Una de las frases más usadas en casi todas las historias o en los hechos es “La vida nos pone a prueba”. Jamás lo hubiera pensado que tal frase iba a formar parte de mi existencia para siempre. El ser humano es extraño, viviendo los casos anteriores me di cuenta que tenemos una gran dosis de frialdad. No me han dolido muertes y situaciones dolorosas, porque no representaban mis entornos directos. Quizás deba ser así. Caso contrario los médicos y enfermeros serían un mar de lágrimas. De chico aborrecía el formal “Mi más sentido pésame” que se escuchaba en los velorios. Para mí era un símbolo de hipocresía. Nadie sufre más al ser que se fue, que la familia y los amigos que lo quisieron. El que va a acompañar, no siente lo mismo por más que lo diga.
Estaba por vivir los momentos más desesperados de mi existencia, por haberme atrevido a inmiscuirme, en la eterna lucha entre el bien y el mal. Si la venganza fuera un ente pensante se inclinaría hacia el mal. La venganza, no es justicia…
Transcurrían días de tranquilidad en el pueblo. Parecía que no se iban a presentar nuevos casos. Sin embargo, estaba inquieto por los mails que me enviaba la Secretaría. Me cuestionaban que me había involucrado demasiado en los casos. También, me habían criticado duramente por venir con mi familia al pueblo. Casi me acusaban de hacerles correr un riesgo innecesario. Aunque estaba ofuscado con ellos porque me estaban reprendiendo como un adolescente, sabía en mi interior que algo de razón tenían.
Esa mañana, traté de no amargarme tanto y llevé a Isabella al colegio. No sabía por qué, la miraba con preocupación, quizá los mails me habían sugestionado. Pero Isabella con su inteligencia se dió cuenta que algo me sucedía.
—Te noto extraño papá ¿Dormiste mal anoche?
—No es eso hija, ocurre que me siento algo extraño cuando estoy sin hacer nada.
—¿No discutiste con mamá no?
—No hija, ya sabés que las amo a las dos.
Isabella esbozó una amplia sonrisa.
—¡Uy que lindo! ¡Que lindo tener un padre tan cariñoso!
—Sí, aunque me hacen renegar bastante. —contesté sonriendo.
—Papá, hoy a la tarde tengo que ir con mamá a la librería, para comprar unas cosas para un trabajo práctico. Como dijiste que no hay casos, lo podemos hacer juntos. Es para sociales.
—¡Claro que sí hija! Decile a tu madre que no se demore mucho charlando con la chica de la librería, así tendremos más tiempo.
Llegamos a la entrada del colegio, bajé del auto le abrí la puerta y luego la abracé. Ella me miró y me dijo.
—Papá, hoy no viajo a Europa. A la tarde nos vamos a ver…
Minutos más tarde, estaba café mediante desahogándome con el comisario en su despacho.
—...Ellos no tiene por qué meterse en mi vida privada. Yo no fuí con mi familia a enfrentar al supuesto lobizon o al vampiro…
—Claro César, pero en algún punto tienen razón. Eso le pasa por ser tan familiero.
—Yo también me siento culpable. Pero nunca las pondría en peligro.
—También lo sé César.
—¿Y sabe por qué me “Retaron” también?
—No, no sé.
—Porque dicen que casi deschavo protocolos de defensa secretos.
—Bueno, César. Cuando estuvimos con el caso de esos “Marcianos”...
—Marcianos no, alienígenas. No sea tan antiguo Antonio —Lo interrumpí.
ESTÁS LEYENDO
Los casos de César Guzmán.
Fiction généraleUn investigador llega a un pueblo donde intentará resolver casos muy extraños, allí se combinan buenas dosis de terror, suspenso y actividades paranormales. Una historia donde la realidad y la fantasía van de la mano...