CAPÍTULO 6. VELAS.

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Hermione se había dormido sobre su pecho mientras él pasaba sus manos rozando su espalda desnuda, en un constante subibaja desde el cuello hasta la zona lumbar. Amaba tenerla así de cerca, sobre todo cuando recordaba todo lo que había tenido que luchar por ella años atrás.

Enfrentar a sus padres no había sido nada fácil. Sin embargo, lo más complicado había sido reconocer que ella le movía los más profundos tejidos de su inquieto y en aquel entonces, dañado corazón.

Julio, 1998.

El Wizengamot había realizado el juicio a la familia Malfoy, sentenciando a tres años en la prisión de Azkaban a Lucius; tres años de arresto domiciliario a Narcissa; y a Draco, dos años de trabajo sin goce de salario en el Ministerio de Magia bajo las órdenes de los altos jerarcas, sumado a la prohibición de realizar una larga lista de hechizos y a la revisión semanal de su varita. Estas sentencias habían sido suavizadas gracias al testimonio de Harry Potter a su favor por diferentes episodios sobre todo al final de la guerra. Otros mortífagos habían sido besados por dementores o castigados con cadena perpetua. Los Malfoy agradecían a todos sus ancestros por una sentencia indulgente en su caso.

El primer año había sido extremadamente difícil para Draco, no por tener que trabajar, o por hacerlo sin percibir un salario; sino por la actitud de los empleados. Iba de un departamento a otro debido a que nadie deseaba tenerlo cerca. Se podía afirmar que prácticamente sólo el ministro Shacklebolt le dirigía la palabra y por eso llegó a convertirse en uno de sus asistentes luego de cinco meses de pasar de una oficina a otra.

No obstante, Kingsley no era nada benevolente con el muchacho. Pensaba que, puesto que Draco cumplía un "castigo", debía agachar cabeza y aprender la lección a base de ofensas y desprecios, y por eso permitía las humillaciones, lo obligaba a trabajar muchas más horas de las acostumbradas y con frecuencia debía repetir largos informes por errores menores. Además de darle tareas para los fines de semana.

La cereza en el pastel se colocó cuando en su segundo año de sentencia, Hermione Granger empezó a trabajar en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. El ministro había decidido que no había mejor aprendizaje para Draco que trabajar bajo las órdenes de una bruja nacida de muggles, escuchando diariamente todo lo referente a los derechos de los elfos.

Contrario a lo esperado por todos, Hermione lo había tratado siempre con consideración y con una sonrisa en su rostro, lo que le hizo sentir aún peor que las humillaciones.

Fue precisamente ese trato diferenciado el que logró romper las barreras que él mismo había puesto prácticamente desde que la conocía, y el que lo llevó a enamorarse de ella perdidamente, a pesar de una larga lista de obstáculos.

Fue precisamente ese trato diferenciado el que logró romper las barreras que él mismo había puesto prácticamente desde que la conocía, y el que lo llevó a enamorarse de ella perdidamente, a pesar de una larga lista de obstáculos

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