13 - Lejos.
Santiago entró a la habitación y miró un momento al muchacho que se encontraba recostado, pero vestido muy diferente.
- ¿Quién te ha dado esa ropa? -cuestionó el mayor arqueando una ceja, al menos no estaba gritando.
-la chica tu hermana. -respondió sin muchos ánimos, ya estaba cansado de todo. Dana no volvió y eso le hizo pensar que no era verdad aquello de querer ayudarlo.
De solo escucharlo, Santiago supo que esa mujercita algo planeaba, y por más que fuese su hermana, no iba a permitir que se metiera en lo que tenía, Dylan era suyo, frunció el ceño caminando directamente hacia el baño, pensando en que podría hacer.
Apenas salió, topándose de nuevo con el menor, notó que éste lo observaba dubitativo.
- ¿Qué quieres? -cuestionó bruscamente, esa mirada le provocaba una sensación demasiado incomoda, y no quería pensar en eso por el momento.
- ¿Dónde están mis cosas? -soltó el menor, su valor había vuelto un poco, quería recuperar sus objetos personales, al menos los que llevaba cuando el mayor lo sacó de estación de policías.
- ¿Cuáles?
-mi ropa mi móvil
-los tiré a la basura, además ese celular era una porquería, no deberías preocuparte por eso.
El muchacho bajó la mirada con enfado.
- ¿y qué importa que fuera una porquería? Era mío, no tenías derecho.
-me tiene sin cuidado, no comiences a hacer un drama por eso. Además, no permitiré que tengas un teléfono privado.
Dylan se levantó de la cama aun mirando el suelo, apretaba los putos frustrado por no saber qué hacer. No se sentía capaz de encararlo, pues sabía que le partiría la boca si lo hacía enfadar.
-me lo había obsequiado alguien importante. -dijo por lo bajo. Le dolió saber que el teléfono había terminado en la basura.
-seguramente no te apreciaba mucho, eso no es siquiera un buen regalo, basura como esa no vale la pena. ¿Quién fue? -cuestionó Santiago arqueando una ceja.
-mi hermana. -su voz apenas se escuchó, ¿Cómo podía ser ese hombre tan idiota? - trabajó mucho para comprármelo, no tenías por qué tirarlo.
El hombre notó como aquel muchacho comenzaba a temblar, sabía que estaba molesto, además lo había ofendido con sus palabras. De pronto pensó que se había pasado al hablar de esa manera, recordaba perfectamente que la hermana de ese chiquillo había muerto tan solo un par de semanas atrás.
-esa cosa era más vieja y fea que nada, seguramente tal reliquia no iba a durarte demasiado, así que ni se te ocurra afligirte por eso. -farfulló de mala gana el mayor, pasando junto al chico para llegar a la cama y recostarse.
-fue un regalo de cumpleaños
-no me interesa.
-maldito egoísta. -murmuró Dylan caminando lentamente hacia el tocador.
-hey, mocoso. Ten cuidado con lo que dices. -dijo Santiago sentándose para mirarlo, observando esa figura pequeña de espaldas a él, tratando de contener posiblemente la rabia que en ese momento sentía. Lo sabía, el chiquillo estaba molesto, su límite posiblemente ya estaba cercano.
Aun así, Dylan no dijo más. Se encerró como si no lo hubiese escuchado. Cuando cerró la puerta, se recargó en ésta y dejó su cuerpo resbalarse hasta llegar al piso, quedando sentado abrazó sus rodillas. No soportaba a ese hombre.