38 - No puede estar pasando.
Santiago se encontraba en la casa de su madre, estaba hecho una furia tras haber llegado y ver a su hermano yéndose en un auto, por suerte no se habían topado de frente o no estarían ambos ilesos.
Guillermo ni siquiera se percató, tomó su auto y salió de la mansión.
Por el momento, Santiago tenía algo más en que poner toda su atención. Cristel era una niña tan linda y buena, que no se cansaba de mirarla todo el tiempo. Ella rápidamente se estaba adaptando y lo aceptó como su padre de inmediato.
Solo que había un pequeño inconveniente, ella adoraba a Dylan. Había preguntado por él infinidad de veces. Por un momento, Santiago pensó en que al terminar con todo lo que tenía por hacer, volvería a desaparecer y dejaría a Cristel con Dylan, pero ya no lo veía posible, la niña se estaba encariñando mucho y era de esperarse al tratarse de él mismo, su padre.
Dana no podía creerlo cuando lo vio, después de tanto tiempo y se veía muy similar, el tiempo no había cambiado mucho su aspecto, solo que ahora lucía más desalineado a pesar de vestir con traje. Alicia lo recibió encantada, su hijo había vuelto y solo deseaba que no se fuera nunca más.
Por el momento todo estaba en calma, al menos en casa.
Dylan salió temprano de la casa donde estaba pasando aquellos días. Buscó algunas cajas de camino a su vieja casa, aquella donde vivió años atrás. Tenía que sacar todo lo que fuese importante para no volver nunca, pues apenas recordarla, le hacía entristecer.
Al llegar, notó que había nueva correspondencia, bueno, solo una carta que no estaba días atrás que revisó la casa. Tomó el sobre que no decía nada, solo estaba cerrado sin más. Rápidamente lo abrió con curiosidad.
Se tensó inmediatamente al leer aquello que decía.
Estoy seguro de que esta carta la vas a leer tú, y no el resto de imbéciles que creen poder cuidarte. Estás siendo muy escurridizo, pero no tienes idea de con quien están tratando.
Sé que te encuentras en esa vieja casa, ahora solo esperaré a que salgas y tu vida será el infierno que te mereces. Por si no lo sabías, esto es un ajuste de cuentas y tal parece que aquí es donde todo acaba.
Dylan estaba temblando al terminar de leer aquello, no iba firmado ni nada, pero se podía imaginar de quien se trataba.
Cerró la puerta con seguro y fue corriendo su habitación, pero no se atrevía a salir ni siquiera por la parte trasera de la casa. La nota daba a entender que lo estaban vigilando.
Buscó su celular a toda prisa y casi se le cae, pero lo sostuvo antes y buscó rápidamente el número de Enrique. Llamar a sus amigos en ese momento podía ser peligroso, y quizá, los únicos que podían ayudarle eran Enrique y Santiago.
El rubio contestó casi a último momento tras ver de quien se trataba.
-Hola Dylan. ¿Necesitas algo? es que estoy un poco liado con algo y
-Enrique. -lo interrumpió Dylan sonando bastante alterado. -siento molestarte, pero no sé qué hacer. Encontré un sobre, con una amenaza y
- ¿Volviste al departamento? -preguntó el mayor olvidando todo lo que hacía mientras tomaba las llaves de su auto.
-No. Estoy en mi casa, en donde vivía antes con Katherine. -explicó rápidamente. -Vine a recoger unas cosas y encontré esa carta, me dio a entender que se encuentra afuera esperándome. ¿Qué hago?
-Ni se te ocurra asomarte siquiera. No sé cuál es la dirección, pero estoy seguro de que Santiago lo sabe, iremos enseguida. -aseguró. -Por ahora, cierra todo lo que puedas sin hacerte notar mucho, busca algo con que defenderte y escóndete en algún lado, no quiero saber que puede pasar si realmente están ahí, puede que decidan entrar.