CAPÍTULO 17. CAFÉ.

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Junio, 1999.

Horas antes de su graduación, Kingsley Shacklebolt había visitado a Hermione en Hogwarts para ofrecerle un puesto en el departamento que ella eligiera. Ella tenía muy claro que no deseaba ser auror; perseguir magos delincuentes debía quedar en el pasado. Quería tranquilidad y su lucha por los elfos con la P.E.D.D.O. llegó a su mente.

En su primera jornada laboral en la oficina de Criaturas Mágicas del ministerio británico, Hermione estaba muy nerviosa. El día previo, la cabeza del ministro había aparecido en su chimenea para comentarle la situación de Malfoy. Shacklebolt había resuelto que no había mejor oportunidad de redención para el exmortífago que trabajar bajo las narices de la persona que tanto había odiado.

Hermione no se tomó muy bien la noticia. Cómo iban a actuar ambos al verse era la pregunta de los mil galeones. La última vez que se habían visto había sido en el juicio de su familia, donde había tenido la oportunidad de ver a unos Malfoy cabizbajos y en apariencia, arrepentidos.

Hermione conocía de primera mano, el trato que los empleados del ministerio, empezando por el mismo Shacklebolt, tenían con Draco. También sabía que Draco jamás respondía a las provocaciones y que no era ni la sombra del altanero que había conocido en Hogwarts. Pero tenerlo a sus órdenes no le había parecido una buena idea debido a sus antecedentes.

A los dos minutos de haber llegado a su oficina, escuchó que golpeaban la puerta para después, ver a Draco Malfoy aparecer en el umbral con un café sobre una bandeja. Lucía cohibido, tanto o más que ella, pues su principal duda era la forma en que tenía que llamarla. ¿Señorita Granger? O simplemente Granger, como siempre... suspiró profundo y se decidió por la primera así que seriamente, la saludó.

—Buenos días, señorita Granger. Bienvenida a su oficina. Espero que todo sea de su agrado. Si no fuera el caso, no tiene más que decirme la forma en que lo desea y lo cambiaré. Acá tiene su café y quedo a sus órdenes para lo que requiera. En su escritorio encontrará una serie de archivos que el ministro me pidió le dejara listos para que se vaya familiarizando con los casos que le han asignado. Antes de hoy, yo no estaba en este departamento, pero cualquier pregunta que tenga, no dude en consultarme que trataré de orientarla lo mejor que pueda.

Ante semejante verborrea en la que se había convertido el saludo de Draco, la joven no hizo más que parpadear varias veces, aún más por cierto detalle que la había asombrado:

—¿Café? ¿Cómo sabes que lo prefiero en las mañanas, Malfoy?

—El ministro Shacklebolt me pasó una lista con varias indicaciones que debía cumplir diariamente y a cabalidad para usted; entre ellas, la de traerle su café con canela y leche, sin endulzar.

—Eso... —titubeó—, eso no es necesario que lo hagas.

Hermione estaba empezando a sentirse incómoda ante la actitud de su excompañero de colegio.

—Lo siento, señorita Granger, pero es parte de mis obligaciones —repuso con seriedad, sin moverse del marco de la puerta. Su actitud le recordaba a Alfred, el mayordomo de Bruce Wayne.

—¿Y eso de "señorita Granger"? ¿También es parte de tus obligaciones llamarme así? Por Merlín, Malfoy, nos conocemos hace años, no es necesaria tanta formalidad.

—Lo siento, pero soy su subalterno. Debo...

—¡Nada de eso! —interrumpió con autoridad producto más del asombro que de su puesto como jefa. Draco seguía inmóvil por lo que segundos después, algo más tranquila, se acercó a él y prosiguió—. Granger, o Hermione. Que yo no pienso tratarte de señor; sentiría que estoy hablando con tu padre —continuó con jocosidad, lo que infundió confianza en el joven mago.

—Está bien, Granger —asintió algo menos estirado.

—Y con el tema del café, deberás entonces traer uno para ti también. No me gusta tomarlo sola.

—Nunca he probado el café de esa forma —comentó más para él que para ella.

—Pues te estás perdiendo de un manjar de dioses —declaró con seguridad, sonriéndole genuinamente por primera vez en su vida.


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