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Do KyungSoo, con sus apenas diecinueve años tenía dos empleos que le ayudaban a solventar sus gastos.

Recidía en un pequeño apartamento en las afueras de Seúl, con solo un pequeño colchón en el suelo, una mesita a un lado con una lámpara sobre esta. Una parrilla estaba acomodada sobre otra mesa un poco más grande que la anterior, junto a una olla vieja y unos cuantos frascos. El baño era compartido, con aquel señor que vivía ahí desde que sus hijos lo dejaron de lado y el tuvo que mantenerse con la miserable pensión que le otorgaba el gobierno.

Un edificio deplorable casi por caerse, con las paredes llenas de humedad pintadas de distintas tonalidades con la intención de tapar aquello. Las escaleras rechinaban cada que alguien pasaba por ellas al igual que las puertas. Todos ahí eran personas de bajos recursos, la mayoría señores mayores, madres solteras o drogadictos. El sólo un chico que tenía que mantenerse por cuenta propia con un sueño en mente.

Sus padres vivían en su ciudad natal, ellos eran comerciantes. Vendian pescado crudo en el mercado cerca de su pequeña y acogedora casa. Empezaban a primera hora del día en espera de buenas ventas e iban a su casa al anochecer después de haber limpiado y guardado todo apropiadamente.

¿Pero por que KyungSoo vivía lejos de ellos en aquel deplorable lugar con olor a tiner y humedad?

Do KyungSoo siempre tuvo el sueño de ser chef, estudiar gastronomía fue su sueño desde que vio los programas en la televisión sobre comida y turismo. El amor por la cocina creció conforme fue adentrándose un poco al negocio familiar y pudo experimentar un poco al cocinar los restos de pescado que solían quedar. Preparaba sopas, asados y demás complaciendo el paladar de sus padres cada que tenía la oportunidad. Eso hasta que cumplió 17 años de edad y el negocio fue cayendo más y más.

Después de hablarlo y rogar por ello, convenció a sus padres de irse a la ciudad, trabajaría y ayudaría a sus padres, además de que haría lo posible por reunir todo el dinero posible hasta que pudiera pagar la matrícula para entrar a la universidad. Esa idea descabellada se hizo posible un día despues del cumpleaños de su madre, se despidió de ambos y compro un boleto en la estación de trenes con el dinero que había podido juntar de las propinas que le solían dar los compradores.

Sabía que sería difícil, pero nada era más importante que salir adelante. No le importó que lo único que pudiera pagar fuera aquel maloliente lugar y que su primer trabajo capaz de conseguir al ser menor de edad fuera en un lugar que vendía fideos, ahí en donde tenía que lavar toda la losa.

Pasado un mes lo despidieron cuando quebró por accidente una serie de platos al chocar con uno de sus compañeros cuando iba a acomodar en su lugar lo recién lavado. Sin una liquidación fue hechado después de haber sido insultado por el dueño del lugar.

Tardó más de una semana en conseguir otro empleó, esta vez habia sido por recomendación. Su vecino, el señor con el que compartía en baño le había mandado a un ostentoso restaurante en el centro, le había dicho un día antes que preguntará por el señor Kim y que este sin dudarlo le ayudaría cuando le dijera que era su nieto. KyungSoo siguió lo dicho y cuando llegó al pulcro y lindo lugar fue que pudo hablar con el señor Kim, el capitán de meseros del lugar.

Sin preguntarle nada después de haberle dicho que era nieto del señor Jung, KyungSoo fue contratado por aquel delgado y mayor hombre que en su adolescencia había sido gran amigo de su amable vecino. Siendo ahora un mesero más en aquel reluciente y caro lugar.

Pero el dinero no era aún suficiente, apenas le alcanzaba para pagar el alquiler, sus pasajes diarios y de mandarle un poco a su familia, compraba muy poco de comer, la mayoría de veces el señor Jung le invitaba su única comida del día, algunas otra veces le daban las sobras del restaurante. Pero no le quedaba nada más para ahorrar.

Meses después se vio en la necesidad de encontrar otro empleó, sus padres habían caído en bancarrota y habían tenido que vender muchas de sus pertenencias, además de que no les alcanzaba ya el dinero para comprar más mercancía, no tenían muchas ventas y la mayoria de veces el pescado se les echaba a perder.


Vagando por el centro, en una calle vacía y poco transitada a esa hora, pudo ver un pequeño letrero con letras grandes y chuecas, necesitaban de alguien que atendiera la barra y que preparará algunos tragos. El lugar no era muy bonito como el restaurante, pero de algo tenía que servir el sueldo. Hablo con el dueño y fue contratado después de preguntarle si tenía experiencia, él lo negó pero prometiendo que aprenderia rápido fue contratado. Más por lástima al verlo tan delgado y cansado que por otra cosa.

Y así, su vida se resumió en ello, ahora tenía un poco más de dinero, le mandaba el sueldo del restaurante completo a sus padres, lo del bar lo ocupaba para pasajes y renta, las propinas las guardaba para poder reunir el dinero suficiente para poder ir a la universidad en algún momento.

No dormía muchas horas, tampoco comía mucho, pero nada de eso importaba a la hora de su pagó. El horario en el restaurante era de nueve de la mañana a ocho de la noche, en el bar era de diez de la noche hasta pasadas las cuatro de la madrugada.

La mayoría de sus compañeros en sus empleo lo veian con lástima, como aquel chico delgado y joven que nuca sonreía ni hablaba, siempre concentrado en su trabajo y nadamás. Como aquel chico castaño de rostro decaído por sus notorias ojeras debajo de sus oscuros y redondos ojos.

Pero el no se rendiria tan fácil, aún estando solo en esa ciudad desconocida, con la única compañía del señor Jung cuando lo alcanzaba a ver en las mañana. Aún que tuviera que dormir en aquel viejo e incómodo colchón lleno de cobijas gruesas que le servían para cubrir el frío que se colaba por los vidrios estrellados de las ventanas haciendo que durmiera mal día a día las miserables tres horas que lo podía hacer. Para después ducharse con un pequeño vaso e platicó, hechando agua tibia en su cuerpo después de enjabonar su cuerpo con el jabón de delicioso aroma. Lo único bueno de oler en aquel lugar.


Una rutina tan necesaria que tenía que seguir  seis días a la semana. Sin imaginar que aquel sábado por la noche, lo alejarían de aquel lugar para llevarlo a uno totalmente distinto y difícil de creer, un lugar prolijo y sepulcral que cambiaría su vida en un giro de 180° en el que aprenderia muchas cosas, además de que desde aquel momento lo atenderian a él, cambiando desde aquel día, él jamás volvería a ser mandado por nadie a atender. A excepción de aquel bello demonio que lo trajo hasta aquí.



















































Nat_Ji7
20.09.20

Espero les guste esta nueva historia, serán un poco más de 1000 palabras por capítulo y haré lo posible por crear un horario para todas las historias en proceso y así actualizar más seguido.

ʟɪᴍᴇʀᴇɴᴄɪᴀ✞ᴄʜᴀɴsᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora