CAPÍTULO 29. BESTIA.

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Julio, 2006.


El nacimiento de Scorpius Malfoy había sido un gran acontecimiento que había llenado páginas enteras de los periódicos y revistas de la comunidad mágica, como en su tiempo lo había sido la noticia del casamiento de sus famosos padres.

Desde que Hermione había confirmado su embarazo, el bebé en su vientre había crecido con la influencia de los dos mundos, mágico y muggle.

Ella había comprado un dispositivo que cada noche colocaba unos pocos minutos a la altura de su vientre para ponerle "música de Mozart" con el fin de desarrollar su inteligencia, algo probablemente innecesario dado el gran intelecto de sus padres, pero era un tierno momento que compartían Hermione y Draco, aprovechando para hablarle a su bebé y contarle lo mucho que lo amaban y lo ansiosos que estaban por conocerlo y tenerlo entre sus brazos.

Había nacido en San Mungo, pero su embarazo había sido atendido por una ginecóloga muggle que se había casado con un mago. Desde los cinco meses de gestación, habían confirmado que era un varón por medio de un ultrasonido, un examen muggle en el que Draco vio embelesado a su bebé por primera vez.

—¡Te lo dije! —brincó de alegría el orgulloso padre, agradeciendo a Merlín la invención de esa tecnología que le había permitido ver a su heredero dentro del vientre materno.

La noticia del embarazo había provocado que Lucius y Narcissa empezaran a acercarse a su nuera con más frecuencia, y se sumaran a la espera a su nieto con ilusión, a pesar de no compartir algunas de las costumbres muggles que Hermione insistía en seguir. Por amor a Draco y al futuro bebé, empezaron a tolerar y respetar cada "invento" como lo llamaba Lucius y ella empezó a perderles algo del miedo que le inspiraban.


Marzo, 2011


Draco no podía ser un padre más atento a cumplir los deseos de su clon miniatura, un niño cariñoso e inteligente que se robaba el corazón de quien lo conocía, y más bien, Hermione debía estar siempre atenta a que no lo malcriara. Usualmente comentaba, medio en broma, medio en serio, que ella tenía dos bebés, uno de cuatro, y el "mayor", de casi treinta años.

—El que le des todo cuanto pide no es sano. No quiero que sea un egoísta con cero tolerancias a la frustración por tu culpa. Debe aprender a que no se puede tener todo en la vida.

—¿Y por qué no, si tenemos los medios para darle todo lo que quiere? No es justo que, teniendo los galeones suficientes, no se lo demos —refunfuñaba cual niño pequeño haciendo una rabieta, cada vez que tocaban el tema.

—Precisamente porque no quiero que tenga la actitud mimada que estás teniendo en este momento, Draco. Tus padres te consintieron demasiado —y ante esa respuesta, él no tenía nada más que agregar. Ella siempre tenía la razón, aunque a él le costara un mundo aceptarlo.

Su momento favorito juntos era la hora de acostar al niño, minutos que Draco disfrutaba muchísimo.

—¿Qué cuento quieres hoy? —le preguntaba y Scorpius salía corriendo hacia el estante en su dormitorio donde había diferentes cuentos infantiles de ambos mundos. Hermione le leía los de Beedle el Bardo o algunos de los que los Granger habían comprado para su nieto, pero el pequeño Malfoy los cuentos que más le gustaban eran los que Draco le inventaba sobre acromántulas, mantícoras, basiliscos, dragones o cualquier otra bestia que el niño elegía de un libro lleno de imágenes de criaturas mágicas, pues el mago acompañaba cada relato con gestos, gruñidos y en ocasiones hasta disfraces que conjuraba para darle más realismo a las aventuras.

Hermione atesoraba en su corazón esos tiernos momentos con los dos hombres de su vida... Jamás alguien hubiera podido adivinar que, detrás del arrogante y serio mago que aún era ante la sociedad, existía un padre y esposo cariñoso y siempre atento a los deseos de su pequeña familia.


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