1.Gracias señor

2.9K 161 39
                                    

Elizabeth.

-Gracias señor por los alimentos que nos dejas comer hoy, por favor bendice y llena a todas de tu gracia.

Juramos en silencio todas las presentes.

-Amén-Contestaron las chicas sentadas en la mesa.

-Bien, pueden comenzar-. Sonríe la maestra que encabezaba la mesa mientras, ofrece mostrando los alimentos frente a ella.

Esa noche estaba algo inquieta, y no sabia si debía levantarme para marcharme de ese lugar. Si me preguntan el detalle más pequeño e insignificante es el que más poder tiene, y esa noche yo debí quedarme ahí.

-Señorita Terra, ¿Puedo retirarme?-. Cuestione con voz delgada por la pena de interrumpir el momento.

Intentando ocultar mi mirada en algún lugar vacío, fallando al colocarla en los ventanales. Donde se evidenciaba el cómo se acercaba una tormenta.

Los ventanales eran grandes, con pesadas cortinas rojas, el gran salón era antiguo y uno de los lugares más conocidos de la institución.

La maestra dirigió su mirada a mi.

-¿Por qué deseas retirarte Elizabeth? ¿Acaso no te apetece la comida? -Preguntó la señorita Terra, algo extrañada por mi petición. Ella siempre era tan elegante y tan correcta.

Terra era una mujer joven, con rasgos católicos muy acentuados, dejando ver a simple vista una personalidad pacífica y dulce, pero a la vez imponente. Sin embargo ahora esos tranquilos ojos tenían sembrada la curiosidad que me mortificaba.

Intenté recordar mis razones, pero al momento me sentí incomoda. Mis razones eran un poco... bien, muy infantiles.

Llamándolo de cualquier modo, no me apetecía estar en medio del salón, donde el eco de los sonoros estruendos sonarían en mi cabeza como mil de ellos. Era complicado reconocer que a mis diecisiete años, yo era una chica con terrible temor hacia las tormentas eléctricas.

¿Podrían culparse por algo así?

Retumbaban por todo el cielo, casi partiéndolo por la mitad con un imponente e inmenso grito tan agudo que partía mis tímpanos y lograba sacarme en ocasiones hasta las mas amargas lágrimas.

Aun así, incapaz de contestar, mi vista decidió vagar hasta el plato de sopa picante, con verduras y pollo en el, junto a este se encontraban un jugo uva y para velar una buena cena, en medio de la mesa unas piezas de pan estaban en su punto de dulzura.

La mesa era enorme, al mero estilo de un comedor. Había al menos quince chicas en mi mesa.

-¿Elizabeth?-Insistió mi maestra una vez más con voz firme para sacarme de mi insolación.

-Yo lo sé -. Admitió con gozo una de mis compañeras de mesa.

Levanté la mirada para buscar a la susodicha topando mis ojos con los de mi compañera Susan. Sus ojos azules se cruzaron con los míos. Y aunque fuese mi mejor amiga, le rete con la mirada y esta me regalo una sonrisa socarrona como la que te daría un doctor cuando dice que eso, no te dolera nada.

- Eli,- juguetio un poco con sus dedos sobre el mantel que cubría la mesa, como quien busca recordar algo, hasta que su sonrisa se iluminó - bueno, le llegó el periodo y no puede comer picante.

«Pff. Tan simple como eso» pensé de forma irónica mientras mis manos sudaban.

Mis compañeras se giraron hasta mi.

Mis mejillas ardieron en vergüenza y una sonrisa avergonzada apareció en mis labios, mientras mis ojos se negaban a ver de nuevo a mi tutora.

-¿Eso es verdad, Elizabeth? -. Algunas de mis compañeras se detuvieron un segundo de su merienda, algo curiosas, otras solo preferían hacer como que esa platica no se estaba llevando a cabo en el gran salón. Menos mal la mesa era muy larga, y mis compañeras no se podían enterar aun.

Grados bajo cero «Jeff The Killer»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora