Pide un deseo

CAPÍTULO 14. MASAJE.

Hermione se había dormido plácidamente boca abajo mientras abrazaba la almohada en su cabeza. Draco, luego de observarla por un buen rato, se levantó en busca de algo para almorzar.

Llamó a uno de los elfos, quienes, para disgusto de Lucius, ahora recibían un trato justo, su respectivo salario y días libres. La misma Hermione era quien se encargaba de los pagos, algo que también incomodaba a Narcissa.

Una vez que estuvo servida la mesa, Draco se dirigió nuevamente a su dormitorio, se sentó sobre las caderas de su esposa, y colocando sus manos entre el cuello y los hombros, empezó a realizarle un suave masaje con el fin de interrumpir su sueño.

—¡Despierta, dormilona! —le susurró al oído—. Tengo hambre y quiero aprovechar que mi linda y siempre ocupada mujercita está en la casa para así no comer solo.

—Si tu intención es que me levante, no lo estás logrando —murmuró adormilada—. Tu intento de masaje más bien me está provocando ganas de otra cosa —sonrió con picardía.

—Te prometo lo que sea, pero después de que hayamos comido —besó su cuello provocando que a ella se le erizara la piel—. Primero ocupo alimentarme.

—¿Después me dejarás dormir? —le dijo sin abrir los ojos y con su aún traviesa sonrisa.

—¡Tramposa! Sé que te me estabas insinuando —le dijo besando ahora su mejilla para luego forzarla, entre risas, a levantarse. Le alcanzó la ropa y se dirigieron al comedor donde se sentaron tranquilamente a almorzar.

Verla en su mesa a veces aún le parecía increíble...

Julio, 2000.

—¿En serio crees que hacemos buen equipo? —le preguntó aún sorprendido por sus palabras, avanzando unos pasos hacia ella. ¿Sería que, a pesar de todo, él tenía alguna esperanza?

Hermione se percató del tono de la pregunta y sospechó que no hablaban del mismo tema.

—Hermione —era la primera vez que se atrevía a usar su nombre de pila en voz alta—, por favor, no juegues. Si realmente no crees eso, y sólo lo estás diciendo para quedar bien conmigo ahora que ha terminado mi tiempo como tu asistente, en realidad, no hace falta que lo hagas. No ocupo la lástima de nadie, mucho menos de ti... —había acortado aún más la distancia entre ellos. Estaba poniéndose nerviosa. Los ojos de Draco estaban fijos en los de ella y comprendió que, detrás de sus palabras, evidentemente había algo más.

—Malfoy... —titubeó—, yo... —que ella usara su apellido no era, para nada, un buen augurio para él—. La verdad es que... yo me refería a... —no sabía ni cómo abordar el tema... jamás lo había intuido; tenerlo tan cerca tampoco ayudaba. Estaba a escasos dos pasos de ella—. Ahora me siento algo confundida —se volteó y alejó un poco, presionando su frente con nerviosismo—. No sé si recuerdas que soy una hija de muggles...

—¿Y quién piensa en eso, Granger? —su voz denotaba frustración.

—Pues, no lo sé... —se volteó para quedar de frente otra vez—. ¿Tú? Durante toda nuestra época en Hogwarts no te cansaste de demostrármelo... —dilucidó con resentimiento.

—¿Sientes que soy el mismo de hace nueve años? ¿De cuando nos conocimos? —había tensado todos los músculos de su cara, intentando ocultar el dolor que le habían ocasionado sus palabras—. En este año que he sido tu asistente, ¿has tenido alguna objeción con mi forma de ser contigo?

—Lo siento... —apretó sus manos con nerviosismo—, me estás mal interpretando. No quise decir eso. Sé que tu comportamiento ha sido muy distinto este año. Pero no estoy segura si es porque estabas obligado a ser tolerante conmigo o los de mi mundo; o porque realmente has cambiado y...

—¡Olvídalo! —la interrumpió—. Por lo visto consideras que soy un excelente actor y que todo este año he interpretado muy bien mi papel de mortífago redimido —comentó con desprecio, dolido por la actitud de la joven.