CAPÍTULO 2. PEEVES.

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Draco llegó a casa cuando casi finalizaba la película y sonrió al ver a su esposa dormida. Se había perdido su parte favorita, esa escena donde Lucy anuncia a la familia que se había enamorado de su hijo, pero refiriéndose a Jack y no a Peter, con quien estaba a punto de casarse. Draco sonrió mirando detenidamente la pantalla como si fuera la primera vez que la veía. Era su parte favorita también. Ya la sabía de memoria. Apagó el equipo, se acercó al sofá y sentándose en el piso para quedar a la altura del rostro de Hermione, depositó un dulce pero sonoro beso en la sien derecha de la joven. Ella, despertándose, sonrió y abrió lentamente los ojos.

—Hola esposa —susurró.

—Hola esposo.

—Te dormiste... otra vez... —ella se estiró desperezándose, emitiendo graciosos ruiditos, para luego abrazar a Draco en su cuello; sin embargo, al hacerlo, percibió un nauseabundo olor y frunciendo el ceño, iba a abrir la boca para decir algo, pero el joven mago se adelantó:

—¡Mejor no preguntes! El odioso Peeves me hizo una de las suyas —ella abrió los ojos con sorpresa.

Draco había ido de visita a Hogwarts y el Poltergeist, saliendo inesperadamente detrás de una de las tantas armaduras en su camino hacia la oficina de Minerva McGonagall, le había volcado en su cabeza, un globo lleno de agua estancada, para después estallar en sonoras carcajadas que probablemente se oirían hasta Hogsmeade, al tiempo que daba volteretas en el aire, orgulloso de su hazaña. Todo había sucedido muy rápido y Draco no había podido evitar la travesura. Estuvo a punto de gritar llamando al Barón Sanguinario, el único ser que realmente espantaba a Peeves, pero en ese preciso instante había aparecido la directora, su antigua profesora de Transformaciones, y había puesto a raya a la molesta entidad, no sin antes reír, y taparse la nariz. Él había realizado un encantamiento de limpieza, pero el mal olor no se había ido por completo.

Al escuchar la historia, Hermione había empezado a reír a carcajadas para sufrimiento de Draco. Luego de unos segundos de silencio, le preguntó con voz melosa y mirada provocativa:

—¿Le gustaría, señor Malfoy, que su esposa le prepare la tina y le dé un relajante baño? —los ojos de él brillaron ante la idea y tomando a su mujer entre sus brazos, se aparecieron.

—¿Le gustaría, señor Malfoy, que su esposa le prepare la tina y le dé un relajante baño? —los ojos de él brillaron ante la idea y tomando a su mujer entre sus brazos, se aparecieron

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