Capítulo 9

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Dos semanas pasaron, y podría decir que mi vida era medianamente estable.
No tuve ningún incidente más con mi madre, almenos no por ahora.
Cada día que llegaba de la universidad, encontraba la casa limpia y recogida.
Me dejaba un plato de comida sobre la mesa y no la veía hasta las nueve de la noche.

Estaba esforzándose en ser una madre responsable, y por ahora, iba en buen camino.

Antes, llegaba de la universidad y me encontraba la casa desordenada, con colillas de cigarro y botellas de alcohol por el suelo. A veces, si la cosa iba muy mal, me encontraba a mi madre sentada por algún lugar de la casa, borracha hasta las cejas.

Tenía que cuidar de ella, y entre eso y los estudios no me daba la vida.
Aún así siempre me fué bien en mis examenes.

Cuando terminé de comer y me di una ducha, reciví una llamada de Drew.
Cada vez que me llamaba era porque algo había sucedido, y mi corazón se aceleraba.

En estas dos semanas, mi amistad con Billie fué creciendo, ya no hablábamos todo el día sobre ella, sinó que también le contaba sobre mi vida.
Le gustaba escucharme, siempre mirándome fijamente con esos ojos que cada día eran más azules.

Me importaba, y muchas noches no podía dormir porque recordaba cuando me la encontré desangrándose en ese baño. Me partía el alma recordar esa escena, pero a la vez me alegraba porque la Billie que encontré en ese cubículo, no se parecía a la Billie de ahora, almenos no del todo.

Quería creer que algo había cambiado.

—¿Drew? —contesté la llamada.

—Hola Ali, ¿estás ocupada?

—No, terminé de hacerlo todo. ¿Pasó algo?

—Bueno... —dijo y comencé a buscar mis llaves. —Le han dado el alta a Billie, y no es que esté muy feliz...

—¿Dónde estais?

—En su casa. ¿Te mando ubicación?

—Sí, voy para allá. —y colgué.

Cuando subí al coche y arranqué, coloqué la ubicación que Drew me mandó.

Cuando me acerqué a esa urbanización de casas a los diéz minutos después, me acordé de que la familia de Billie era rica. Lo recordé en cuanto estacioné frente a su casa.

Un gran muro de piedras grises y oscuras se alzaba en frente de mi.
Llamé al timbre y esperé hasta que Drew salió a abrirme.

—Gracias por venir Alisson. —me dió un abrazo rápido. —Adelante, pasa.

Caminamos por un pasillo de hormigón, y mientras nos acercábamos a la puerta mis ojos no tuvieron tiempo de inspeccionarlo todo de lo grande que era ese jardín.
La entrada era un gran césped perfectamente recortado, a la izquierda había una piscina sorprendentemente grande, rodeada de amacas y sofás.
A mi derecha había un porcho con unas luces tan ténues y unos sillones tan cómodos, que me dieron ganas de ponerme a estudiar allí.

Frente al porcho, estaba aparcado un mercedes negro de última generación y a su lado, un coche negro mate muy bonito.

—Wow. —susurré.

Cuando entramos a la gran casa de suelo de madera blanca y paredes grises, vi a una Billie muy desanimada sentada en aquel gran sofá.

Sus manos descansaban sobre su regazo, al no tener las vendas pude ver las dos grandes cicatrices en sus muñecas.
Su cabeza estaba agachada y su cuerpo temblaba. Debía estar llorando.

Cuando me senté a su lado y levantó la cabeza, me miró con esos ojos azules que lloraban sin parar. Su labio inferior temblaba y su cuerpo también.
Me partió el alma verla así, y me di cuenta de que por más lujos que tengas, por más lujos con los que vivas, la felicidad no la compra el dinero.

—Estoy aquí. —dije llevando mi mano a su hombro.

Sus grandes orbes azules temblaron y se lanzó a mis brazos.
Escondió su cabeza en mi cuello y sus manos se aferraron fuerte a mi espalda mientras empapaba mi camiseta de lágrimas.

La sujeté con una mano en su cintura y con la otra acaricié su espalda.

Era la primera vez que nos abrazábamos, y se sintió tan bien...
Ella olía como a vainilla, y cerré mis ojos mientras le susurraba palabras tranquilizadoras.

—¿Qué pasa, Bil? ¿Por qué lloras así? —pregunté.

—No quiero estar aquí, no soporto estar aquí... —sollozó entre mis brazos. —Por favor, sácame de aquí.

Suspiré, entendía a la perfección su tristeza.
Volver a casa significaba estar de vuelta a su vida; estudiar una carrera que no le apasiona, salir con un chico por obligación, sufrir los gritos y golpes de su padre, los llantos de su madre y lo más duro, sufrir la ausencia de su hermano.

—¿Qué te parece si vamos las tres a alguna cafetería? ¿O a pasear? —pregunté.

Se separó un poco de mi y me miró a los ojos. Estaban rojos de tanto llorar, y al tenerla tan cerca por primera vez, pude ver claramente lo hermosa que era ella.
Jamás me fijé en esas cuantas pecas rosadas sobre su nariz.

Asintió.

—Bien, vamos.

Me levanté del sofá y le tendí la mano.
No la soltó en todo el recorrido hacia el coche.

¿Dónde estaban sus padres? ¿La habían dejado sola en esa casa después de que le dieran el alta?
No me cabía en la cabeza cómo podía ser que existieran personas tan insensibles.
Su hija estuvo a punto de morir por suicidio, ella quería morir y la dejaron sola cuando le acaban de dar el alta.

Increible.

—¿Dónde estan tus padres? —le pregunté cuando arranqué el coche.

—Trabajando. —contestó mirando por la ventana.

—No hay derecho. —dijo Drew en la parte de atrás. —Los odio, los odio con toda mi alma.

La miré por el espejo retrovisor y con mi mirada entendió que no debía decir eso delante de una Billie tan sensible.

—No les importo. —susurró Billie. —No le importo a nadie.

Aproveché que estaba en una calle donde había estacionamiento a mi lado derecho. Estacioné el coche con rapidez y miré a la chica de pelo azul.

—No vuelvas a decir eso. —dije seria.

Giró su cabeza y me miró arrepentida.

—Yo quise decir...

—No. —interrumpí. —No digas que no le importas a nadie, porque sí lo haces. Le importas a Shawn, a Zoe, a Drew. Me importas a mi.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Cuando sientas eso, ese sentimiento de que no le importas a nadie, quiero que te pongas a recordar todo lo vivido junto a tus seres queridos. Quiero que recuerdes los momentos de felicidad y las risas, quiero que recuerdes lo que se siente cuando se te oprime el pecho de tanto reir por alguna tontería que hayan dicho. —comenzó a llorar. —Nos importas Billie, sinó no estaríamos aquí.

Asintió lentamente con la cabeza y miró a Drew arrepentida. La chica acarició el brazo de la peliazul.

—No sé como lo haces, Alisson. —dijo Drew. Me giré un poco en mi asiento para mirarla.

—¿Hacer el qué? —pregunté.

—Eso, calmar a Billie, hacerla pensar y reflexionar. Zoe y yo lo llevamos intentando durante años y no lo hemos conseguido nunca, y tú con tus palabras sabes hacerla entrar en razón. Eres increible.

Sus ojos estaban vidriosos y en mi boca se formó una pequeña sonrisa. Miré a Billie.

—Sí que eres increible. —me dijo y mi corazón se aceleró.

—Yo... no sé, gracias, supongo... —contesté tímida.

Billie seguía siendo la chica seria y de expresión neutra, pero me di cuenta que después de tantas tardes hablando, llorando e incluso sonriendo, esa sensación de frío y vacío en sus ojos estaba desapareciendo.

Me hacía inmensamente feliz que yo estuviera influyendo en eso. Y no pararía hasta verla feliz, feliz del todo.

After you | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora