5 - ¿Una posibilidad de liberarse?
Llegó el día siguiente, miércoles. Santiago había dado algo de ropa al menor para dormir, pero al despertar, el menor no sabía qué hacer. Quería ir al colegio y no tenía su uniforme, lo había dejado en su casa, ni siquiera tenía ropa que le quedase bien, Santiago era mucho más grande que él.
Miró inquieto a su lado, el hombre se encontraba haciendo algo en una computadora portátil, había despertado mucho tiempo atrás y aprovechó para trabajar. Notó al menor y dejó de escribir para girar el rostro y observarlo.
- ¿Qué carajo estás viendo? -cuestionó con brusquedad y Dylan brincó haciéndose hacia atrás, bajando la mirada de inmediato.
-yo yo solo. -tragó saliva tratando de tomar valor. Respiró profundamente y apretó las sabanas contra su pecho. -yo quería saber si puedo irme.
- ¿estás bromeando? Por supuesto que no puedes. -sentenció Santiago y volvió a su trabajo.
- ¡pero el lunes dijiste que podía irme! -exclamó levantándose de la cama y fue hacia la puerta de la habitación, Santiago lo miró molesto.
-ni se te ocurra intentarlo.
- ¿Por qué? No quiero estar aquí. -dijo Dylan cuando abrió la puerta, se detuvo solo ante la voz amenazante, pero no quiso mirarlo. Estaba a punto de llorar. -no quiero debo volver a mi casa.
- ¿para qué? Si nadie está esperándote.
- ¡es por eso! -exclamó Dylan levantando furioso la mirada para enfrentarlo, aun cuando lo vio pararse de la cama. - ¿¡Qué clase de persona eres!? Mi hermana murió el viernes y tú no tienes compasión.
Se derrumbó llorando fuertemente sintiéndose terrible, de nuevo el recuerdo de todo lo sucedido estaba atormentándolo.
-quiero ver a mi hermana. -murmuró gimiendo entre sollozos. -quiero quiero volver a la escuela, ella no querría que la dejara.
Entonces Santiago recordó que el lunes le había dicho que podía irse para asistir al colegio. Lo pensó un momento, el chico parecía estar mejor, aunque no le compró la medicina que necesitaba, lo había olvidado, y sin aquella pomada que disminuía el dolor seguramente estaría incómodo.
Encogió los hombros pensando que no era su problema.
-te voy a dejar algo en claro. -advirtió el mayor levantando con brusquedad a Dylan del piso, tomándolo de la camisa para acercarlo más. El niño lo miró asustado. -Tú de ahora en adelante eres mío. Harás lo que yo te diga y más te vale no cometer ninguna idiotez. No dudaré en darte una paliza si me haces enfadar.
Dylan no contestó, estaba temblando y cerró los ojos evitando verlo más. Sintió que lo empujaba soltándolo de la camisa y apenas entonces volvió a mirar viendo como regresaba a la cama.
-puedes irte por ahora. -murmuró de mala gana colocándose de nuevo la portátil sobre las piernas.
El chico salió casi corriendo de la habitación, pero se detuvo en seco al bajar las escaleras. ¿Cómo iba a llegar a tiempo? Tenía que ir a casa, cambiarse y luego a la escuela. Solo tenía dos horas para hacerlo o no llegaría. Ni siquiera contaba con dinero para tomar un taxi y no sabía qué hacer.
Bueno, no pensaba quedarse ahí. Salió de la casa inmediatamente, iba nervioso, pues llevaba ropa grande la cual de lejos se notaba que no era suya, además no se sentía tan bien como para el largo trayecto que le esperaba. En aquella casa solo había encontrado su par de tenis y se los puso antes de marcharse.
Media hora después apenas estaba saliendo de aquella zona residencial, al menos no se había perdido. Suspiró abrazándose a sí mismo y bajó la mirada con tristeza, ya no aguantaba más esa situación, todo en su vida se había oscurecido, lo único que consideraba bueno era poder seguir en la escuela, pero si volvía a faltar posiblemente quedaría sin derecho a presentar examen parcial y perdería la beca por bajar de calificación.