Introducción

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Una penetrante oscuridad lo engullía todo, se sentía como flotar en la nada aunque era difícil estar seguro de ello, resultaba imposible saber si en realidad se existía o no en aquel vacío infinito. El silencio era el fiel compañero de aquel lugar perdido, ni el tiempo ni el espacio tenían nada que hacer ahí.

De repente, en aquel paraje inexistente, resonó una voz:

— ¡Despierta!

Tan suave y cálida, era muy tentador responderle a gritos. Pero no obtuvo respuesta, por eso insistió:

— ¡Despierta!

— ¿Ah…?

Finalmente le habían contestado, tratándose de un leve susurro somnoliento apenas. Un pequeño punto de luz nació en aquella penetrante oscuridad, débil y titilante, empezando a ganar fuerzas a medida que titilaba, como si un corazón comenzara a latir y se apresurara para no dejar de palpitar.

            — Ya es la hora, tienes que despertar.

            La luz ganó aún más fuerzas todavía, pero no era lo suficientemente poderosa como para combatir la oscuridad, tampoco es que aquel ínfimo punto de luz la tuviera fácil con semejante oponente. Pero no se dejó vencer, no dejó de titilar, luchando con las tinieblas sin dar el brazo a torcer.

            De nuevo, la segunda voz contestó, aún adormecida y con mucha pereza:

— ¿Ya…?

— Sí y es urgente —dijo ansiosamente la primera voz —. La situación se me ha escapado de las manos. No es el momento de que se cumpla lo escrito, pero nada ha sucedido como yo pensé que sería y se ha precipitado todo… los necesitan… ¡y rápido!

Se detuvo y esperó que le respondieran rápido, sin resultados. Parecía que sea quién fuera el dueño de la segunda voz, tenía mucho sueño o no estaba a gusto con lo que escuchaba y era reticente a contestar.

— ¡Dime algo! —apremió la primera voz.

— ¿Qué quiere que le diga? —contestó finalmente la segunda, ahora sonando molesta —. Todos sabíamos que pasaría, usted ha sido la única necia, reacia a aceptarlo.

— ¿Cómo te sientes? ¿Hay algo que deba saber? —preguntó la primera lacónicamente, haciendo oídos sordos a la respuesta que había recibido.

— Nada en especial —respondió la segunda de un modo que destilaba amargura.

— Ay, hija mía... —suspiró suavemente la primera voz, lamentándose por la hostilidad que comenzaba a captar en quien le contestaba —. Sé que no te he brindado lo mejor y que lo que está por venir será muy difícil para ti, no pienses que para mí lo es. Pero no debes angustiarte, hija mía, escucha con atención estas palabras, pues a partir de ahora serán ley: No estarás sola y de ello me aseguraré personalmente. Conocerás a alguien que en verdad te hará apreciar la vida, que te dará fuerzas y valor para afrontar el final...

Pokémon EGN: Hoy es el fin del mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora