4 - Lo inevitable, revisión.
Dylan seguía en el sofá, adolorido y más lastimado de lo que alguna vez imaginó. Pero no podía hacer nada, no tenía fuerza para más. Apenas fue capaz de medio vestirse, solo logró ponerse de alguna forma los calzoncillos.
Escuchó pasos y levantó la mirada viendo a aquel hombre pasar frente a él, para solo tomar su celular y darle la espalda arreglándose el traje.
-mira niño, voy a advertirte de una buena vez algo. -decía sin mirarlo, como si no le importara que lo escuchase o no. -si intentas hacer algo estúpido, te irá peor de como la has pasado hasta ahora.
El muchacho no dijo nada, pero temió por lo poco que quedaba de él, tomaría en cuenta esa amenaza.
-fuera de eso, siéntete como en tu casa. Puedes usar cualquier sitio, si quieres ver televisión o dormir, no sé. Lo que sea, mientras no causes problemas. -terminó de hablar y se alejó sin siquiera mirar al menor.
Salió de la casa sin olvidar poner la clave, esta vez no quería dejar que ese niño saliera.
Dylan solo tembló encogiéndose un poco, y cerró los ojos intentando perderse, pero a cada segundo recordaba todo lo que aquel hombre le había hecho. Lloró sintiéndose solo y perdido, pues por más que quisiera creer que eso no era real, todo ayudaba a hacerlo entender que lo era.
- ¡Santiago! ¿Cómo estás? -exclamó una chica, sonriendo encantada al ver al hombre entrar en la oficina. -estaba esperándote desde hace una hora. Qué bien que llegas.
-sí, leí tu mensaje, te he dicho mil veces que no vengas a la oficina, no es sitio para ti. -la reprendió sentándose tras el escritorio y dejando su portafolio encima.
-pero si tu oficina me encanta. -debatió ella poniéndose de pie en un salto, miró a su alrededor y luego al hombre.
-deberías estar en el colegio. Por ello es que nuestra madre te prohíbe salir cuando intentas pedirle permiso.
Era una muchacha realmente bella, de cabello castaño obscuro y ojos cafés, baja de estatura, y con mucha energía, a su edad estudiaba el bachillerato en un prestigiado colegio.
-hoy no tuve clases, hermanito. -sonrió ampliamente. - ¿Recuerdas que está cerca el fin de curso?
-claro, vas a graduarte, ¿Cómo iba a olvidarlo? -murmuró distraído sacando su portátil del portafolio. -pero ahora estoy ocupado, no puedo pensar en cosas triviales, ¿necesitas algo?
-a eso iba. Mis amigas y yo queremos ir este viernes a festejar previamente, ya que todas aprobamos con honores en nuestros últimos exámenes, y ya estamos exentas. Por favor, Santi, di que sí.
Él levantó la mirada arqueando una ceja. A diferencia de ella, su cabello resulta ser más un tanto más claro y sus ojos, aunque solían mostrarse fríos y calculadores, profundamente verdes.
- ¿y a que viene todo esto? Ya suéltalo de una vez, Dana.
-podrías bueno yo quería saber si puedes ser tú quien nos acompañe. Mi madre dijo que solo así me dejaría ir, y sé que estás muy ocupado, pero
- ¿Qué hiciste para que no te mandara con los guardaespaldas que acostumbras llevar?
-eso -sonrió nerviosa y se sentó de nuevo moviendo inquieta sus piernas. -verás yo no hice nada malo.
-por dios, Dana, ya tienes diecinueve años, ¿acaso no puedes arreglar sola tus problemas?
-aun dependo de ustedes, no trabajo ni gano dinero, si quiero algo debo pedírselo a mi madre. -le recordó sonriendo inocentemente.