❅ 𝔡𝔬𝔠𝔢

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Los rayos del sol se colaban por la ventana y yo todavía no era capaz de pegar un ojo. Valentín dormía plácidamente a mi lado, con la boca entreabierta y su cuerpo todo desparramado, dejando salir cada tanto algún que otro ronquido; estaba fusilado. Contrario a mi que incluso después de dar mil quinientas vueltas en la cama aún no lograba conciliar el sueño.

Nuestra última discusión quedó en lo mismo de siempre, es decir, Valentín llevándose la razón porque diga lo que diga, mi opinión no cuenta porque según él soy una nena. No niego que no sea cierto porque un poco de razón tiene, pero como mencioné antes, no entiendo porqué me busca tanto si total ya sabe que hasta no cumplir los dieciocho no vamos a llegar a nada. Se contradice demasiado y lo peor es que nunca se hace cargo de ello ni de lo que provoca en mi interior.

Se supone que estar con él iba a ser una especie de distracción a todo ese ambiente en el que merodea mi familia, pero al final Valentín me agarra fuerte la mano y tironea de mi hasta llevarme al lado mas oscuro de todo ese imperio. Y es tanta la fuerza que impone sobre mi que no soy capaz de frenarlo a tiempo, de ponerle un alto y medirme para no volver a caer. No quiero saber si mis padres están metidos en esto o no porque la respuesta es muy obvia, sin embargo, se vuelve prácticamente imposible ignorar la tentación si lo tengo a él todo el tiempo dándome bocados de la fruta prohibida.

Ahora mismo me consumía la intriga y quería estar al tanto de todo eso, no para encubrirlos ni mucho menos para delatarlos, sino porque al fin y al cabo se trata de mi familia, de mi sangre, y no quisiera el día de mañana tener que manchar mi nombre por culpa de sus negocios tan turbios. Cuento con una mínima esperanza de salir adelante sola, habiéndome librado de todo esto. Porque contrario al pensamiento que tiene Valentín, yo sí creo y confío en que puedo ser alguien sin depender del legado que me toca heredar. La sangre es la sangre pero Mara soy yo y de alguna u otra manera planeo hacer la diferencia.

Me volteé una última vez bajo las sábanas y suspiré resignada ante la idea de dormirme. Chequeé que Valentín estuviese lo suficientemente dormido como para no percatarse de mi ausencia y entonces me levanté con cuidado y caminé hacia el escritorio principal de la habitación. Enseguida me invadió el recuerdo de todo lo que pasó sobre esa mesa esta misma tarde, y no me refiero justamente a una de las últimas rondas de besos que tuvimos con Valentín.

Mi cabeza se situaba en otro lado justo ahora, pasando por alto esos detalles que en algún momento fueron prioridad en mi. Estaba cansada, o mejor dicho harta de que juegue conmigo a su antojo, de que me use hasta donde le de la gana y de que me tenga de acá para allá como si fuese un juguete. Sé que no es la primera vez que llego a tal conclusión, pero ahora sí iba a tomármelo en serio y Valentín conmigo ya no contaría mas.

— Auch... -me quejé por lo bajo cuando mi uña se rasgó al intentar abrir uno de los tantos cajones que tenía dicho mueble. Los primeros estaban con llave y el último lo pude revisar con un poco mas de empeño luego de destrabarlo.

A simple vista solo había papeles. Revistas viejas, un par de diarios y hojas en blanco que no reflejaban nada sospechoso. Indagué mas a fondo agachándome tanto como mi elasticidad me lo permitía y al llegar a la última parte del cajón encontré una pequeña cajita color azul que en su interior guardaba una llave. No fue difícil deducir que la misma me daría entrada al primer objetivo que tuve cuando me senté aquí mismo, así que tomé la llave y abrí el cajón encontrando ahora sí oro puro.

Valentín era demasiado descuidado, o por demás confiado, y a pesar de estar jugando con fuego no me iba a quedar a mitad de camino. Noté que permanecía en la posición anterior y así confirmé que seguía dormido, entonces me dispuse a revisar sus pertenencias y terminé hallando una libreta negra con marco dorado y sus iniciales grabadas en una de las esquinas.

legado; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora