CAPÍTULO 24. POCIÓN.

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Hermione sentía algo de susto ante la propuesta de su esposo. En cinco años juntos, era la tercera vez que tocaban el tema de los hijos. Sin embargo, esta vez había sido diferente. Veía a Draco muy decidido y todo lo que había descrito sobre estar muy presente durante el crecimiento de un hijo la había conmovido. Él quería ser todo lo contrario de lo que Lucius o Narcissa habían sido con él, y algo en su interior empezó a crecer con anhelo. Ella también se sentía preparada para dar el siguiente paso y formar una familia. Aun así, algunas cosas le preocupaban.

—¿Estás sugiriendo que deje la poción anticonceptiva? —preguntó con desconcierto.

—Me gustaría mucho, pero sólo si tú también estás de acuerdo —repuso mirándola fijamente a los ojos, en los que se reflejaba el brillo de las estrellas.

—No quiero dejar de trabajar —confesó luego unos segundos de angustiante silencio para Draco—. Sé que se esperaría que lo haga una vez que nazca el bebé. Que me encargue de obras de caridad y de organizar actividades sociales que saldrán en las primeras páginas de los diarios y en las que deberé aparecer sonriendo a tu lado como si fuera un adorno.

—Hermione Malfoy no hará nada de eso, a menos que ella quiera; y sinceramente, espero que no quiera nunca —sonrió de lado—. Mi esposa seguirá subiendo peldaños hasta convertirse en la primera bruja hija de muggles que es elegida ministra de magia en Gran Bretaña, y entonces, seré yo quien aparecerá en las páginas de sociales sonriendo a su lado como si fuera un adorno —le dijo con orgullo.

—¡Estás exagerando! —esbozó una sonrisa y le propinó un pequeño empujón en el brazo que él exageró fingiendo caer acostado sobre la manta, al tiempo que tomaba un brazo de ella para colocarla encima de él. Ambos se contemplaron por unos segundos antes de fundirse en besos llenos de deseo que cortaban la respiración.

Minutos después, ella aún sobre su pecho, hacía círculos con sus dedos enredados en el largo flequillo, mientras él jugaba a estirar los ahora formados rizos gracias a la magia y que hacía llegar hasta la cintura para luego soltarlos como si fueran resortes.

—En los retratos no recuerdo haber visto ningún rubio de cabello ensortijado —murmuró pensativa.

—El nuestro será el primero, estoy seguro... ¿Sabes? Si dejas la poción, puede que ya para julio tengamos a nuestro bebé desvelándonos el sueño.

—Quizá ya no tenga tiempo para atender a mi esposo como él lo desea... —comentó divertida.

—Ya nos acomodaremos para que tengas tiempo de descansar y atender a ese esposo que, estoy seguro, se desvivirá por más bien atenderlos a los dos —besó su coronilla.

—No quiero a ningún elfo...

—Ssshhh —la interrumpió adivinando lo siguiente—. Ningún elfo nos reemplazará, a no ser que sea por fuerza mayor, ¡lo prometo!

—Dejaré la poción anticonceptiva entonces... —musitó instantes después.

—¿Estás segura? —preguntó emocionado acercándola para quedar cara a cara. Ella asintió como única respuesta.

Draco la abrazó con fuerza y empezó a besar su rostro con emoción.

Draco la abrazó con fuerza y empezó a besar su rostro con emoción

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