Capítulo 14.

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Volví al mediodía a mi casa. Advertí que otro ser estaba allí aparte de mi mujer y mi hija. Me moví con sigilo para atrapar al invasor. Al rato, éste me miró con indiferencia era tan chiquito que recordé que en mi mundo también tengo espacio para la ternura. Parecía una bola de pelos amarronada y se movía a pequeños saltos.

—¿Te gusta papá? Se llama Alexia. —me dijo mi hija muy feliz. 

—Al final, te decidiste. —le dije sonriendo. 

Julieta se sumó a la charla sobre la nueva habitante.

—Me dijo Natalia que la habían abandonado antes de que abriera los ojos. Pobrecita, por suerte la encontraron a tiempo. Solo hay que desparacitarla y vacunarla. 

—La verdad, es un lindo bicho. 

—¡No le digas bicho! Es una gatita. —exclamó Isabella. 

—Menos mal que me lo dijiste, creí que era una araña. —le dije riendo. 

—¿Araña? —preguntó Isabella. 

—Claro, si es gata araña. 

—Por suerte, no heredó tus chistes ridículos. —Afirmó Julieta —.  Me dijo Natalia que cuando puedas la llames. Es por lo del tambo… 

—Ah, sí. No te conté o no les conté: A ella la llamaron del tambo el otro día porque tienen una vaca y una cabra con una rara enfermedad. Esto coincide (o al menos eso creo yo) con la llegada de un hombre al que solo se lo ve de noche. 

—¡Uy papá ya tenemos una de vampiros! —A Isabella se le iluminaron los ojos. 

—No te adelante Isabella. Ya sabemos, que después vas a tener razón. 

—No César, no embromes con eso. —Agregó Julieta. 

—Bueno, todo puede ser. Pero es temprano para definir si éste va a ser un nuevo caso o no. 

Luego me volví hacia Alexia, para sacarlas del tema. No sé si hago bien de involucrarlas en mis investigaciones. 

Esa tarde, llamé a la Veterinaria.

—Hola Natalia, antes que nada muchas gracias por la mascota de Isabella. Tenías algo para comentarme. 

—Hola César. Antes te digo que ojalá la pasen bien con la nueva habitante. Bueno, lamentablemente pasó de nuevo. Pero ésta vez creo que alguien le está sacando sangre a la vaca. 

—Realmente, parece una locura. Alguien se metió a la noche y atacó al animal ¿Es así? 

—Sí, César. El tema es que no podemos hacer una denuncia, mejor dicho ellos no saben como hacerla; no fue un robo, no hubo violencia. Y sí, es complicado. 

—Mira, estoy casi por afirmar que algo tiene que ver el famoso etólogo. 

—Yo no sé nada de investigaciones y eso, pero me encantaría que le dieras una mano a esa gente. Sobre todo por esos animales inocentes. 

—Haré lo posible. ¿Qué medidas tomaron ellos? 

—Pondrán un alambrado entretejido y sus animales dormirán en el galpón. 

—Bien, trataré de investigar al sujeto. Igual seré cauto… 

… Esa misma noche, un auto arribó a la casa que ocupaba el etólogo. Éste, se bajó del vehículo y luego ayudó a descender a una anciana. Ella estaba abrigada y con la mirada perdida. Era de baja estatura y de físico menudo. Pareció no querer ingresar, Hughes logró convencerla y los dos ingresaron. Prontamente la llevó a una habitación que él mismo había limpiado y ordenado. Luego, le preparó la cena. Cruzaron muy pocas palabras. La ayudó a acostarse. 
El hombre, en su sala que usaba como oficina extrajo nuevamente su cuaderno. Otra vez la tenue luz de la lámpara fue testigo de su relato:
“... Pude convencer a la viuda de Torres para que viniera conmigo. Ella desvaría, sufre de arteriosclerosis. Puedo pasar por su hijo, su sobrino o lo que sea. Mi objetivo es conseguir una mujer para que la atienda y esa mujer quizá se convierta en mi esposa. He conocido pocas mujeres en este pueblo. Natalia la Veterinaria, es hermosa, pelirroja de mediana estatura, voluptuosa diría pero no le caí muy simpático. Ahora tendré la posibilidad de elegir… ” Cerró el cuaderno y prendió su PC. En unos minutos imprimió un aviso solicitando una cuidadora. 

Los casos de César Guzmán.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora