❅ 𝔠𝔞𝔱𝔬𝔯𝔠𝔢

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Por poco olvidaba lo bien que se siente tenerlo tan cerca, escuchar el tono que muestra su voz al seducirme y el aroma de su colonia tan fresca y varonil. La presencia que denota a simple vista o como sus dedos se encajan en mi cintura agarrándome firme para llevarme mas cerca, rumbo al mismísimo infierno por un camino extenso lleno de perdición.

Mis manos quedan entrelazadas justo detrás de su nuca y nuestros cuerpos parecen estar sincronizados al momento de moverse y seguir el ritmo que marca la música. A nuestro alrededor la gente va y viene, solo algunos son capaces de frenar y saludarme, el resto se sumerge en la diversión de la fiesta y sigue de largo. Las luces de neón brillan por doquier, mis oídos se acostumbran al bullicio y en mi interior ronda la paz de saber que a pesar de que siempre estuve dispuesta a entregarme a él, esta noche se sentía mas real.

Real, hasta ahí. No era un hecho ni tampoco algo que iba a permitir así como si nada después de todo lo que me hizo pasar el muy hijo de puta.

— No estaría entendiendo tu concepto de libertad, Valentín. -situé mi mirada en él y le sonreí levemente sin dejar de bailar. Su regalo me dejó pensando y quería aclarar tan solo una cosa antes de que se suba en una nube de nuevo, creyendo que todavía tiene algún tipo de poder sobre mi.

— ¿Que es lo que no entendés Mara? -se detuvo observándome fijo y con la yema de sus dedos acarició la parte descubierta de mi cintura trazando pequeños círculos que por poco no me hacían estremecer.

Saboreé mis labios como si me preparara para lo que venía, avancé tan solo un paso enfrentándome aún más con él y ladeé levemente la cabeza hacia uno de los lados poniendo cara de perrito faldero.

— Yo era libre desde antes y después de conocerte, y cuando quisiste meterme adentro de una jaula, terminaste encerrándote a vos.

Dicho eso me paré en puntas de pie y planté un pequeño beso en su mejilla, haciéndolo ruidoso y a propósito muy cerca de su boca. Se quedó plasmado y cuando atinó a detenerme, ya me había ido en busca de mis amigas con una sonrisa enorme llena de satisfacción. Probablemente no me duraría nada porque a la primera de cambios iba a caer rendida a sus pies, pero aunque sea por un rato planeaba demostrarle cuan equivocado estaba.

No era yo quien se reprimía y se contenía para no avanzar cada vez que estábamos juntos y a solas porque la libertad y el libre albedrío siempre lo tuve, así que su concepto acerca de dicho tema resultaba muy erróneo y es ahí cuando digo que Valentín se cree superior solo por tener un par de años mas. Que obtenga una cucharada de su propia medicina por gil.

A medida que avanzaba entremedio de las personas, me percataba de como la sala estaba repleta de gente, en su mayoría compañeros de escuela, alumnos de otros cursos e incluso Tadeo.

¿Tadeo?

Lo encontré charlando con un pequeño grupo de amigos míos y alcancé a ver el segundo exacto en el que intercambianan un par de billetes por quien sabe qué. O si, sí sabía que era eso y lo quise matar por venir a trabajar en mi casa y en mi fiesta.

Me acerqué directamente y palmeé su hombro acaparando toda su atención enseguida. Como siempre, sostenía un porro entre los labios y antes de mirarme dejó salir el humo y terminó de darse la vuelta con una sonrisa.

— Feliz cumple Marita, ya no sos una nena. -dijo y envolvió mi cuello con un brazo besándome la coronilla. Aún no me terminaba de acostumbrar a su exceso de confianza para dirigirse hacia mi.

— Gracias, ¿que estás haciendo acá? -cuestioné sin mucha vuelta.

— Te vine a ver, bombón. Y ya que estoy me pongo a laburar. -mis mejillas se sonrojaron por el halago y le sonreí como muestra de agradecimiento, pero no, ese no es el punto.

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