VI

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El atardecer llegaba, y los colores naranja, amarillo y morado, alumbraban las calles.

– no tuve contacto con ellos nunca más. Solo se que Akihiko se casó no mucho después, y Mafuyu– el pelinegro abrió los ojos– Mafuyu nunca más nos contactó, tal vez se haya casado. No lo sé. Nunca más lo oí cantar en ningún lado– el rubio solo observaba si llegaba algún taxi que lo pudiera llevar.

– era Mafuyu, su nombre era Mafuyu...– el mayor solo lo vio con incomodidad. ¿Como fue capaz de olvidarlo?.

– no te diré nada, pero si buscas a Mafuyu, créeme no soy el mejor en decirte donde está.

– Haruki, ¿podemos conversar? Yo quisiera..– ¿dejar todo lo obtenido atrás? Tal vez...– no olvídalo.. solo dame tú número.

El cabellos dorados le extendió una tarjeta, y abordó el primer taxi que encontró.

– Uecchi, Mafucchin debió seguir su vida, no lo arruines si lo ves feliz. Ya hiciste bastante.

Tenía razón. Cuanta razón. Él debió seguir su vida, ¿Quien sería yo para quitársela?

Volví a casa angustiado. Una semana. Un encuentro. Un día perdido. Faltaba mucho aún. Si... Mafuyu..

Al igual que tantas noches, solo atinaba a autocomplacerse mientras pensaba en aquel pequeño.

Era un deseo enfermo y hostil, después de abandonarlo, lo deseaba, que ironía tan tonta. Per nada lo detendría, estaba enamorado. Y haría lo posible por encontrarlo.

Mafuyu era solo de él... Y de nadie más.

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Otro día más, y con los rayos del sol dándole en la cara solo atino a cubrirse nuevamente y buscar algo referido a Akihiko, o Mafuyu.

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Más no tiene éxito. Un día más desperdiciado. Nada lo ayudaría. Ni nadie. Estaba condenado. Si. Por una estupidez. Por una tontería.

Mafuyu Sato no era suyo. Y no sabía nada de quién fue su amigo.

Esa noche solo soño con recuerdos, recuerdos amargos.

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No era mucho pedir, pero ese nuevo día solo estaba recostado en una banca de un parque.

¿Que debía hacer? Sin direcciones ni ayuda, no sabía dónde seguir.

Ya por rendirse divisó aquella sombra. Aquella silueta.

Esos ojos..

Esa sonrisa ..

Fue rápida su reacción. Era él. Mafuyu.

En uno lugares más adelante un hombre delgado, de cabellos naranjas, junto a un pequeño niño eran presentes.

Ese niño. ¿Un hijo de Mafuyu? Tal vez.

Pero ¿Con que cara Uenoyama Ritsuka se acercaría? Ni idea. Pero debía intentarlo.

– h...hola– el pequeño hombre no sabía quién era, pues él pelinegro estaba cubierto de pies a cabeza–hace mucho frío, últimamente...

– ah, si.– una respuesta seca, sin sentimientos, sin dolor. Sin amor. Le dolía.

– es, ¿su hijo?– el contrario nego– ¿De quién es?– la esperanza seguía en el corazón de Uenoyama, lo había encontrado. No lo dejaría ir.

– de mi esposo– mi esposo.. mi esposo.. mi esposo... No estaba pasando. No. Era un chiste seguro– ¿Por qué la pregunta?

– por nada, tenía curiosidad– no, Mafuyu no, no puede, él no– está casado, osea usted.

Promesas Rotas (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora