia mi, y me curó la herida.

Al acabar, se fué a hacer mi maleta.

Esperé, y esperé.

Hasta que Ana, comenzó a mover poco a poco sus manos y a arrugar la frente.

-Dejame irme de aquí, por favor. Yo no diré nada. Dijo aun con los ojos cerrados.

-Tranquila, pequeña, soy Sally.

Al escucharme, abrió los ojos como platos.

-¿Sally? Sabia que me encontrarias! Dijo intentando poner una sonrisa.

Yo le abrazé y ella me devolvió el gesto.

-Voy a llamar a mamá, antes me dijo que le avisara cuando despertases.

-¡No te vayas, por favor!

Yo rodé los ojos.

-¡MAMÁ! ¡SE HA DESPERTADO! Dije gritando con todas mis fuerzas des del salón.

Poco después de mis palabras, escuché unos pasos bajando las escaleras.

-¡Hija! Dijeron mis padres a la vez.

Los dos se lanzaron a los brazos de mi hermana, y les abrazaron.

Mientras tanto, yo fuí a la cocina para darle un vaso de agua y algo de comida.

-¿Habeis acabado ya con las maletas? Pregunté a mis padres con un vaso de agua y las galletas preferidas de Ana en mis manos.

-Las nuestras ya están, pero faltan algunas cosas tuyas. Me dijo.

-Vale, ahora subo.

Le dí la comida a Ana y me miró con una gran sonrisa.

Subí las escaleras lo mas rápido que pude para acabar mi maleta.

Solo faltaban dos pares de calcetines, mi cargador, mi colónia y mi cepillo de dientes. Abrí el armario, para ver si quedaba algo de mi ropa, pero no habia nada, solo la ropa de niños pequeños que encontré el primer dia de la mudanza.

Al acabar, bajé todas las maletas abajo para irnos.

-Sally, sube con Ana y le ayudas a cambiarse, vale? La ducharemos cuando llegemos al hotel.

-Vale, ya voy.

Cojí a Ana de la mano y subimos las escaleras juntas.

Al entrar en su habitación, abrimos el armario. Solo quedaba un conjunto, que mi madre habia dejado. Unos baqueros, una camiseta azul y unas zapatillas negras.

No necesitó mi ayuda, se supo cambiar ella sola.

Mi vecino es un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora