Al final nos decidimos por un restaurante chino que había por allí cerca y me avancé a la hora de pagar de nuevo, sabía que aunque no lo quería admitir le gustaba el hecho de que lo hiciera. Nunca me había gustado el hecho de que ningún chico me invitara a algo y a días de hoy seguía siendo igual. No simplemente porque fuera Michael Clifford iban a cambiar las cosas.
Oh, mierda. No me acostumbraba a ello.
Dios.
¿Cómo podía estar tan cerca de él y no morirme?
-Mayo, esta noche nos vamos de fiesta y vas a venir –me dijo. –Si me dices que no, convenceré a tu madre… Creo que le gusto.
-Sí, bueno. Mi madre me vendería si supiera que compras tú –dije encogiéndome de hombros. –Pero solo por tenerte de yerno, no por nada más. Tampoco sucederá jamás.
-Nunca digas nunca –dijo él divertido.
O sea, Michael me estaba poniendo nerviosa. Todo el rato me estaba lanzando indirectas de ese tipo, que si era guapa, que si el tormento, la tormenta y que pollas más.
Vale, mi problema no era que me molestara sino que me ponía muy nerviosa porque estábamos hablando de Michael Clifford.
-¿Qué piensas?
-Nada –murmuré. Solo que me encantas a cada rato más y tienes que pararte.
-Tengo una pregunta, ¿quién es tu favorito de la banda?
-No preguntes cosas que no quieres saber –reí y me mordí el labio interior. Michael me miró intensamente y pensé que me iba a perder en sus ojos pero podía controlarme lo suficiente.
-Quiero saberlo.
-Luke –respondí. Michael me fulminó con la mirada y se indignó durante todo el camino mientras dábamos vueltas. Iba dos pasos por delante pero era gracioso porque todo el rato se giraba y me dedicaba caras realmente raras, todo su esfuerzo se estaba basando en hacerme reír y lo estaba consiguiendo.
Pero en el fondo, y sin saber por qué, esperaba que le molestara de verdad.
-Te ayudaré con Luke.
Esa no era la respuesta que esperaba y me decepcionó de alguna manera.
-Hum… Vale –sonreí y volví a morderme el labio.
-¿Solo eso?
-¿Quieres que grite o algo? Estoy demasiado llena como para hacer algo, ¿nos sentamos?
Michael negó con la cabeza y se acercó a mí. Me pasó su brazo por la espalda y me acercó a él, obligándome a rodear su cintura con mi brazo. Las tentaciones de tocarle el culo estaban ahí, pero me mordí la lengua para contenerme.
-Quiero ir a algún sito íntimo –murmuró. –Creo que hay chicas que empiezan a mirarme.
-¿Quieres ir a mi casa? –ofrecí.
-¿No será mucha molestia?
-Lechuga, no eres tú quién ha dicho que mi madre te adora.
-Cierto, vamos –sonrió sin soltarme. Cogimos un taxi y nos dirigimos a mi casa, cuando llegamos no había nadie así que le enseñé el piso a Michael y luego él se tumbó en mi cama. Tenía que reconocer que me gustaba el hecho de estar a su lado y sentirme tan bien. Me seguía pareciendo extraño, pero muy bien. –Ven aquí –murmuró Michael.