❅𝔡𝔦𝔢𝔷

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Las manos de Valentín fueron recorriendo la longitud de mis piernas a medida que me desvestía hasta arrojar a un lado el pantalón. Sus dedos eran largos y con cada roce que dejaba sobre mi piel, la misma se erizaba y me llevaba al punto de empezar a temblar. Seguía de pie frente a él y su postura medio encorvada le permitía estar cerca, admirando cada movimiento y notando como mi cuerpo reaccionaba en cuestión de segundos luego de recibir cada caricia.

Clavó los dientes con fuerza en su labio inferior apenas su mirada se desvió hacia la ropa interior que llevaba puesta. Suspiró apoyando sus labios húmedos sobre el hueso de mi cadera, le dejó un beso pequeño y alzó su vista en dirección a mi rostro regalándome una cálida sonrisa.

Alguna vez leí que los ojos son la ventana del alma, y de ser así, entonces la de este chico resulta ser bastanta incierta. Cuando lo nubla el deseo y la excitación, se muestra mas profunda de lo habitual, estando atento a cada paso, yendo con cautela para no tener ningún tipo de descuido y así poder llevar el control de la situación. Te analizaba entera, descubriendo cada punto débil para usarlo a su favor. Valentín podía estar muriéndose de ganas, pero aún así actuaba despacio y aunque fuese la tortura misma es innegable que me gustaba. No tenía miedo de tocarme, no, le aterraba lo que podía llegar a suceder después.

Y no lo iba a admitir jamás.

Mis ojos se cerraron por inercia cuando su boca fue moviéndose sobre mi vientre, acariciando con sus labios hasta que me daba piel de gallina. Con las manos agarró mi cadera y tironeó para adelante llevándome con él. Bajó un poco mas llegando a rozar el elástico de la tanga y mordió levemente el mismo estirándolo hacia su lado.

— Mirá lo que sos pendeja. - susurró en medio de un suspiro y abrió sus piernas de un mejor modo para hacerme mas espacio entremedio de ellas. Recorrió mi cuerpo con la mirada por milésima vez y se llevó mi buzo con ambas manos para sacármelo también.

La remera que llevaba puesta cayó acomodándose por si sola en su lugar y Valentín chasqueó la lengua molesto al notar que la tela arrugada cubría toda esa zona por donde acababa de pasar su boca. Sonreí por la ternura que me causó y me encargué de hacerle un nudo a la remera asegurándome de dejar a la vista mi vientre y todo lo que él quería contemplar.

— Me gusta mas el otro apodo. - comenté atreviéndome a acercar una mano a su mentón para levantarle la mirada hasta unirla con la mía. Su sonrisa se ensanchó y me sujetó de la cintura atrayéndome de nuevo y así quedé sentada encima suyo otra vez.

— ¿Cuál? - acarició mis piernas enfocándose mas que nada en los muslos y con su boca se perdió en el hueco de mi cuello donde besó y respiró profundo embriagándose con el dulce aroma.

— Putita. - dije riendo.

Se contagió de mí y soltó una leve carcajada también. Sus ojos azules se desviaron nuevamente a la unión de nuestros cuerpos y agarrándome del culo me arrastró para adelante chocándome contra su torso, provocando así que sienta su dureza.

— ¿Querés ser mi putita?

Lo miré con una sonrisa ligera y asentí indudablemente dejándome llevar por la emoción del momento que ya se mezclaba con la calentura de siempre. En eso noté que se enderezaba para luego ponerse de pie. Apoyó la punta de su dedo bajo mi mandíbula y alzó mi mirada rozando muy suavemente su boca con la mía.

La distancia entre nosotros era casi nula y estaba haciendo un esfuerzo enorme por no lanzarme sobre él o al menos tocarlo. Pasó sus labios por encima de los míos a modo de caricia, los llevó hasta mi pómulo y cuando llegó a mi oreja me dió una nueva nalgada.

Me iba a quedar el culo rojo si seguía palmeándolo tanto.

— Primero tenés que crecer.

Soltó inflándose al igual que un globo y se alejó soltando una risa que resonó tanto en las cuatro paredes como en el interior de mi cabeza. Lo hizo, lo hizo de nuevo y me tenía harta. Quería estrolarlo contra lo que sea y golpearlo hasta hacerle entender que conmigo no iba a jugar de ese modo, que tenía mis límites y que bien podía seguir viviendo sin él. No lo necesitaba. No lo necesito.

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