Capítulo 1: La chica de la esperanza

407 32 20
                                    

     El cielo de la Tierra alguna vez fue hermoso, o eso me dijeron.

     Por mucho tiempo se pudo apreciar parte de la galaxia y un sinfín número de estrellas, pero con la necesidad de electricidad, las ciudades comenzaban a iluminarse por las noches de manera artificial. Aquellos puntos luminosos y naturales cada vez se veían menos.

     Además de eso se sumaba la actividad industrial; distintos descubrimientos y el aumento en la población conducían a la contaminación excesiva y daños a la atmósfera.

     Para el siglo XXI todo empeoraba.

     Ciertos eventos en las centurias posteriores fueron cambiando la visión de un mundo que moría.

     Aunque bueno, de eso ya pasó mucho tiempo.

     Se han hecho grandes esfuerzos por disminuir los daños a la capa que protege a este planeta, y aunque ha sido difícil, ha dado frutos.

     No es lo mejor, pero lo entiendo.

     Dicen que si no se hubieran tomado medidas sería una historia completamente diferente, y en muchos aspectos.

     Ah, creo que de las pocas cosas que extraño es ver a las estrellas en todo su esplendor. La que más se puede apreciar es el Sol, ni tan cercana ni tan lejana, a una distancia ideal de este planeta. Las otras estrellas son solo escasos puntos brillantes en el firmamento. Es extraño, pero desde aquí se sienten más distantes.

     En realidad, todo se siente más distante.

     Pero estoy haciendo lo correcto, ¿no es así?





     Sus pies descalzos avanzaban por aquella azotea, el aire golpeaba su rostro y extendía el largo vestido azul que llevaba puesto.

     Respiró hondo, aún con la sensación de que el tiempo pasaba lento. Fue levantando su vista hacia el cielo; pequeños puntos esparcidos en todo ese lienzo azul que se acercaba al negro.

     Llevó sus manos a su pecho, cerrando sus ojos.

     Los abrió de nuevo, pero ahora volteando a ver las edificaciones de la extensa base en la que se encontraba. Las construcciones grisáceas eran iluminadas con luces y farolas.

     Más lejos, a un par de kilómetros, se hallaba una ciudad también construida cerca de la costa; moderna y llamativa, aunque con una población que aún no era tan extensa. El tren se dirigía hacia allá, los vagones se distinguían en el tramo oscuro y lleno de vegetación que separaba a la base de la urbe.

     La noche era tranquila, con clima templado y un aire que le acariciaba el rostro y seguía su camino.

     Sus compañeras y otras personas con distintos cargos se encontraban festejando una reciente victoria en un salón especial. Estaban alegres y orgullosos de saber que los campeones estaban funcionando. La joven no se encontraba con ellos porque consideraba que ponerse a festejar en medio de una guerra no era lo más conveniente. Pero para su mala suerte, Blue la había invitado, así que tarde o temprano tendría que presentarse. Por esa razón llevaba puesto ese elegante vestido, aunque de los zapatos altos podía olvidarse un rato, había descubierto que los detestaba.

     —¡Al fin la encontramos!

     Dió un brinco del susto, su cuerpo se tensó al recordar que estaba cerca de la orilla. Mientras tomaba un profundo respiro volteó a ver a quienes habían llegado.

Aestellum | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora