❅ 𝔡𝔦𝔢𝔠𝔦𝔰𝔦𝔢𝔱𝔢

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Valentín tomó mi mano y con cuidado me ayudó a terminar de bajar del capot del auto atrapándome justo cuando mis pies tocaron el suelo. Estaba descalza y tuve que seguirlo en puntas de pie procurando no pincharme las patas o lastimarme, aunque para ser honesta prefería cualquier cosa antes que usar zapatos altos de nuevo.

Se dirigió hacia el final del acantilado, justo donde estaba la valla que separaba lo que era la calle y una peligrosa caída al vacío. Atinó a levantar su pierna para cruzarla y lo frené de un tirón entrando en pánico en cuestión de segundos. La distancia que había entre la nada misma y el suelo no llegaba ni siquiera al metro y un paso en falso acabaría con nuestra vida. Y está bien que ahora la mía tenga poco sentido pero tampoco quiero un final tan trágico.

Menos sin antes haber puesto en marcha mi plan de venganza.

— ¿Te dan miedo las alturas? -preguntó con el ceño fruncido estando dispuesto a intentar arrastrarme con él una vez mas.

— Me da miedo caer y morirme que creo yo es un poco mas lógico, ¿no? -respondí con obviedad.

— No te vas a caer Mara, estoy yo.

— Uff, una seguridad.

— ¿No confias en mi?

Me quedé mirándolo y guardé silencio un par de segundos mientras intentaba responder aquella pregunta en mi mente, llenándome de dudas y recordando ciertos momentos a su lado que podían llegar a ser útiles para sacar una conclusión.

¿Confiaba en Valentín?

Quizás sí para permitir que sostenga mi mano y me proteja de un abismo que acabaría conmigo en cuestión de minutos, porque así de fácil sería para él deshacerse de mi si eso quisiera. Ahora, yendo mas allá de lo que estábamos por hacer, ¿había confianza? ¿Lo conozco en realidad?

Relamí mis labios, entrecerré los ojos y le extendí mi mano permitiéndole así que me lleve a donde quiera, porque total esa noche ya era suya y no podía negarme a su propuesta por mas descabellada que ésta sea. Valentín me consumía, me atrapaba con sus ojos azules, su misterio y sus peligros, y a mi, siendo tan tonta e inocente, se me hacía prácticamente imposible decirle que no. Siempre al límite, jugando con fuego y sin temor a quemarme en carne viva.

Me regaló una sonrisa chiquita y entrelazó sus dedos con los míos llevándome ahora si del otro lado de la valla. Mi cuerpo se estremeció e hice un esfuerzo enorme por no mirar hacia abajo así evitaba cagarme hasta las patas justo ahora. Avanzó despacio costeando la zona segura que ya empezaba a llamarme para que regrese a ella, se detuvo observando la ciudad y me soltó para poder rodear mi cintura con sus brazos pasándome por delante de él. Ahora si podía terminar conmigo cuando lo desee.

Mis ojos estaban cerrados y los apretaba con fuerza, tenía las uñas casi clavadas en sus brazos y me pegaba a su torso tanto como me era posible con tal de alejarme del borde final. Escuché su risa retumbar en mi mejilla, seguida de un beso y un leve apretón en mis caderas.

— ¿No vas a mirar?

— No quiero.

— Ya estás acá, no tiene gracia que te arriesgues para después perderte la mejor parte.

— ¿Lo decís por vos? -solté sin pensar. Perdón.

— ¿Estar conmigo es un riesgo? -podía sentir como su sonrisa se agrandaba e incluso como ladeaba la cabeza buscando mirarme. Presioné los labios entre si y finalmente generé ese contacto visual, enfocándome en el color azul de sus ojos, en el arco de sus pestañas e incluso en su ceja rebelde evitando no mirar hacia abajo.

legado; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora