CAPITULO 10

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Capítulo 10

Harry y el resto del grupo no hicieron más que mostrarse sorprendidos al saber que en el mismo corazón del ministerio, se encontraban las respuestas a todos los interrogantes que buscaran desde que supieran los malditos planes de los mortífagos.

Después de que el retrato del antiguo, y más importante para Harry, director de Hogwarts les indicara el lugar exacto donde contactarse con la reina de las hadas, ellos no perdieron ni un solo minuto. Tenían en claro que cada segundo que perdían era una posibilidad que le daban al enemigo para lograr sus planes. Harry no tenía seguro si lo que hablara con la reina de las hadas podría convencerla para abrir el portal. Y si lograba su cometido, aún faltaba resolver el problema de ir al pasado. Una vez que las piedras de Ban Drochaid fueran activadas, debían trasladarse a Inverness para allí lograr el salto hacia el pasado.

Harry miró a sus compañeros. A pesar de cualquier otra cosa que pudiera pasar entre ellos y que los alejara de sus antiguos ideales y de ellos mismos, Harry estaba tranquilo de que al menos en esa misión, podía contar con su ayuda. A pesar de que todos eran idóneos a la hora de realizar cada una de las tareas, necesitaba de cada uno de ellos por diversas razones. De Ron requería la confianza y la lealtad absoluta. Su amigo había estado en las buenas, pero también, y esto era lo que más le agradecía, en las malas. También era el único que soportaba sus estrepitosas caídas emocionales, que terminaban casi siempre en un bar, borracho y en una riña que para lo único que le servía era para sacar de su cuerpo las frustraciones. Y Ronald Weasley, siempre estaba a la par, dispuesto a pelar los puños para defenderlo. Aun cuando Harry nunca tuviera razón. Con Hermione tenía de su lado la lógica y la inteligencia. Ella siempre encontraba una solución ante cualquier eventualidad que los frenara. Era la voz de la razón, la voz que lo volvía a la tierra después de un momento de irracionalidad. Ella, su antes mejor amiga, su casi hermana, era su cable a tierra... aunque él nunca se lo reconociera. Y también estaba Ginny, la adrenalina en el estado más puro... su motor de arranque. Por ella se levantaba en las mañanas. Por ella aún vivía. Nadie sabía que después de aquellas dos inolvidables noches a su lado, él no podía respirar más el oxígeno sino venía acompañado con esa maldita fragancia floral, tan propia de ella, y que lastimosamente no podía quitarse de la memoria. Ojalá tuviera los cojones para realizarse un obliviate... Sería tan fácil y un alivio para su atormentada mente. Olvidarla significaba, no más dolor cuando la insultaba y la trataba como la mierda con el fin de alejarla. No más recuerdos de besos, caricias. No tener en su boca, el sabor de su piel, el aroma de su pelo; no escuchar como una desgarradora tortura, aquellos susurros de pasión con su suave voz... y más que nada olvidar el loco deseo de gritar palabras de amor, que debido a su vida, estaban obligadas a morir en su boca, reprimidas con un fuerte apretón de labios... tan fuerte que lo hacía sangrar... y no solo figurativamente.

Caminó con premura hacia el ascensor. Ron iba a su lado. Sonrió. Él siempre seguía sus pasos. El rostro de su amigo, estaba serio, expectante. Esperando que de un momento a otro alguien apareciera, sorprendiéndolo. Pero él estaba alerta ante posibles errores. Harry no era tonto. Sabía bien que, desde que se enteraran de la amenaza contra su vida, su amigo había asumido el rol de guardaespaldas. No lo dejaba solo nunca, ni siquiera cuando estaba perdido en sus recuerdos, y desesperado por ahogarse en alcohol. Su amigo fiel nunca lo abandonaría.

Unos pasos atrás, presurosa, lo seguía Hermione. Siempre tan alterada, desencajada. Sonrió al verla así, tan fuera de sí, un comportamiento tan propio de Hermione Granger. Cuando algo escapaba a la tan inteligente lógica que manejaba a diario, ella se ponía nerviosa, y a pesar de ser una experta en temas mágicos, aun había cosas en las que su mente se mantenía cerrada, incrédula... demasiado cientificismo en su vida. Algunas veces Harry tenía tantas ganas de sacudir su tan seguro mundo, y obligarla a sentir. Pobre Hermione... desde Krum, se había cerrado a todo lo que implicara emoción. Más que nada la que traía aparejada el sexo. Aquella que te hacía sudar, jadear y suspirar... la que te hiciera sentir como si explotaras dentro de una burbuja de completa satisfacción cuando llega el orgasmo... aquella emoción que él mismo sintiera por primera vez, hace unos días en brazos de...

Lo que no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora